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No habrá otra oportunidad

Martes, 22 de octubre 2019, 05:00

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DICEN los que saben, que del jueves 24 no pasa. Que la exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos y su posterior reinhumación en el cementerio municipal de Mingorrubio-El Pardo ya está escrita y que la familia del dictador, que tanto se empecinó en hacerlo, ya no la podrá parar. Más allá de que sacar al que se llamara a sí mismo “Generalísimo” vaya a costar la friolera de 63.061,40 euros —que espero que pague su propia familia— lo demás es ya pecata minuta. Porque, en realidad, en cuanto Franco sea enterrado en su ataúd nuevo y trasladado —sin honores ni bandera— al panteón familiar donde descansa el cuerpo de su mujer, el vodevil habrá terminado.

No tengo ánimo de ofensa para nadie al llamar vodevil a lo que se ha montado en torno a esta exhumación, pero si empiezo a recopilar detalles de lo acontecido no puedo evitar pensar que con todos ellos se hubiera podido escribir una comedia. ¿Recuerdan ustedes que en medio del proceso pintaron la tumba maldita? ¿Que la familia se enfrentó a la Iglesia queriendo elegir tras el Valle de los Caídos, la Almudena como lugar para el descanso eterno —y la visita perpetua— del finado? ¿Que el prior se empeñó en decir que pararía el proceso oponiéndose a él ? ¿Que desde que todo comenzó hubo quien estuvo a punto de pegarse con los Guardias Civiles para que les permitieran asistir a una misa junto a ese cadáver que dentro de poco dejará de estar allí? Pues por suerte, si todo sale bien, el jueves este circo habrá terminado.

Aunque algunos piensen que se podría haber elegido otro momento o que todo esto se ha aprovechado con fines electoralistas (esto, y cualquier otra cosa, ya lo sabemos los sufridos votantes), lo que a mí me ha parecido más extraño desde el principio es que los nietos de Franco no hayan sido capaces de facilitarlo. Si se hubieran plegado al sentir de la mayoría de los españoles, y hubieran tratado de contribuir a la paz social tras cuarenta años de Democracia todos se lo hubiésemos agradecido. No se trataba de que renegaran de su familiar, solo de que intentaran ponerse en el lugar de tantos de sus compatriotas y tuvieran con ellos un acto de solidaridad, generosidad, hermandad y respeto. Hubiera sido una oportunidad única para que ellos, pese a su apellido, maldito para tantos, demostrasen que en todas las familias del mundo, se puede dar, alguna vez, un comportamiento ejemplar. No volverán a tener otra oportunidad.

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