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El barrio de Pizarrales vivió este Sábado Santo una de esas jornadas que se quedan grabadas en la memoria colectiva. Contra todo pronóstico, literalmente, la Hermandad del Silencio decidió mirar al cielo, levantar la mirada y echarse a la calle. Lo hizo con respeto, con cautela, pero también con una determinación cargada de fe y emoción. Salamanca vivió así uno de los momentos más conmovedores de su Semana Santa: la procesión del Santísimo Cristo de la Vela y Nuestra Señora del Silencio desafió a la lluvia… y ganó.
Dos hermanos llamaron a la puerta de la Parroquia de Jesús Obrero. Tres golpes secos, al unísono. La iglesia se abrió de par en par. Escrupulosamente puntual, la Cruz de Guía se asomó a la calle. No había vuelta atrás: la Hermandad del Silencio se arriesgaba a salir. La amenaza de lluvia obligó a acortar el itinerario —habitualmente superior a los cuatro kilómetros— y, como medida prudente, la Junta Directiva decidió que el cortejo avanzara solo hasta la Glorieta de San Juan Bosco para luego regresar al templo. Pero esa decisión no restó intensidad, ni fervor, ni belleza a un desfile marcado por la fe y la emoción.
Este año, además, la hermandad conmemoraba el 40 aniversario de su tradicional procesión. Y lo hacía con miles de personas agolpadas en torno a la Parroquia de Jesús Obrero, expectantes, con el corazón encogido por lo incierto del cielo, pero con la esperanza intacta. El Santísimo Cristo de la Vela, restaurado recientemente por Isabel Pantaleón, salió a hombros de sus hermanos entre los aplausos del público y al son de 'Entregado a su pueblo', envolviendo el momento en una solemnidad indescriptible. A su vez, los acordes se funden en el rostro de dolor de una penitente, que, entre lágrimas, porta entre sus brazos un ramo de azucenas. Junto a ella, otro hermano carga una cruz que deja entrever una fotografía. Solo su Cristo sabe la razón de sus plegarias. En ese silencio compartido, cada paso se convierte en un acto de entrega y, cada lágrima, en una oración sin palabras. Por su parte, Nuestra Señora del Silencio salió triunfante al son de ‘Siempre la Esperanza’. Los fieles y devotos recibieron a la imagen entre lágrimas y aplausos.
El Viernes Santo había sido un golpe duro, un día para olvidar. Todas las procesiones previstas se cancelaron, una tras otra, ahogadas por la lluvia y las malas previsiones meteorológicas. Pero, este Sábado, cuando parecía que la historia se repetiría, la Hermandad del Silencio decidió escribir su propio final.
Con paso firme, los hermanos cruzaron las puertas del templo y comenzó la procesión más extensa —y esta vez simbólicamente más intensa— de la Semana Santa salmantina. Acompañaron al cortejo los sones de la Agrupación Musical Virgen de la Vega y la Banda Tomás Bretón, que junto a los tambores de la cofradía —que celebraban su 25 aniversario— pusieron música al recogimiento.
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