Tom Cruise, al rescate del cine de acción
En la séptima (y penúltima) 'Misión imposible', la asombrosa saga se supera una vez más y nos recuerda el sentido de la gran pantalla. Ya en Van Dyck y Van Dyck Tormes
Salamanca
Jueves, 13 de julio 2023, 19:03
Ninguna saga ha puesto el listón tan alto como Misión imposible, para muchos la mejor de la Historia del cine. Desde hace casi tres décadas, ha dejado cumbres del género de acción y espionaje, primero con Brian de Palma (Scarface) a los mandos, más tarde con John Woo (Cara a cara), J.J. Abrams (Perdidos) y Brad Bird (Los increíbles).
La rotación de directores terminó en 2015, cuando se incorporó Christopher McQuarrie, ganador del Oscar a mejor guión por Sospechosos habituales. De ahí en adelante, el realizador de Nueva Jersey no solo se ha ocupado de todas las entregas, sino que ha acompañado a la estrella, Tom Cruise, en otros proyectos exitosos como Al filo del mañana, Jack Reacher o Top Gun: Maverick.
El actor, aún en plena forma a sus 60 primaveras, sigue reivindicándose como el mayor embajador del cine en salas. Todo lo que hace está destinado a sacar al público de sus casas para dejarle con la boca abierta en la pantalla grande. Misión imposible. Sentencia mortal ya puede disfrutarse en Van Dyck y Van Dyck Tormes.
Este séptimo episodio -penúltimo de una serie que concluirá el año próximo- consigue lo más difícil: sorprender de nuevo. Pese a haber rozado lo inverosímil en el pasado, ni se estanca ni se repite; siempre se propone nuevos retos. Lo primero que engancha es su intriga: Ethan Hunt y su equipo (Simon Pegg, Ving Rhames, Rebecca Ferguson) se enfrentan a un enemigo invisible y todopoderoso: una inteligencia artificial. Pero lo que quiere ver el espectador de esta saga son sus escenas de acción, protagonizadas por un Cruise que no usa a dobles de riesgo en sus persecuciones, acrobacias o saltos al vacío.
Si esas memorables secuencias funcionan se debe a su puesta en escena, su manejo de la tensión y su montaje, aparte del uso discreto de los efectos digitales. McQuarrie logra que parezca que nunca antes hayamos visto una pelea sobre un tren en marcha, un coche zigzagueando por las calles de Roma o un salto en moto desde el pico de una montaña (bueno, esto de hecho quizá nunca se haya visto), tal es la frescura, energía y compromiso con que rueda. Por eso, más allá de un prodigio técnico y de un entretenimiento de calidad, es una carta de amor al cine de acción.