El pueblo blanco que vive en la ciudad desde hace 70 años
El 7 de mayo de 1954, Franco visitó las nuevas viviendas ultrabaratas construidas en la margen izquierda del río y entregó las llaves de seis de ellas a sus propietarios
Cuando apenas habían pasado unos minutos de las 18:30 horas, el Caudillo, acompañado de ministros, autoridades y personas de su séquito, llegaba al grupo de viviendas denominado Nuestra Señora de la Vega. El 8 de mayo de 1954, LA GACETA informaba así de la inauguración de la nueva zona residencial trastormesina de Salamanca por parte de Francisco Franco. El obispoFrancisco Barbado Viejo, «revestido de pontifical», bendijo las construcciones y el Generalísimo entregó las llaves de seis viviendas a José Luis Justo, Manuel Jardosa Álvez, Pedro Delgado Bajo, Gabriel Alcalá Hernández y Onésimo Churro Vicario.
Se estrenaba el nuevo barrio, del que González Iglesias diría que difícilmente resistiría «los empujes del viento» y tendría que «proveerse de agua por un gremio ad hoc de gurruminos que vengan a llenar sus cántaros debajo de los arcos del Tormes».
Fue ocho años antes, en 1946, cuando se presentó el proyecto de construcción de 664 viviendas protegidas ultrabaratas entre la carretera de Béjar y el Camino de Carbajosa, según señala Fátima Miranda en su libro 'Desarrollo urbanístico de posguerra en Salamanca'. De acuerdo con el diseño de Francisco Gil, las construcciones que se levantarían serían, en su mayoría, de planta baja y cuyos solares no alcanzarían la extensión mínima reglamentaria de 250 metros cuadrados. La ejecución de las obras, incluida en las promociones públicas de nuevos poblados realizadas tras la Guerra Civil, comenzó en 1950, tras quedar relegadas las dificultades detectadas ante el acuciante problema de la vivienda que existía. Para ello, el Instituto Nacional de Vivienda contó con el apoyo de la Diputación, que cedió gratuitamente los terrenos, y del Ayuntamiento y la Caja de Ahorros que ayudaron económicamente. El desembolso para ejecutar la actuación fue de 11.536.669 pesetas (69.336 euros).
Concebido como un núcleo rural, un pueblo de construcciones de ladrillo revestido y pintado de blanco, el barrio de La Vega se fue integrando progresivamente en la ciudad. Los altos edificios de San José fueron poco a poco rodeándolo. Frente a la especulación y el aumento del terreno urbanístico, el barrio logró una protección, inferior a la del casco histórico pero suficiente para preservar tanto sus actuales edificios como sus peculiares patios ajardinados y su diseño urbanístico. En 1994 se creó un Plan Especial de Régimen Interior (PERI) para defender cada una de las estructuras del área trastormesina. Fueron los salmantinos que residen en la zona, entre ellos el actual presidente de la asociación de vecinos, Federico Chico Arévalo, quienes impulsaron este proyecto destinado a preservar la esencia de La Vega. Este documento, asumido posteriormente por el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 2007, protege la fisonomía de las calles e impide que se modifique la altura y diseño exterior de los edificios. De hecho, en caso de que se establezca algún deterioro, es obligatorio reproducir los volúmenes de la manera más fiel a la original.
El PERI preservaba también uno de los elementos más característicos del barrio, los patios-jardín, así como el mobiliario urbano de las calles que vertebran la zona.
Aunque el exterior de La Vega se mantiene igual que hace más de setenta años, muchos propietarios han reformado sus interiores adaptándolos a los nuevos tiempos. El borrador del Plan Integral de Rehabilitación Urbana presentado por el Consistorio en 2016 apostó por la regeneración de las zonas de la capital más deterioradas, incluyendo los bloques del barrio de La Vega entre las construcciones en las que era necesario actuar. Ahora urge una nueva intervención que se prolongará probablemente hasta final de legislatura.
