Democracia es respeto
La democracia exige respetar las sedes y el hecho de que el PSOE no lo hiciera con las del PP demuestra su deriva antidemocrática
Hay motivos de sobra para salir a la calle a protestar contra Sánchez porque nos va en ello la pervivencia de la democracia, el mantenimiento de la igualdad entre todos los españoles y la vigencia de la Constitución.
Porque ahora mismo en España el PP es el único partido que defiende la Constitución. El PSOE, reconvertido en Partido Sanchista, ha claudicado de la defensa de la Carta Magna y está dispuesto a pisotearla y a retorcerla para adecuarla a los intereses de sus socios tóxicos. Podemos y Sumar aspiran a derribar la democracia que los españoles nos dimos en 1978 para instaurar un régimen comunista al estilo de Cuba o Venezuela. Los de Vox acatan a regañadientes la Constitución pero no la defienden porque en su ideario figura cambiarla para destruir el estado de las autonomías y la adhesión a Europa. Y las otras formaciones políticas, todas ellas de tinte separatista, sencillamente tienen su razón de ser en la destrucción de España como nación y por tanto la Constitución representa, junto a la Corona, su enemigo más acérrimo.
En estos días en los que PSOE y Junts aparentan una disputa sobre hasta qué punto nos humillarán a todos los españoles sobran motivos para salir a la calle, desde la amnistía a los golpistas catalanes hasta el atraco de quince mil millones que Sánchez sacará de los bolsillos de todos los españoles para entregárselos a Cataluña.
Hay que protestar en casa, en el bar, en los medios de comunicación y en la calle para defender la democracia en peligro, pero esa misma democracia que defendemos exige que las formas sean las que marca la ley, sin violencia y sin amenazas. La puerta o los aledaños de las sedes del PSOE no son el lugar adecuado para ejercer el derecho de manifestación. Y el hecho de que el PSOE lo hiciera a conciencia en 2004 para derrotar a Mariano Rajoy solo viene a confirmar la deriva antidemocrática de un partido convertido ahora en lacayo de su Señor Sánchez.
Los energúmenos de extrema derecha que en los últimos días se han mezclado con manifestantes vociferantes pero pacíficos no han hecho otra cosa que aportar munición a las huestes sanchistas, cuyo aparato mediático se ha ocupado de acusar a Feijóo y al PP de los disturbios. Y de nada sirve que el gallego y el resto de dirigentes populares hayan condenado esa violencia, porque en Moncloa y Ferraz ha dejado de preocuparles, desde hace mucho tiempo, la realidad o la verdad.
El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, ha sido uno de los primeros dirigentes del PP en rechazar el hostigamiento a las sedes socialistas, aunque también se mostró comprensivo con la indignación de la gente. Y ayer el alcalde de la capital, Carlos García Carbayo, invitaba a los salmantinos a participar este domingo en la concentración en la plaza del Liceo «para exigir la igualdad entre todos los españoles y proclamar un 'no' rotundo a la amnistía». Ese es el camino. El camino contrario al de Sánchez que, como bien recordaba Carbayo, está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder. Si el presidente en funciones del Gobierno «no tiene límites, ni moral, ni principios», quienes nos oponemos a sus fechorías lo hacemos impelidos por nuestra moral y nuestros principios, y eso incluye respetar las formas.
Cuando se pierden las formas, se pierde la razón, y más teniendo enfrente a un desaprensivo dispuesto a aprovechar cualquier circunstancia para arrimar el ascua a su sardina. Si será cínico Sánchez que ayer aseguraba que las protestas ante las sedes del PSOE «demuestran la necesidad de llegar a un pacto de investidura». Para no echar ni gota.