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En la UE y en Portugal tienen claro que la conexión por alta velocidad entre Oporto y Madrid debe pasar por Salamanca, pero de poco sirve esa convicción si quien gobierna en Madrid no tiene el menor interés en potenciar el tren en esta provincia, ni para ir, ni para venir.
El último informe de Bruselas considera urgente traer el AVE desde Oporto a la capital charra pasando por Aveiro y Viseu, si bien es verdad que para los altos funcionarios de la Unión y para las asociaciones y plataformas europeas que han elaborado el estudio, «urgente» significa «para dentro de un par de décadas con propina», es decir, para 2050. Es mucho tiempo, pero en estos asuntos de las estrategias de movilidad sostenible, las inversiones son multimillonarias y los plazos suelen apuntar a varias generaciones.
Lo importante es que la alternativa salmantina aparezca en los mapas y que los técnicos tengan clara la prioridad de este recorrido frente a otros que también aspiraban a recoger el transporte del norte de Portugal, como es el caso de Zamora.
Esa línea de alta velocidad consolidaría a Salamanca como nudo logístico de transporte y de viajeros, junto con la recuperación de la Vía de la Plata, por la que también apuestan en Bruselas. Una buena parte de ese sueño está en marcha, con el desarrollo del Centro de Transportes, pero todo lo demás son bonitos planes a muy largo plazo.
La cruda realidad es que esta provincia no cuenta para nada a la hora del reparto de inversiones del Gobierno sanchista. Llevamos cinco años de sequía en infraestructuras del Estado y no hay síntomas de mejoría. De hecho, en los presupuestos del Ejecutivo comandado por Pedro Sánchez para 2023 a Salamanca no le tocó ni la pedrea.
La inquina con estas tierras del Oeste de España viene desde los tiempos de Felipe González, cuando se decidió (1985) cerrar la línea Ruta de la Plata «por motivos económicos» y sin tener en cuenta el enorme perjuicio social y económico que causaba a una zona ya deprimida, y continuó con José Luis Rodríguez Zapatero, que ideó un plan tan ambicioso como ilusorio, un plan del Oeste convertido en humo desde el segundo siguiente de su presentación, y que en sus reuniones con el presidente de Portugal, por entonces José Sócrates, concentraba sus proyectos en la línea de Lisboa a Madrid y de Oporto a Vigo, sin contar con la alternativa charra.
En ese sentido, Sánchez y sus ministros del ramo mantienen una estrategia continuista respecto a la tradición de olvido y marginación de esta tierra. No solo han cortado en seco el servicio de viajeros de Salamanca a Portugal, esta vez con la excusa de la pandemia, sino que están haciendo todo lo posible por no terminar la electrificación de la línea férrea hasta Fuentes de Oñoro que puso en marcha del PP de Mariano Rajoy. Esa mejora de la vía, fundamental para esta provincia, arrancó en 2019 con cuatro años de plazo, pero han pasado seis y no hay previsión de terminarla antes de 2027.
Si a eso le sumamos el empecinamiento del Ejecutivo sanchista por no recuperar la cuarta línea del Alvia a Madrid, llegaremos a la conclusión de que a Salamanca no le irá bien por tren hasta que no haya un cambio en Moncloa, y para eso queda una eternidad.
Mientras tengamos un Gobierno que depende de tipos como Puigdemont y Otegui, las grandes inversiones irán camino de Cataluña o País Vasco. Aquí nos conformaremos con los bonos y los viajes gratuitos que Sánchez reparte con la generosidad propia de quien gasta el dinero de otros. Diga Europa lo que diga, la alta velocidad vendrá, si viene, a paso burra.
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