Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A MEDIDA que el tiempo pasa, nos hacemos más reflexivos y sobre todo en estas fechas. Es curioso que cuando más preguntas nos asaltan, aquellos que podrían ayudarnos en las respuestas, ya no están. Nada en el tiempo es constante y recuerdo de niña, cómo la generación de mis padres decía de los Beatles, que eran unos melenudos ineducados y que lo que hacían no era música, nada que ver con su Roberto Cantoral y el “Reloj no marques las horas”. Hoy mi hijo los considera unos clásicos con una música que, aun siendo buena, no está en la onda y a Cantoral ni lo conoce.

Este ojo observa últimamente en reuniones, cómo todos nos quejamos del profundo cambio social que se ha producido en las últimas décadas en España y en general en occidente, de la falta de educación que campa libre y de una juventud más pendiente de salir y entrar que de dedicarse a lo realmente fundamental. Hace muy poquitos días, concretamente el jueves, me sucedieron varias cosas que me hacen pensar que en todas las épocas se han cocido habas. Voy a compartirles una serie de experiencias y luego ustedes valoren. De entrada había salido el sol después de varios días con intensa niebla y fue un día blanco, de esos llenos de luz. La mañana me regaló un milagro, sí un milagro, pues existen yo ya les he hablado de ellos en diferentes ocasiones. Un whatsap me comunicaba que los resultados que un joven y su familia llevaban varias semanas esperando, tras cirugías y muy malas expectativas, habían resultado sorprendentemente favorables; el padre emocionado y agradecido reconocía que sólo un milagro había podido cambiar la dirección del destino. La felicidad me inundó el corazón y se lo agradecí al Niño que viene. Tras un almuerzo lleno de amistad y espíritu verdadero de Navidad, regresé a casa, recogí el coche y me dispuse a marcharme. Justo en la calle Tentenecio, confluyendo con la calle Veracruz, un hombre yacía en la esquina abrigado por los rayos del sol de tarde. Paré y otra persona se paró también para ver por qué se había desplomado y si necesitaba ayuda. Vimos que la indigencia y el alcohol eran la causa de la situación. Llamamos al 112 y pronto se presentó la Policía Local, encantadores y conocedores del individuo desde hacía tiempo.

El tiempo de espera fue muy interesante; todos los chicos jóvenes que pasaban se prestaban a ayudar, todos. Incluso algunos se quedaron allí hasta que llegó la policía.

Me sorprendió maravillosamente su actitud, mientras que algunos... pasaban, miraban y ni se detenían.

Bien es verdad que ese mismo día por la noche otros jóvenes la montaban parda en la ciudad festejando el “fin de año” prohibido por la pandemia.

Siempre hay de todo, bueno y malo. Pongamos en valor lo bueno, alabándolo aplaudiéndolo, tal vez así prolifere y llenemos los 365 días de Navidad.

Hasta el año que viene si Dios quiere.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios