No sé si será hoy, mañana o el domingo, pero de este último día no pasa. Me refiero a que voy a acudir a un restaurante de nuestra tierra a darme un homenaje a base de cochinillo asado, más popularmente conocido por estos lares como «tostón». Daré gusto así a mi cuerpo y también al espíritu, degustando este manjar, a la par que haré un acto de desagravio a este plato tan de aquí, que tantos momentos buenos nos ha proporcionado y espero que nos siga dando. Y es que la columna de hoy es un tanto complicada. Si escribo sobre la campaña electoral y la cita con las urnas del próximo domingo, habrá muchos, incluido el que suscribe, que piensen algo así como otro más dando la matraca con este «tostonazo» de la campaña, su final y las elecciones. Pero, si no me refiero a estos asuntos, que lo impregnan todo, también habrá otros que piensen que no estoy al loro ni al tanto de la actualidad. En resumidas cuentas, que no sabe uno cómo acertar. Debo confesar que tentado he estado de repetir la misma columna costumbrista que publiqué hace casi dos meses, contando cómo era el día de las elecciones en mi pueblo, en los albores de la democracia. Pero también he desechado la idea, porque hace poco que esto sucedió.
Y llegados a este punto tengo que explicar lo que decía antes de acto de desagravio. Me pregunto a quién se le ocurriría comenzar a utilizar la palabra «tostón» para referirse a algo aburrido y tedioso y «tostonazo» para lo mismo, pero en grado superlativo. Pero los hechos son evidentes: usamos el término «tostón», tanto para definir algo que nos ha aburrido soberanamente, como la campaña electoral que finaliza hoy, como para pedir en un restaurante ese cochinillo asado, con su piel crujiente y su carne suave. Me imagino ya chupeteando sus costillitas y sintiendo el crujir de sus orejitas y pezuñas churrascaditas… y no sigo. La verdad es que es un insulto para tan delicioso manjar que comparemos los momentos de placer que nos da con la aburrida, tediosa y cansina (por lo menos, para mí) que ha resultado esta campaña electoral, quizás porque veníamos de otra igual. Se puede afirmar sin miedo a error que llevamos en campaña desde que acabamos las Navidades, primero, porque tocaba y, segundo, porque se le ocurrió a Sánchez.
Pero, como reza el título de una de las canciones de mis tiempos mozos, «todo tiene su fin», y aquí estamos ya en el último día de la campaña electoral, con varias incógnitas abiertas que se pueden resumir en una sola: ¿gobernará el bloque de derechas y a qué coste para los unos y los otros, o lo hará el de izquierdas, con apoyos de otros grupos nacionalistas, independentistas y también con qué coste para cada uno de ellos? Sin embargo, con ser importante lo anterior, lo que no podemos olvidar es que el coste de verdad lo vamos a pagar los sufridos ciudadanos en los próximos años. De momento, voy a celebrar que este «tostonazo» se acaba y lo haré con un «tostón» de los buenos.