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Mis amigos Ernesto y Fernando están ya con la cuenta atrás de su segunda participación en la que será la 25 edición del Rallye de Montecarlo Histórico, algo al alcance de muy pocos, viejas glorias del automovilismo, millonarios -excéntricos o no- y millonarios en ilusión y tesón, como es el caso de nuestros dos paisanos con los que tengo el gusto de compartir estos momentos. Locos por las carreras.

Aún está fresca su/nuestra primera participación en “el Monte” de 2017 con un Seat 128 de 1978 con aquel extraño color beige mate que lanzó el fabricante español; un 128 matrícula SA-7816-D de serie, pero con el que la pareja charra consiguió llegar a Mónaco en el puesto 267 (participaron 328 vehículos clásicos) y 159 de su categoría. Fue aquella toda una aventura para la primera participación de unos salmantinos en una de las pruebas más icónicas del automovilismo mundial, pues la parte más dura de la prueba, la noche del Turini, la hicieron sin frenos, episodios de El Quijote que todos -eso espero- llevamos dentro. El Col de Turini además sin frenos, es aún más Turini. Y conscientes de que la vida no puede ser vegetar, Ernesto y Fernando se lanzaron -pandemia mediante- a preparar el Montecarlo 2023. Encontraron un R5 TS matrícula SA-5816-E del 79 y empezaron a reconstruirlo prácticamente de cero: motor, carrocería, barras antivuelco, llantas del coche de Dios, el R5 Copa, y listo para Reims, la maravillosa ciudad francesa, capital del champán, desde la que saldrán en su etapa de enlace de 1.000 kilómetros junto a los que lo harán desde Londres, Turín, Bad Homburg y Oslo, para unirse en Mónaco y empezar el rallye. En 2017 les correspondió salir desde Barcelona, histórica salida ibérica del rallye de Montecarlo “real” junto a Almería y Lisboa. El 26 de enero los salmantinos vuelven a la carga para hacer frente al día, a la noche, al hielo, a la nieve y al cronómetro, un ritual que solo algunos podemos traducir, entender y sentir y que atesora buena parte del secreto de la vida: la ilusión, el romanticismo y el compañerismo.

Desde Salamanca a Montecarlo pasando por Reims con la promesa de cumplir sueños, que es de lo que es trata, y hacerlo desde una ciudad, la nuestra, tan cerrada para casi todo, de ahí que Reims sea otro sinónimo de ventana, un soplo de aire fresco, unas burbujas doradas -Pommery, por favor- sobre nuestra ciudad muy dorada. Oro líquido sobre oro de Villamayor. Suerte.

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