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También conocida como “Misa de María Auxiliadora” fue compuesta para tres voces mixtas (tiple, tenor y bajo) y órgano, sobre temas de la Misa solemne que se cantaba en algunos pueblos salmantinos, siendo estrenada el 24 de mayo de 1963, en la iglesia de san Benito.

El Instituto Diego Velázquez de Investigaciones Científicas patrocinó a don Aníbal una campaña por los pueblos de Salamanca para obtener material que diera lugar a su futuro “Nuevo cancionero salmantino”, de 1943. Aprovechó la ocasión para escuchar la Misa popular en varios de ellos, tomando apuntes completos o parciales en Barruecopardo, Encinasola de los Comendadores, Macotera, Mogarraz, Robliza de Cojos y Valderrodrigo. Posteriormente copió en cinta magnetofónica las versiones de Martinamor, Parada de Rubiales, San Pedro de la Cuesta y san Pedro del Valle y detalles en Forfoleda, Pozos de Hinojo y Torresmenudas.

En las citadas misas aparecen melodías y cantos influenciados y desprendidos del rito mozárabe que, desde tiempo inmemorial, se conservaba en la catedral salmantina. Afirma el autor que ha recorrido todos los pueblos en los que se conservan con la mayor pureza cantos y melodías estudiando cada estrofa y sus frases musicales para conseguir una auténtica Misa charra. Trataba de lograr que estas exquisitas y venerables melodías, amenazadas de desaparecer engullidas por otras más modernas, no desaparecieran.

Se propuso, sintiendo hondo, pensando alto y diciendo claro hacer con estos temas una Misa de acendrada tradición, religiosidad y vocación, aplicándoles el criterio y espíritu de musicalidad brillante y sabor litúrgico de la Misa en sí menor de Joham Sebastian Bach, de la Misa de la Inmaculada Concepción de Vicente Goicoechea Errazti y de las Misas de Pontificalis de Lorenzo Perosi, obras éstas de los tres autores más admirados y de su mayor devoción artística.

Destaca el Patrem Omnipotentem del comienzo del Credo. Por ello no está de acuerdo con los que afirman que el Credo es muy aburrido, pues en él se han introducido los temas más castizos, ungidos, musicales y lígrimos.

Sí reconoce como fracaso el Et in Spiritum Sanctum Dominum en que puso todo el empeño dándole un subido misticismo musical al estilo de los músicos del siglo XVI. Sí han reparado los críticos en que hay algo en el Sanctus, en el Benedictus y sobre todo en el Agnus, que consta de un ingenuo tema popular presentado por los tiples, en los Misereres penitenciales a la manera de Goicoechea, finalizando con el brillante Dona Nobis Pacem en un estilo imitado, deducido de los cantos de Gloria, en la estela de Perosi.

Está de acuerdo con quien dijo que los Kyries no son charros. La razón es que los temas populares de esta parte de la Misa no le han dado motivo suficiente para hacer una composición que tenía que ser el preludio o presentación de la obra.

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