...Y Sánchez dijo una verdad
El presidente reconoció haber sido informado por Ábalos. Y era cierto. Luego siguió con las mentiras, como siempre
El ambiente me recuerda aquellos terroríficos años noventa, cuando al PSOE de Felipe González le estallaban escándalos un día sí y otro también, desde Filesa a Juan Guerra, pasando por Ibercorp, el Cesid o el Gal. Ahora ya no existe el PSOE, pero el Partido Sanchista está viviendo una escandalera muy parecida. González solía negar la mayor al principio, luego arremetía contra los medios de comunicación y al final acababa cesando a los corruptos. Sánchez hasta hace dos días se aferraba al segundo paso: todos los casos que le rodeaban eran invenciones de la fachosfera, bulos de los pseudomedios y resoluciones de jueces prevaricadores que merecían retiros de cinco días, ataques a los magistrados y leyes para amordazar a la prensa.
De ahí mi sorpresa el pasado viernes ante la reacción del presidente del Gobierno a las últimas revelaciones de la UCO sobre la «trama Koldo». Es la primera vez en seis años que Sánchez no le echa la culpa de «su» corrupción al PP de Feijóo, a la prensa crítica o a la judicatura fachosa. Incluso llegó a decir una verdad y admitió que Ábalos le había informado de la irregular, ilegal y apestosa visita (los adjetivos son míos) de la narcodictadora Delcy Rodríguez.
El pasajero del Falcon hizo estas declaraciones en una rueda de prensa tras entrevistarse con el papa en Roma. Esa verdad que salió de la boca presidencial, más el hecho de que por una vez no insultara ni agraviara a la oposición o a los medios o a los jueces, o a todos a la vez, reluce como el sol y puede que en el futuro aparezca en la lista de milagros del papa Francisco... si lo canonizan, que lo dudo.
Bien es verdad que la conversión de Sánchez le duró lo que tarda en persignarse un cura loco, y a los dos segundos ya estaba mintiendo, que es lo suyo. Porque acto seguido aseguró que «cuando el Gobierno se percató de que había unas sanciones se canceló esa visita». Y hasta el papa sabe que la visita se produjo: en Barajas, con nocturnidad, alevosía y aparatosidad maletera.
Lo que no ha cambiado ni un ápice es la uniforme sintonía del coro de ministros. En cuanto el Puto Amo toca a rebato, salen todos en tromba a repetir la misma monserga. Unos con mayor fortuna que otros, pero todos con la misma letra. El otras veces hábil ministro de la Presidencia y de Casi Todo, Félix Bolaños, se quedó en blanco cuando le preguntaron por qué el Gobierno sanchista dijo en su día que se enteraron del viaje de Delcy cuando ya estaba volando. Eso no estaba en el guion y el experto en esgrima no tuvo otra salida que recurrir al ataque a la derecha («Lleva diez años intentando ensuciar el nombre del presidente...»), cosa que no hizo ni el mismísimo Sánchez.
Los óscares, López y Puente, se unieron al coro con la monserga esa de que su partido es el campeón de la lucha contra la corrupción y demás jaculatorias, sin olvidarse de atizar a Ábalos, que se ha convertido en el malo malísimo de la película.
La palma se la llevó, como casi siempre, la portavoz gubernamental Pilar Alegría. Esta señora no se cansa de mentir de la manera más descarada. No se da cuenta de que esa 'virtud' la tiene monopolizada el del Falcon. En esta ocasión llegó a decir que «no hubo ninguna reunión con Delcy porque conocíamos que había una sanción», como si Ábalos se hubiera reunido con las cuarenta maletas y no con su dueña. Y para remate añadió que «hubo exclusivamente una parada técnica por propio descanso del personal del avión». Esto último sin comentarios, que me da la risa.
Se ve que están muy nerviosos, empezando por Sánchez. La prueba es esa verdad que se le escapó en el Vaticano. ¡Cosas veredes!