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«Tu in ea et eo pro ea» es el lema que figura en el escudo de la Casa De Alba que desde ayer ondea por partida doble y a modo de estela gigante en el castillo de Alba de Tormes. Literalmente el latinajo podría traducirse como «Tú en ella y yo por ella» aunque el significado, según los expertos en heráldica, es algo así como «Dios en la patria y yo por la patria». Un lema que seguro les encanta a los cargos de Vox en la localidad albense, aunque su pretensión, anunciada por el teniente de alcalde Juan Antonio Pascual, era colocar en lo alto de la fortaleza un pedazo de bandera de España que se viera desde Madrid o desde más allá. Al final, ante la oposición de la alcaldesa del PP Concepción Miguélez, han tenido que conformarse con el escudo que data de la Casa de Alba en los tiempos gloriosos de la conquista de Granada por los Reyes Católicos.
Lo de «Dios y la Patria» forma parte de las esencias del núcleo ideológico de Vox, y más ahora que ha tomado el poder el ala ultracatólica. Tampoco debería disgustarles a la mayoría de simpatizantes del PP, muchos de ellos católicos y todos ellos profundamente españoles. Pero los dirigentes del partido evitan decirlo porque les da vergüenza, como les da vergüenza a muchos de ellos llevar la bandera de España en una pulsera o en cualquier otro sitio, no siendo que les llamen fachas. En nuestro país todavía son los inquisidores de la izquierda caviar los que reparten los carnés de progre o facha. En esa batalla cultural y moral nunca ha querido entrar el PP y así le va.
En Alba se escenifica el distanciamiento de PP y Vox que les ha llevado a la derrota y le ha puesto la victoria en bandeja al sanchismo, tanto en las elecciones como en la constitución de la Mesa del Congreso, antesala de la investidura. Los populares de Feijóo siguen empeñados en marcar distancias con los de Abascal para ver si camelan al PNV, en un intento que solo puede acabar en ridículo.
Quienes deberán unir esfuerzos para derrotar al sanchismo no solo se muestran incapaces de votar juntos sino que protagonizan el lamentable espectáculo de un centro derecha a palos frente a un Frankenstein unido como una piña a la hora de repartirse el botín.
Bajo la gorra de chulapo Sánchez se relame. Las peticiones de los separatistas de todo pelaje no le quitan el sueño (tampoco fue nunca cierto que El Coletas le provocara insomnio) y ya se apresta a aprobar la amnistía a todos los que contribuyeron al golpe catalán, sean prevaricadores, malversadores o aprendices de terrorista. El perdón general será inconstitucional pero se le da una higa. Al fin y al cabo, ¿de quién depende el Constitucional? Pues de su esbirro Conde Pumpido, que para enjuagues como ese ha sido ascendido a lo más alto de la magistratura.
Ya está en marcha la imposición del catalán, el gallego y el vascuence en el Congreso, que se convertirá en una Babel carísima. Y lo intentarán en el Parlamento europeo, aunque allí son un poco más serios y no querrán que se acabe discutiendo en Bruselas en los doscientos idiomas que se hablan en Europa.
Lo del referéndum no tiene encaje en la Constitución, pero el sanchismo ha vulnerado tantas veces la Carta Magna y las leyes que no se puede descartar. Lo único que puede frenar a Pedro el Gran Mentiroso es su temor a perder territorios sobre los que reinar.
Y mientras Sánchez, Otegui, junqueras y Puigdemont avanzan hacia la destrucción de España, imponiendo referéndums y atacando a la Corona, los del PP y Vox seguirán peleándose por la bandera.
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