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Augusta Carolina Otero Iglesias nace en Ponte de Valga el 4 de noviembre de 1868, hija de madre soltera. Internada en un asilo, es violada a los 10 años por un zapatero llamado Venancio Romero, quedando estéril, por los abusos sufridos. A los 12 se junta con unos cómicos y pasa a Portugal, escapándose con su novio Paco y abandonada, llega a Barcelona actuando en el Palacio de Cristal. En 1888 se convierte en amante del banquero millonario Ernest Jurgens, convertido en su Pigmalión, quien le aconseja marche a Marsella, donde por su aspecto es considerada gitana y nacida en Andalucía, circunstancias que no desmiente y después a París, donde llega en 1889. Se casa con el conde Guglielmo.

En 1890 viaja a Nueva York, Cuba y Argentina y de vuelta en Europa marcha a Rusia. En su regreso a París actúa como principal atracción durante mucho tiempo en el Folies Bergère y en el Cirque d’Eté. A parte de sus éxitos como artista cosecha grandes triunfos como cortesana, convirtiéndose en amante de una larga lista de personalidades: Aristide Briand, exprimer ministro, Boni de Castellane, Cornelius Vanderbilt, barón de Ollstreder, gran duque Pedro Nicolaevich (nieto del Zar Nicolás I), Alberto de Mónaco, el káiser Guillermo de Alemania, el emperador Thaso de Japón, Nicolás II de Rusia, Eduardo VII de Inglaterra, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII...

La retrataron Julio Romero de Torres, Renoir y Toulousse Lautrec, D´Annunzio y Eduardo Marquina le enviaron versos y José Martí le dedicó el poema “La bailarina española”.

Se retira en 1910, tras un accidente automovilístico, poseedora de una gran fortuna en joyas y propiedades, dilapidadas en el juego de los casinos de Niza, Montecarlo y en ignorados garitos, falleciendo por paro cardíaco, en la más absoluta miseria en una pensión que sufraga el Casino de Montecarlo, el 12 de abril de 1965, siendo enterrada en el cementerio de Niza, bajo el lacónico epitafio: C. Otero.

En su pueblo natal, en 2002, se colocó un monumento de bronce, de 175x104x60 cm, con pedestal de piedra, del escultor gallego Camilo Seira, que sirviéndose de las postales de la época la presenta en actitud de comenzar un baile con los brazos medio levantados. Luce falda que cae desde las caderas en suaves simétricos pliegues y presenta el busto desnudo, solo cubiertos los senos por sugerente corpiño dotado de grandes botones charros y refinados adornos de filigrana salmantina, repetidos en el colgante desde el sujetador hasta el ombligo, filas de granos caídas desde los hombros y en el tupido collar de varios hilos de bolas. La cuidada cabellera, con guedeja recogida en simétricos mechones, así como los pendientes, también lucen el adorno de hilos de filigrana charra y repite los botones charros en varios anillos. Con tal atuendo se presentó en numerosas ocasiones bailando sobre todos los escenarios del mundo en que actuó.

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