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Ni la leche se fabrica en el supermercado ni la carne se inventa en las carnicerías. La mejor lección es la de la propia vida que está en la naturaleza. La vida la da la misma vida. En la ciudad y en el campo de manera simultánea. El campo es el gran desconocido de una sociedad urbanita que a veces crece lejos de esa realidad. Sin saber que las gallinas dan huevos, que los filetes que llegan al plato proceden de un cerdo o de una vaca a la que hay que matar. El campo es una fuente de conocimiento desde la explicación más sencilla y el ecosistema de la dehesa un tesoro por descubrir. Los pequeños de 4º de Primaria estudian en Ciencias Naturales el «ecosistema terrestre» como una de las unidades del temario. Y qué mejor lección que viajar al corazón del Campo Charro para descubrirlo.
Las mejores ideas salen de los niños y uno de esos es Moisés Fraile, tercera generación de los ganaderos de El Pilar que tras visitar una granja con su colegio, le propuso a su padre y a su tía Pilar que porqué no le enseñaban a sus compañeros de clase la finca en la que cría sus reses una de las familias señeras entre los criadores de bravo salmantinos. Y Pilar se puso manos a la obra. Lanzó la iniciativa al director del colegio San José de Calasanz y ahí arrancó una fabulosa historia. Puede que la mejor lección de vida y de naturaleza a través del campo y del toro. «Al principio tenía mis dudas, pero rápido se despejaron», comenta Pilar Fraile, la artífice de esta pionera iniciativa en el campo bravo: «Le mandé la iniciativa al colegio a finales de agosto y el primer día del curso me contestaron que, tras hablarlo con los profesores, les parecía una iniciativa ejemplar». Con la propuesta de la ganadera y el visto bueno del centro todo estaba en marcha. Solo había que buscar una fecha, que ya han cumplido: 72 alumnos, de ocho años, integrantes de tres cursos de 4º de Primera se montaron el viernes en el autobús para recorrer en apenas 50 minutos los 60 kilómetros que separan su colegio de la finca de El Puerto de la Calderilla, en Tamames, para descubrir el toro y la grandiosidad de la dehesa.
Carlos Hernández, tutor de uno de los grupos y profesor de Ciencias Naturales, se esmeró en las últimas semanas en sus clases en enseñarles el ecosistema terrestre y en apenas tres horas de una mañana inolvidable la expedición de benjamines pudo disfrutarlo con sus propios ojos, admirando el campo y la naturaleza en una época preciosa como es la de este fantástico otoño que que se pinta con infinidad de colores. «Nos pasa a nosotros en el día a día. Por ejemplo, en clases de matemáticas siempre en las dinámicas los alumnos se quedan más que con las operaciones. Ellos demandan movimientos». «¡Esto es!», les podría haber resumido en dos palabras las clases de las últimas semanas de «Natu». La mejor lección: la inmensidad de campo, bosques de encinas milenarias, alcornoques, hierbas y plantas aromáticas como tomillos, escobas, retamas, jaras... arroyos, charcas… Y el toro bravo como rey de esa dehesa en un ecosistema único donde además confluye en armonía la más variada actividad ganadera (vacuno, porcino, lanar…), con la agrícola forestal y cinegética.
En su búsqueda fueron los 72 alumnos del Colegio San José de Calasanz para descubrir esa maravilla casi desconocida y no solo por los más pequeños. Viajaron a la finca, presenciaron las instalaciones, pisaron sus cercados, los montaron en remolques y vieron de primera mano la fauna y la flora en la que se desenvuelve el toro bravo; las vacas que lo paren y los sementales que las engendran, presenciaron cómo comen e incluso los más valientes se atrevieron a darles camperina; estuvieron cerca de los becerros recién nacidos, les enseñaron las reses en las diferentes edades hasta llegar a su plenitud (añojos, erales, utreros y cuatreños). Vieron como entrenan físicamente a los que están a punto de lidiarse. También las madres de la ganadería. Les enseñaron los pelajes. Vieron trabajar a los tractores. Descubrieron los caballos y los perros como protagonistas esenciales en el manejo del ganado. Además, toda la flora y la fauna que lo envuelve. Y todas las instalaciones de los cercados, las mangas, los corrales, las jaulas y la plaza de tientas. Todo era nuevo para ellos. La felicidad de sus caras lo decía todo, como la satisfacción demostrada en el viaje de vuelta. Ahora le darán continuidad a esa experiencia en clase: «Al finalizar las unidades, hacemos proyectos, maquetas o similares -explica Carlos Hernández-. A través de una maqueta representan la dehesa, las dependencias, a veces usamos play móviles y los incluimos en ella. Y, luego, que la parte oral la expliquen de forma relativa a ese trabajo y en qué consistió para ver cómo les ha llegado esa experiencia y, a través de ese feedback que buscamos conseguir, se le asigna una calificación».
«Era una actividad extraordinaria, complementaria para su formación y muy atractiva desde el primer día que nos la propusieron», comenta Carlos Hernández, uno de sus profesores. Dice que a los alumnos les llamó la atención todo. En esa misma lectura positiva de la experiencia, el propio Carlos Hernández confiesa: «Son actividades que no están al alcance de todo el mundo, incluso de los mayores, y es un privilegio poder mostrárselo a los alumnos y además de manera gratuita». Reconoce las dudas iniciales que rápido se despejaron: «Al principio teníamos un poco miedo al ser un tema controvertido, por si alguna familia no estaba de acuerdo, y fue todo lo contrario. De los 78 solo fallaron seis que no acudieron por estar enfermos. ¡Se apuntaron todos!». En esa misma tesitura estaba Pilar Fraile, que despejó sus dudas muy rápido: «A veces somos nosotros los acomplejados y lo cierto es que tenemos que perder todos esos miedos, mostrarnos y tratar el toreo con normalidad y enseñar el mundo en el que vivimos el tesoro que tenemos».
La tauromaquia también es naturaleza y fuente de vida. Es una lección continua y constante para aprender de la forma más simple. «Tenemos que invertir en el futuro y en la formación y esta es la mejor manera que podemos ofrecer. Los antitaurinos también lo hacen con una versión contraria y para conseguir el resultado opuesto», sentencia Pilar Fraile, que además es jefa del servicio de Nefrología del Hospital de Salamanca, y también va a llevar a los pequeños a que lo conozcan. «Esto tendría que ser una obligación para todos los ganaderos para sembrar en el futuro», comenta Moisés Fraile, hermano de Pilar que apunta: «Espero que este sea el punto de partida y que vengan más. Y ojalá nos sigan más ganaderos. Nos hemos ofrecido para continuar haciéndolo gratis». Reconoce Pilar Fraile que han tenido suerte de coincidir con profesores sin complejos: «Los niños tienen que conocer y que de mayores puedan elegir sin ninguna prohibición». Así se lo dijeron y por eso les abrieron las porteras de su finca de par en par para vivir una experiencia enriquecedora e inolvidable
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