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DE CALLE

Cinco palos a Planas

Bueno es que el ministro de Agricultura no se haya ido de rositas de Salamaq como sucedió en años anteriores

Julián Ballestero

Domingo, 3 de septiembre 2023, 06:00

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Estaba el ministro Luis Planas acostumbrado a venir a Salamanca a cortar orejas y rabo con una faena de aliño. Nunca se había esmerado el responsable de la política de Agricultura del Gobierno sanchista en favorecer los intereses de los agricultores y ganaderos de esta provincia, pero esa displicencia no impedía que cada año llegara a Salamaq en loor de multitudes y volviera a Madrid convencido de que las autoridades regionales y provinciales, junto a los representantes sindicales del campo salmantino, eran unos panolis, unos imbéciles a los que se podía engañar con cuatro cifras y tres promesas siempre incumplidas.

Planas ha sido, está siendo, uno de los peores ministros de Agricultura de la democracia, y eso que el listón estaba muy alto. Desde su llegada los problemas del campo no han hecho sino ir a peor. El ejecutivo presidido por Pedro Sánchez no solo no ha apostado por el sector agroalimentario, sino que ha hecho todo lo posible para hundirlo en la miseria.

Pese a ese desprecio, pese a no haber conseguido salvar al campo español de una PAC diseñada para perseguir a los productores e imponer la hoja de ruta verde hacia el suicidio alimentario, el ministro del ramo goza de una popularidad sencillamente inexplicable.

No hace nada, no arregla nada, deja que los problemas se pudran, y es recibido con palmas y ramos allá por donde se deja caer.

Así era hasta el pasado viernes, cuando el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, decidió que en lugar de poner la alfombra, era mejor ponerle las peras al cuarto, cantarle las cuarenta y sacarle los colores.

Al contrario que en ediciones anteriores de la feria agropecuaria salamantina, cuando Planas bajaba y subía del coche oficial sin arrugas en el traje, esta vez Mañueco ejerció de representante de los intereses del campo castellano y leonés y le propinó cinco bofetadas de las que duelen, especialmente a quien no está acostumbrado a recibirlas.

Empezando de menos a más por lo de las ayudas a la ganadería de Salamanca y de Castilla y León por la sequía, que aquí son de las más rácanas de toda España, a pesar de haber sufrido la falta de agua tanto o más que el resto del país.

El segundo puyazo de Mañueco a Planas tiene su origen en la política de exportaciones que ha endurecido las condiciones de salida de jamones a México, quizás como resultado de la connivencia de Sánchez con el presidente López Obrador, otro de los adalides del odio a España, junto a los habituales socios del sanchismo. Todo aquel que se declare enemigo de nuestro país cuenta con las simpatías de este Gobierno de antipatriotas.

El presidente de la Junta le sacudió al ministro por partida doble, por la lentitud en tomar medidas contra la enfermedad hemorrágica y por la celeridad en inmovilizar al ganado salmantino a golpe de BOE, como siempre, sin consultar y sin respetar los protocolos. Nos vamos acostumbrado a tanto desprecio, pero no deja de doler.

Y el último reproche, de esos que rascan las tripas porque van directos a donde más duele, se lo dirigió Mañueco a Planas cuando le recordó que la lealtad y la solidaridad de esta provincia y de esta Comunidad autónoma para con el Estado debería ser una ventaja, un mérito, un aval, y no una desventaja respecto a otros territorios levantiscos y desleales con los que Sánchez negocia poltronas y mamandurrias.

Decirle a la cara a un ministro que todos los españoles somos y queremos seguir siendo iguales ante la ley a la hora de recibir beneficios parece revolucionario en estas circunstancias y es para muchos un síntoma de fascismo. Hasta ahí hemos llegado.

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