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El actor Imanol Arias JAVIER NAVAL
Imanol Arias: “He tenido la suerte de gustar siempre y quiero corresponder al público”

Imanol Arias: “He tenido la suerte de gustar siempre y quiero corresponder al público”

“En Salamanca hay un chorizo tan bueno o más que el de Riaño” | “Juan Diego me dijo que debía intentar ser artista y Pedro Masó me convenció para hacer televisión”

Jueves, 5 de mayo 2022, 12:41

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Imanol Arias está de vuelta en los escenarios con “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller, que llega los días 13 y 14 de mayo al Teatro Liceo de Salamanca.

–“Muerte de un viajante” es una obra cumbre del siglo XX.

–Aunque es una pieza clásica, hay una reacción del público como si fuera novedosa y la viera por primera vez. Estoy contento, sorprendido y muy apechugado, como decimos los leoneses.

––¿Apechugado?

–Lo que haces con respecto a la pieza teatral debe ser muy pulcro, muy artístico y con una capacidad de comunicar sensaciones muy grande. Y tienes que aprender a vivirlo. Siendo un artista, en la itinerancia debes tener una conexión muy rápida con la ciudad, con el escenario, con el público, que es lo que conforma el teatro. Estoy viviendo una experiencia increíble quizás porque estoy trabajando con mi hijo mayor: Jon es uno más de la compañía, pero a la hora de darnos el abrazo de buenas noches es mi hijo. Salamanca se nos ha insertado en el corazón y queremos hacer una función tributo a Salamanca, donde reconozco que hay un chorizo que es tan bueno [risas] como el de Riaño o mejor. Salamanca es universidad, historia, lengua... e ir con un Miller es una gozada. Es sorprendente cómo se han vendido las entradas y esa reacción del público nos anima a hacer un buen espectáculo.

–¿Tiene lazos con Salamanca?

–De Salamanca tengo recuerdos familiares. Una hermana de mi madre se casó con un salmantino que, además, fue mi maestro y profesor de escuela. Seguro que de Salamanca tengo muchos trazos en mi acento y en mi forma de hablar castellano. Es muy lindo, un orgullo (¡ole!), que Salamanca nos haya contratado dos días, con lo que la experiencia tiene mucho de cuaderno de bitácora. A mí Salamanca me gusta pasearla y revivirla. Es una ciudad muy arquitectónica, que no se ha hecho grande, y tienes la sensación de que los acontecimientos históricos están presentes. Y recorro la parte universitaria, yo que no soy universitario, como un espacio en el que alguna vez me hubiera gustado interpretar. En Salamanca, además, hay que sentarse a comer, recorrer los bares. Soy embajador de Rejón, un vino que se hace con uvas zamoranas de Toro, y me dedicaré a pedirlo.

–Le recordamos en “Un país para comérselo”.

–Fue una gran experiencia, con un éxito enorme y una audiencia de tres millones de personas a la una de la mañana de los jueves. Juan Echanove es un actor con un lado sabio respecto a la gastronomía y no solo hacíamos un recorrido cómodo y brillante con los mejores restauradores. Era patear, ir en bicicleta, ver a los productores más curiosos. Todos tenían algo especial, como cuando me tiré dos días pastoreando en Castilla la Mancha para probar un queso.

–Echanove echaba las muelas cuando le ‘mataron’ en “Cuéntame”. ¿Imanol Arias quiere que le liberen de esta serie tan longeva?

–Es muy curioso trabajar 20 años en lo mismo y desarrollar una historia audiovisual puntera. Para mí la preocupación no es que se acabe alguna vez, sino que acabe bien. Para que acabe bien hay que prepararlo. Cuando se sepa cuándo es la última temporada de “Cuéntame” nadie llorará y nuestra obligación debe ser cerrar esta enciclopedia entendiendo qué hemos hecho. Es muy difícil irse de “Cuéntame” y Echanove era un 30%, un 40% de la serie. Por ella han pasado muchísimos actores y muchos han dejado una huella enorme. Si alguien se ve apeado es normal que se cabree y seguramente tenga razón.

–Usted no quería hacer televisión y le convenció Pedro Masó.

–Soy el tipo con más suerte y más confundido del mundo: todo lo que no quería hacer ha sido parte de mi vida. Masó me ofreció “Anillos de oro”. Yo estaba haciendo cine y el cine me había arrancado del teatro. No quería hacer televisión, me parecía que no era el momento y Marsó me convenció. Me dijo: “Está totalmente equivocado, pero allá usted. Esta serie está escrita para Ana Diosdado y Eusebio Poncela, pero Eusebio no puede. Si usted cree que no puede hacer un trabajo del señor Poncela, lo entiendo”. ¡Ostras! ¡Afortunadamente, me puso firme! Masó ha sido mi padre televisivo y “Anillos de oro” mereció la pena.

–Se había plantado en Madrid con 19 años recién cumplidos.

–Vine a Madrid porque alguien iluminó un faro. Cuando yo estaba en una compañía de teatro de la universidad, llegó el maestro Juan Diego a hacer “Los acreedores’ de Strindberg. Ahí conocí a este hombre que terminó por la noche en mi casa, bebiéndose la mejor botella de whisky que tenía mi padre, que se despertó y se llevó un susto tremendo. Juan Diego le dijo: “El muchacho está ‘envenado’ y va a ir a Madrid”. Y a mi padre no le preocupó eso; le preocupó que había bajado media botella de Johnnie Walker Etiqueta Negra de cuando era marino. Y me vine a Madrid porque Juan Diego me dijo: “Si sientes esta profesión, todas las dudas son irrazonables. Tienes que intentarlo. Si uno se siente artista, debe darle cauce. Ser profesional vendrá después”.

–Llegó sin nada a Madrid.

–Es verdad que algunos días me quedé sentado en el metro porque no tenía para la pensión. Era muy joven y lo pasé mal. ¿Era duro? Duro era ir a una obra a las 7 de la mañana y trabajar con las manos llenas de callos. Si este oficio lo encaras como una carrera hacia el éxito, los comienzos te parecen terribles porque todo va muy despacio. Pero si piensas en la interpretación como una forma de vivir, todo forma parte de un relato: la película que va mal, el casting en el que no aciertas... Ahora hay gente muy talentosa en este oficio, pero la experiencia de vida la tienen a través de lo virtual, de los self-tapes y las pruebas continuas. Todos hacemos castings y para todo: si hay que hacer de Imanol Arias a los 66 años, yo voy y me hacen casting, a ver [risas] si doy o no de Imanol Arias.

–¿Por qué ir de gira teatral un año en vez de descansar?

–A mí me ha construido el oficio y cuando comencé no tenía armas de formación que me entusiasmaran tanto como el teatro. Y dentro del oficio me han influido mucho los viajes continuos e inesperados, el paisaje y las gentes. De todas las medallas que le pueden poner a uno, hay un uniforme continuo que me acompaña y es gustar a la gente, independientemente de que esté mejor o peor. Yo he tenido la suerte de gustar y solo he tenido ansias de vivir eso correspondiendo a la gente, al público y al oficio. Viajar, conocer, comer, beber, amar e interpretar son los mandamientos de una vida plena. Soy una persona reconocida y tengo la posibilidad de seguir enfrentándome al hecho de trabajar en algo artístico, que afecta a las emociones. Y en los últimos años hemos aprendido que las emociones son la energía humana más parecida al Big Bang.

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