Solo hay un camino
Arrancó anoche una campaña electoral decisiva para el futuro de España, en la que nos jugamos mucho más que un Gobierno
De manera oficial arrancaba anoche la campaña electoral, aunque sospecho que no hemos dejado de estar en campaña desde hace años. La diferencia es que ahora tenemos por delante solo diecisiete días para que se decida el futuro de España.
Creo que al menos en un par de ocasiones he escrito en esta misma columna que estábamos ante las elecciones más importantes de la historia de nuestra joven democracia. Y lo malo del asunto es que también entonces estaba convencido de lo que decía, solo que ahora es más cierto que nunca. En las urnas del 23 de julio nos jugamos el futuro de nuestros hijos, el que puedan vivir en una democracia consolidada, homologable a las de los países más desarrollados de Europa y no en una España que camine con paso firme hacia el populismo de extrema izquierda, con ribetes comunistas y bolivarianos.
Nos jugamos mucho más que saber quién va a gobernar el país durante los próximos cuatro años. Está en juego el tener al mando de la nación a una persona normal, sensata y cabal, o seguir con los desvaríos de un personaje endiosado, cuya única ideología consiste en la ambición de poder. En las urnas se decidirá el signo de los tiempos que están por venir. Parece claro que ganará Alberto Núñez Feijóo, aunque hay encuestas, todas del CIS de Tezanos o de medios cercanos al sanchismo, que dan una posibilidad al actual presidente, aunque sea sumando con todo el equipo Frankenstein.
La victoria del PP, si se confirman la gran mayoría de los sondeos independientes, abre dos escenarios, dependiendo del recuento final de votos. Si Feijóo consigue una victoria amplia con más diputados que la suma del PSOE y Sumar, tendrá la fuerza suficiente como para no sentirse obligado a contar con Vox en su Gobierno, y bastaría con un apoyo externo de los verdes para sacar adelante la legislatura. Eso contando con que Santiago Abascal no quiera suicidarse obligando a una repetición electoral por bloqueo.
El otro escenario supondría una victoria ajustada de los populares, a poca distancia de los socialistas, y con los verdes pisando fuerte con escaños suficientes como condicionar al PP y exigir a cambio entrar en el Ejecutivo.
¿Qué sería mejor para España? En mi opinión, lo fundamental es pasar la página del sanchismo y de sus espantosas alianzas, y a partir de ahí lo más importante es que se configure un gobierno fuerte y estable. Con Vox dentro habría más peligro de algún retroceso, sobre todo en temas sociales, pero nada comparable a la tensión autócrata y los experimentos de ingeniería social de ultra izquierda a la que estamos siendo sometidos en los últimos años. La prueba de que no habría medidas radicales de extrema derecha la tenemos en la Junta de Castilla y León, donde la presencia de Vox no ha provocado ningún destrozo social ni ha torcido las políticas de protección de la mujer y de los inmigrantes, por poner solo dos ejemplos.
En Salamanca se librará una pequeña batalla dentro de esa gran contienda nacional del 23-J. Salvo sorpresas, lo que está en juego es el color del cuarto diputado, teniendo en cuenta que el PP tiene dos seguros y el PSOE otro. En las últimas generales el cuarto escaño cayó del lado de Vox, pero estábamos en 2019 con un Partido Popular hundido por la bisoñez y la mala uva de Pablo Casado y sus acólitos. Ahora el escenario es diferente y esa acta está más cerca del PP o del PSOE que de los verdes.
Como decía ayer el socialista David Serrada, «nos jugamos mucho», y como apuntaba Fernández Mañueco, «las urnas son el único camino…».
