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A don Estella, mi maestro

A Romana González, “La Merenguera”, nacida en 1844, Antonio Alfonso L. de las Mozas (a) Delás en su libro “Parodias y glosas”, editado por la librería de Fernando Fe, de Madrid en 1915 con prólogo de Cándido Rodríguez Pinilla, le dedica un precioso romance en su página 17:

Es la misma de siempre, la misma; / ayer la vi en la Glorieta / una tarde muy fría, por cierto / y ella sin sentirlo; / la arropa su cesta. / Y así muchos años / Romana la lleva / surtiendo a sus casas; / corriendo plazuelas. / Yo recuerdo sus tiempos mejores / en los días de toros y feria. / Con su gran abanico y sus voces / alegraba la plaza y la fiesta. / Que “porque ha querido” / y aunque no quisiera, / por eso ha venido / vuestra Merenguera. / Esos días de toros tan célebres / que son conocidos en España entera, / ese mes de septiembre dichoso / no pué concebirse sin la Merenguera. / “Que hoy los llevo tiernos.” / “Que son de canela.” / “¿pruébelos don Paco?” / - Se agradece, prenda. / Más los años se pasan, no en balde / pues los años son nuestra piqueta. / Y así pasa el tiempo, / y siempre contenta / vendiendo merengues / va la Merenguera.

Y con motivo de su fallecimiento, tras larga enfermedad el 30 de noviembre del mismo año 1915 en su vivienda del Pozo del Campo, número 18, El Adelanto le dedica una “Quisicosa” de despedida:

“La Merenguera ha venido”. / “La Merenguera se va”. / La Merenguera ha rendido / viaje del que no vendrá. / Y al saber la nueva triste / de la pobre Merenguera / la musa cascabelera / de negro crespón se viste. / Con su alegre clamoreo, / pulcra, honesta, servicial, / aún parece que la veo. / Su pregón, repiqueteo / era de marcha triunfal; / tal como lo fue su vida / vida de labor constante.... / Aún cuando la gente olvida / quizá en el mejor instante. / Fue la popular Romana, / de varias generaciones / infantiles, flor galana / de bien dulces emociones. / Con su cesta desbordante / de sabrosas golosinas, / recorría jadeante / nuestras calles salmantinas. / Y desde el alba a la noche, / en rudo trajín tenaz / iba labrando su broche / de tranquila y tierna paz. / “La Merenguera ha venido.” / Y siempre el grito gentil / con júbilo recibido / fue entre la tropa infantil. / Más ocurrió que en un día / frío, triste, de aflicción, / no se oyó la algarabía / del pintoresco pregón. / Y hacia el reino del olvido / llevan una caja ya. / “La Merenguera ha venido” / “¡La Merenguera se va!”.

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