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DE CALLE

Zapatero, el espantavotos

La desesperación ha llevado a Sánchez a utilizar al expresidente como gancho, aunque el recuerdo de ZP es más bien una pesadilla

Sábado, 15 de julio 2023

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En el colmo de la desesperación, el equipo de campaña de Sánchez ha decidido utilizar al nefasto Rodríguez Zapatero como segundo estandarte electoral tras el rostro del todavía presidente. Los estrategas de Moncloa y Ferraz de nuevo nos toman por tontos, o por desmemoriados, como si nos hubiéramos olvidado ya de la supina ineptitud del expresidente leonés, que dejó a España hecha unos zorros.

Con ZP nos hundimos en la crisis de 2008, que el «bobo solemne» (así lo bautizó Rajoy) negó con burdas mentiras (en eso fue un reconocido maestro y un evidente antecesor de Sánchez), y con su apoyo entusiasta al separatismo arrancó la deriva golpista en Cataluña que desembocó en el golpe, entre otros muchos males debidos al 'artista' de la ceja.

Por su pasado, Zapatero debería permanecer escondido en los más profundos cajones de la desmemoria, y por su presente, el castigo debería ser todavía peor, porque su condición de lacayo de las satrapías venezolanas, cubanas y nicaragüenses lo convierte en un espantavotos profesional.

Lo más sorprendente es que haya militantes socialistas que le añoren y le jaleen. Aparte de los más incondicionales del partido, el leonés despierta en la generalidad de la ciudadanía casi tanto rechazo como el propio Sánchez. La multiplicación de la presencia zapateril en los medios de comunicación en los últimos días confirma el carácter suicida de los gurús de la campaña del PSOE. Si el objetivo es perder más votos después de la gran pifia de PS en el debate con Feijóo, están en el camino correcto.

La campaña montada por el aparato sanchista se está hundiendo con estrépito. Esa ocurrencia de llevarle a hacer un poco el payasete por los platós de las televisiones y los estudios de las radios a los que no había acudido en cinco años de gobierno tuvo un recorrido corto y no consiguió su objetivo de humanizar al personaje altivo y chulesco que lleva dentro.

Sin embargo, sería un error achacar a los asesores el hundimiento de las expectativas electorales de Sánchez. En el fondo, la derrota que le espera el próximo domingo se debe a dos hechos decisivos para su declive: el primero, que ya nadie le cree. Ha mentido tanto y con tanto descaro que ya no le creemos ni cuando por descuido cuela alguna verdad en su discurso. Y el segundo, que la gestión del Gobierno sanchista ha sido desastrosa durante estos cinco largos años de calvario. Empezando por cómo encaró la pandemia, con decisiones que llevaron a España a ser uno de los países de Europa con más muertos y con más daños a la economía, siguiendo con sus pactos apestosos con lo más canallesco del Congreso, y terminando por la sangría de nuestros bolsillos, con una presión fiscal de récord y un gasto público disparado que lastrará a las próximas generaciones.

Por más que se empeñen en Moncloa y Ferraz, los españoles no podemos olvidar las amistades peligrosas de Sánchez y los descarados favores otorgados a quienes trabajan día a día para destruir España. Ahí está el origen de la inquina que una mayoría de los votantes le tiene a Sánchez y que tiene su expresión callejera en el «que te vote Txapote».

Si a eso le unimos que esta vez tiene enfrente a un candidato del PP que es visto como una persona normal, alejada de narcisismos y estridencias, la derrota del sanchismo está servida. Solo falta conocer el alcance del batacazo que Sánchez se va a dar en las urnas y cómo el PSOE encarará el postsanchismo. Será necesaria una profunda catarsis para recuperar las esencias, si es que no se han perdido definitivamente entre las nubes de humo del Falcon.

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