Los paseantes protagonistas del histórico hallazgo en Salamanca
Francisco Guijarro y Carmen Centeno paseaban, como muchos otros días, junto a su perra Ona, cuando descubrieron un “animal” que había pasado desapercibido desde la prehistoria
Miércoles, 20 de octubre 2021, 18:39
Como muchos otros días, paseaban por los antiguos terrenos del Polvorín de Tejares con Ona, su galga. Sabían que en la zona se habían encontrado en 2013 varios grabados del paleolítico y aprovechaban algunas de sus caminatas para tratar de localizar alguno de ellos y poder observarlo. Una tarea nada fácil, ya que, además de encontrarse en emplazamientos de muy difícil acceso, por motivos de seguridad y protección tanto los expertos como las administraciones públicas mantienen una especial discreción respecto a sus ubicaciones. Así, hace tres años, en uno de estos paseos por el paraje de La Salud, Francisco Guijarro y Carmen Centeno se toparon con algo que no esperaban: la representación de un caballo con dos cabezas que había pasado desapercibido desde la prehistoria.
En un primer momento, no fueron conscientes de su hallazgo. “Sabíamos que había un caballo, pero no era éste. Buscábamos el cuarto trasero de un animal que se había descubierto unos años antes y vimos uno de cuerpo entero y con dos cabezas”, explica Francisco. Se pusieron en contacto con el profesor del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología Julián Bécares y le enviaron la foto. La primera reacción del experto fue decirles que ese grabado no era el de Salamanca. Inmediatamente después de dieron cuenta de que habían hallado otro enclave más del conjunto de arte rupestre del Paleolítico que salpica la zona de La Salud, un yacimiento del que no muchas ciudades pueden presumir y que representa “el máximo ejemplo de la capacidad simbólica y cognitiva de nuestros antepasados”, explica la profesora Olivia Rivero. El hallazgo se puso entonces en conocimiento de la arqueóloga territorial de la Junta de Castilla y León.
Pero, a la mirada inexperta de la pareja de paseantes se le escapó un detalle. Junto al caballo bicéfalo, había otra línea piqueteada sobre la pizarra. Era una marca que parecía el inicio de otro dibujo similar, pero que posiblemente nunca se llegó a culminar. Uno de los aspectos más llamativos del grabado era el intento del artista del Paleolítico de representar el movimiento del equino. Para ello, lo dotó de dos cabezas.
El primer hallazgo de arte paleolítico en La Salud se produjo en mayo de 2013. Fue un descubrimiento de Alfonso Hernández Morán y Marta Pantrigo Parés, según destaca la Consejería de Cultura en la documentación de este yacimiento declarado Bien de Interés Cultural (BIC). “Una prospección efectuada en 2014 permitió identificar dos conjuntos de grabados en las márgenes del río”, informa la administración autonómica explicando que todas se realizaron mediante la técnica de piqueteado e incisión.
Sin embargo, no fueron tampoco los de 2013 los primeros hallazgos en estos terrenos cercanos a la autovía de circunvalación de Salamanca. Desde 2007 ya se sabía de la existencia en la ribera de arte prehistórico, pero en este caso postpaleolítico. La prospección realizada en la zona denominada “Abrigo de El Marín” se identificaron “nueve paneles con 174 motivos, predominando las representaciones geométricas, también numerosas digitaciones, once motivos figurados, tres zoomorfos y ocho antropomorfos”. Aunque su valor histórico es también incuestionable, estas representaciones artísticas son mucho más recientes que los grabados. Tendrían, al menos, 20.000 años menos.
De los estudios realizados por Olivia Rivero y Julián Bécares en torno a los grabados paleolíticos de La Salud, se ha podido concluir que tienen “un fuerte parentesco” con otros hallados en Foz Coa. “El uso de la animación por descomposición y yuxtaposición segmentaria, la incisión/abrasión en la parte delantera del animal” y otros paralelismos como el denominado hocico “pico de pato” han llevado a pensar que estas representaciones no solo son contemporáneas sino que incluso podrían ser del mismo autor, que los utilizaba como “marcadores territoriales” pero también como elementos de identidad cultural, tal y como apuntan en los artículos sobre el yacimiento publicados en revistas especializadas.