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El rasgo más característico del sistema de partidos diseñado en España es la implantación de un modelo más apoyado en la endogamia que dirigido a una apertura hacia la sociedad. Este modelo tan cerrado pronto comenzó a mostrar deficiencias evidentes difícilmente reconciliables con los ideales democráticos. Como ha escrito Fernando Vallespín, la democracia liberal ha entrado en una nueva fase, en la que sus principales agentes dan síntomas de agotamiento: “La dificultad comienza a la hora de buscar las causas de esta situación (galopante crisis de representación, creciente falta de conexión entre los partidos con su electorado tradicional). Sin partidos que funcionen, no hay democracia”. La gobernabilidad se logró a costa de cartelizar a los partidos y restringir su democracia interna, amén de controlar casi todo el orden institucional, incluyendo a aquellos órganos independientes que debían quedar a salvo de intereses partidistas.

La Ley Orgánica de Partidos (LO 54/1978) nunca ha servido, a los partidos no se les obliga a nada. De hecho, los controles de sus trapacerías internas han sido inexistentes. Por ejemplo, la defenestración totalmente ilegal de Tomás Gómez a manos de Pedro Sánchez jamás tuvo consecuencias judiciales para Sánchez.

Y los nuevos partidos, que venían a “renovar y a adecentar” el sistema, no han hecho sino lo que criticaban, y ahí está el “pucherazo” de Ciudadanos en Castilla y León y, aún peor, las primarias de Podemos. Si usted aspira a ser diputado de Podemos tiene que estar en la lista que encabezará el Gran Timonel. El resultado está cantado: Pablo Iglesias designará todos los candidatos de su lista, los ordenará a su conveniencia sin especificar siquiera por qué provincia irá cada uno de ellos y esa lista oficial será proclamada vencedora por incomparecencia de otras.

Acaba de conocerse una sentencia que pone en evidencia la chapuza sistemática que los jefes podemitas hacen a través de un sistema informático manipulado. En efecto, Francisco Javier Pérez Quevedo, coordinador informático de Podemos, aseguró ante el juez que “desde su ordenador portátil, él podía acceder en cualquier momento de las votaciones y conocer los votos emitidos y sus destinatarios”. Y cambiar a estos últimos, añado yo.

También Leonardo Díez Dolinski, el técnico de Podemos encargado de controlar el secreto de las votaciones, le dijo al juez que “el partido político podía acceder a la votación y conocer quién había emitido el voto, y a favor de quién”.

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