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La aprobación de los Presupuestos con el apoyo de Podemos y de los separatistas (188 votos en el Congreso de los Diputados) ha traído consigo la sospecha de que estamos no ante un bloque estabilizador sino ante un auténtico frente anticonstitucional, que apoya unos presupuestos no para 2021 sino para toda la legislatura. Lo que nació como una suma coyuntural de fuerzas dispares para echar a Rajoy ha pasado a ser una alianza de contornos inciertos entre los dos partidos de la izquierda y las múltiples fuerzas separatistas.

Según Ignacio Varela, al aprobar los Presupuestos hubo dos nacimientos: el de un Presupuesto para tres años y el de un bloque político de poder dispuesto a perdurar durante muchos más. Lo que Pablo Iglesias, autor intelectual de la criatura y comadrona del parto, llama “la nueva dirección del Estado”.

El profesor Manuel Sanchís, por su parte, considera que los Presupuestos para 2021 son doctrinarios. Para Sanchís, en primer lugar violan la regla de oro que prohíbe financiar con deuda pública el gasto corriente, y las pensiones lo son. En efecto, la fuente principal de financiación de nuestro sistema público de pensiones son las cotizaciones de empresarios y trabajadores de los distintos regímenes. Sin embargo, una vez agotada la hucha de las pensiones, dicha financiación se ha completado con créditos.

La crítica de Sanchís se refiere también al aumento de la presión fiscal, que considera “un delirio extravagante”, pues consiste en asfixiar la economía cuando lo que más necesita es oxígeno para crecer, es decir, políticas contra cíclicas y ultra laxas. En el ámbito presupuestario lo adecuado sería no tocar los impuestos, o mejor aún, rebajarlos o aprobar una moratoria fiscal, tanto de impuestos como de contribuciones sociales.

En cuanto a los ingresos, este profesor valenciano los considera fruto de la fantasía:

[...] la pandemia invalida algunos de los supuestos sobre los que descansan. Por el lado del gasto, sería bueno tomar muy en serio las recomendaciones de AIReF sobre los excesos en AVE y otras ayudas inútiles a la industria. Son acciones heterodoxas que perpetúan la ambición asistencialista del Gobierno y su indisimulada querencia por proporcionar la sopa boba a empresas sin futuro. Mejor sería invertir los fondos europeos prometidos en un proyecto de España transformador y bien ensamblado, que apueste por sectores de alta productividad y que mejore nuestra competitividad.

En resumen, un desastre para 2021.

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