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Mañueco está preparando ya su entrevista con Pedro Sánchez en La Moncloa, no para hablar de los negocios de la amada esposa ni para diseñarle un máster, sino para tratar de los asuntos que interesan a Castilla y León, con algunas limitaciones. Mañueco no quiere hablar de financiación autonómica y Sánchez no quiere hablar de todo lo demás, así que la entrevista promete ser de lo más divertido.
Un clásico diálogo de sordos. Mañueco: «Que digo que la nueva PAC debería apostar por el agricultor profesional». Y Sánchez: «No me interesa, pero ¿qué te parece si os damos un pellizquito más del Fondo de Compensación, siempre que traguéis con el cupo catalán, por supuesto». Y Mañueco: «Ya te he dicho que de financiación no hablo. Pero sí te digo que Castilla y León necesita más regadíos, presidente». Y Sánchez: «Mira, Alfonso, tengo aquí 800 millones para que os repartáis las autonomías del PP y las de los traidores del PSOE, ¿no me vas a decir que no quieres vuestra parte? ¿os sobra el dinero o qué?». «Que de eso no hablo». «Pues yo de lo otro, tampoco».
Menos mal que Mañueco será el último de la lista y eso le otorga la ventaja de pillar cansado al «puto amo» (definición del ministro Puente) de La Moncloa. Esto va por orden de aparición y Castilla y León fue la última comunidad de España en aprobar su Estatuto de Autonomía, y lo fue porque hasta el último momento estaban añadiendo y quitando provincias hasta que quedaron nueve y les pareció bien.
El viaje del presidente de la Junta a Madrid está por tanto condenado al fracaso, aunque conociendo a Mañueco, es capaz de salir de La Moncloa hablando de las bondades del diálogo constructivo y la sinceridad de las posiciones de uno y otro. Esperemos que no. De ese despacho solo salen satisfechos los golpistas y separatistas dueños de los votos decisivos en el Congreso. Para ellos todo son concesiones y regalías.
Así de ancho salía el viernes de Moncloa el presidente de los recogenueces vascos, el lehendakari Pradales, que no solo seguirá robándonos al resto de los españoles gracias al cupo vasco, sino que cuenta con los parabienes de Sánchez para quedarse con la Seguridad Social, el paro, el Fogasa, los puertos y aeropuertos… en fin, lo poco que queda del Estado en el País Vasco. Sánchez está vendiendo España por parcelas y no para de entregar madera y más madera a sus socios antiespañoles. Hasta que no queden ni las raspas.
Con esto de la financiación nos enfrentamos a tres escenarios, a cada cual peor. Dentro de lo malo, lo mejor sería quedarnos como estamos. No es momento de negociar un nuevo reparto, porque enfrente está el trilero de la Moncloa, que con una mano te engaña y con la otra te roba.
El segundo escenario, negro como el sobaco de un grillo, pasaría por que los presidentes autonómicos aceptasen la invitación de Sánchez a negociar uno a uno. Habría unas migajas para cada región y un cuponazo para Cataluña, con el agravante de que el injusto reparto quedaría legitimado por el consentimiento de los atracados.
Y la tercera alternativa, que parece ser la más factible, llevaría a un acuerdo del Ejecutivo sanchista con vascos y catalanes, consistente en votos a cambio de miles de millones y todas las competencias que se les ocurra pedir. Castilla y León, como el resto de las autonomías no separatistas, saldría perdiendo, pero al menos conservaríamos la honra y la posibilidad de desahcer el entuerto en cuanto cambie el signo del Gobierno. Ya saben, aquello de que más vale honra sin barcos, en este caso sin una propinilla transferencial, que cuatro perras mal contadas y que se rían de nosotros a la cara.
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