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Una investidura para Reyes

Martes, 24 de diciembre 2019, 04:00

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Pedro Sánchez le ha pedido una investidura a los Reyes Magos. Eso sí, como él es el presidente del Gobierno ha decidido que su regalo tiene que llegar antes que los demás. Sabe bien que su “juguete” no es nada fácil de conseguir; sobre todo porque para hacerlo es preciso cambiar de amigos y de reglas. Pero ya le ha comunicado a los de Oriente que le da lo mismo: que ya hasta le ha cogido el gustillo a negarse a sí mismo y que hará lo que haga falta. Y más ahora que Europa le ha dado un empujoncito para tirar para adelante como si fuera montado en una apisonadora, al resolver que Junqueras gozaba de inmunidad desde el mismo momento en que fue elegido eurodiputado y, por tanto, el Supremo español no debería haber impedido que fuera a recoger su acta de parlamentario europeo.

Eso sí, que el líder de ERC ahora ya no esté en prisión preventiva, sino condenado en firme cambia las cosas de tal modo, que sería impensable que abandonara la cárcel. Solo podría ser posible si la Abogacía del Estado -que más que del Estado es del Gobierno- en vez de presentar las alegaciones pertinentes sobre esta sentencia, que cambia la Jurisprudencia europea al establecer que la condición de eurodiputado se adquiera sin tener en cuenta las circunstancias políticas nacionales, renuncie a hacerlo y a su propio criterio anterior, si se lo “piden”.

Y es fácil que lo hagan, porque parece que solo con esa renuncia ERC se decidirá a darle el ansiado sí a Sánchez, que lo recibirá con los pantalones en los tobillos, y justificando tan indecorosa como ya habitual postura, con el ya conocido enarcado de cejas y el más que repetido tono de voz de las mentiras. Con todo, hay que decir que la legislación española, más allá de todo lo que la retuerza el equipo de Sánchez para conseguir su propósito, está llena de contradicciones que deberían ser revisadas en algún momento.

Pero eso no es óbice para que muchos expertos consideren que ese vergonzoso regalo de Reyes que Sánchez quiere antes de Reyes para que pase desapercibido ante la sociedad española, puede volverse contra él. Sobre todo si queda claro que con tal de que sea suyo, no solo es capaz de ceder a una negociación bilateral sobre el futuro de Cataluña y traicionar con ella los principios constitucionales sino, además, inducir a la Abogacía del Estado a cambiar de criterio, para conseguir sus fines. Porque eso sería prevaricación. Y difícilmente se podría ignorar por mucho que el presidente quisiera celebrar la investidura antes de que lleguen el oro, el incienso y la mirra.

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