En manos de «Puchi»
La única posibilidad de que Sánchez no pacte con todo lo peor es que Puigdemont decida que le conviene no hacerle presidente
«La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana». «Se trata de ganar o aprender». «La victoria y la derrota son dos impostores». Hay muchos dichos populares y frases célebres para encajar los resultados de las elecciones del domingo. Y una nueva: «No hay nada más amargo que una victoria agridulce». Que se lo digan a Alberto Núñez Feijóo.
Lo cierto es que el perdedor teórico de los comicios, Pedro Sánchez, es el ganador en la práctica. Si hay quien todavía confía en que el presidente del Gobierno en funciones se lo pensará antes de conceder cuanto le pidan Puigdemont, Otegui o Junqueras, que pierda toda esperanza. La única posibilidad, que no podemos descartar de antemano, es que el fugitivo de Waterloo decida que no le conviene mantener al inquilino de la Moncloa por cuestiones de estrategia personal y electoral. Al golpista prófugo puede apetecerle un montón bloquear la investidura y llevar a los españoles a una segunda convocatoria de resultado igualmente incierto para todos menos para él, que seguro obtendría un mayor porcentaje de votos, por aquello de que cuanto peor le vaya a España, mejor para sus adeptos. Y en las autonómicas del año que viene podría arrasar sin necesidad de indultos ni referendos.
Estamos pues en las manos de «Puchi» que es lo peor que nos podía pasar.
Ahora toca digerir los resultados del domingo. En Génova están repartiendo bicarbonato a paladas. Feijóo nada entre dos aguas: por un lado, reconoce que no ha cumplido las expectativas, en una autocrítica que le honra, pero por otro está empeñado en negociar el apoyo del PNV a una hipotética investidura. Este tipo de trabajos inútiles llevan a la melancolía. Los nacionalistas vascos no van a apoyar nunca un Ejecutivo con participación de Vox, entre otros motivos, porque en las autonómicas del próximo año serían barridos del mapa.
El problema del gallego se llama Vox. Sigo pensando que es un buen candidato, pero la alarma del «que viene la ultraderecha» moviliza y une a la izquierda, al menos en las generales. Uno de los grandes fallos de la precampaña del PP fue pactar con los de Santiago Abascal antes del 23J. Deberían haber esperado, como los socialistas hacen en Navarra, donde acabará de la mano de Bildu. La jugada era mala y la extremeña María Guardiola acabó de rematarla insultando un día a los verdes y negociando con ellos al día siguiente. Otro error fue no acudir al debate a cuatro en RTVE, pensando que el partido estaba ganado. Si a eso le sumamos la penosa campaña del «verano azul» y el fantasma de Dorado… En fin, que es muy fácil, y quizás injusto, señalarlo ahora, pero lo cierto es que al centro derecha no se le perdonan los yerros como a sus competidores de la izquierda.
El problema de Feijóo es Vox y el de Abascal es el propio Abascal. Ayer el candidato del partido al Congreso por Salamanca, Víctor González, le echaba la culpa al PP por pedir el voto útil. Yo creo que los verdes han cavado su propia tumba cuando, entre las dos almas de la formación, han optado por la radicalidad y han arrinconado a los moderados. Mejor harían los verdes en mirar hacia dentro y en buscar una alternativa a su jefe, si eso es posible en una formación tan personalista como esta. Lo ideal sería un entendimiento con los populares para formar un gran partido de centro derecha, un partido de Estado con propuestas razonables, que no rompan los consensos constitucionales y sean homologables en Europa, algo que no ocurre ahora con Vox.
Pero eso es soñar, y ahora lo que toda es meditar, digerir y esperar a que «Puchi» deshoje la margarita.