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Caminar por las calles de Coca de Alba puede ser como volver atrás en el tiempo, sobre todo cuando se recorre la calle Larga. Sus pequeñas viviendas pueden hacer pensar en un tiempo en el que las personas eran más bajas o en que la situación económica hacía recurrir a cualquier estrategia para abaratar costes. En Coca de Alba llama la atención el reducido tamaño de las viviendas, al menos de sus fachadas, de sus puertas y ventanas. A algunos les puede recordar Liliput. Incluso un joven que vive en una de las pocas que están rehabilitadas las compara con las de los Hobbits, aunque en su caso se encuentra satisfecho porque dice que en su interior no son tan pequeñas porque los techos
van subiendo con la caída del tejado. Tampoco las ve tan bajas Adoración Vicente, alcaldesa de Coca de Alba, que antes no se había parado a pensar en que en verdad su pueblo puede ser el que más casas de este tamaño conserve. Ella insiste en que una vez dentro no se ven tan pequeñas y, casualmente, pasó su infancia en una de ellas. «De niños vivimos en la casa de la señora Nicanora», recuerda. Entonces no la veía tan pequeña, pero ahora si no se agachara pegaría con su cabeza en el marco de la puerta.
Bajo su punto de vista no eran casas de pobres y tanto ella como vecinos de la localidad como Lola Hernández y Luis Miguel Chicharro opinan que la reducida altura de
estas viviendas podría deberse a que se haría más fácil calentarlas en invierno y también se reducirían materiales a la hora de construirlas.
«Si te vas a la zona pirenaica hay muchas casas de esta altura y es todo por el frío; esto es también muy típico en la zona castellana», considera Luis Miguel Chicharro.
Paseando por las calles Vista Alegre, Traviesa y Larga se cuentan al menos una docena, alguna más perjudicada que otra. Algunas conservan los antiguos portales del lugar. Dori, Luis Miguel y Lola se refieren a ellas por el nombre de las personas que vivieron allí. La alcaldesa cuenta que «la casa de Ramona era la más bajita». Ya no existe pero permanece en la memoria de Dori. «De niños veníamos a tirarle los dientes porque tenía el tejado bajito y cuando se nos caía un diente nos decían que teníamos que tirarlo a un tejado y lo tirábamos aquí», recuerda.
«Es una pena, la gente que sabía de estas casas eran mayores y ya se han muerto», lamenta Lola, que tiene casa en Coca, pero normalmente reside en Galapagar. También recuerdan con cariño «el corral de Minino», hoy en ruinas. Su dueño era también pequeño: «no necesitaba más altura», aseguran con una sonrisa.
Adoración Vicente cuenta que a una de las antiguas casas de Coca de Alba la conocían como el Portal de Belén. Esta vivienda está hoy en muy mal estado pero tenía un portal en su entrada y allí solían escenificar cada Navidad un belén viviente. Dicen que en esta misma casa pernoctó Santa Teresa de Jesús a su paso por Coca de Alba. Probablemente la Santa pasó por esta localidad en más de una ocasión, razón por la que cada año pasa por este pueblo la Marcha Teresiana.
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