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En el solar del Colegio de Carvajal, en la Cuesta de su nombre, o en sus inmediaciones, estuvo la antiquísima parroquia de san Cebrián, nombrada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y de la que tenemos noticias escritas en 1156, situada en el territorio de los francos, que llegaron para repoblar Salamanca al mando de don Giralt Bernal, y que en 1584 fue derribada, aprovechándose su piedra para las obras de la Catedral Nueva.

A través de la sacristía de esta parroquia se bajaban 22 pasos que conducían a la célebre Cueva de Salamanca donde, según la leyenda y tradición sentó cátedra de: magia, aeromancia, capnomancia, quiromancia, adivinación, catoptromancia, gastromancia, alquimia, geomancia, lecanomancia, necromancia, astrología judiciaria, nigromancia, piromancia y cualquier ciencia oculta el que fue rector de la Universidad, marqués de Villena don Enrique de Aragón, que vivió entre 1394 y 1434 y que además cultivó la teología, la medicina, la poesía, la traducción de textos antiguos y escribió el Tratado de arte cisoria, como han testimoniado multitud de cronistas y que ha sido fuente de inspiración para infinidad de escritores entre los que destacan: Ruiz de Alarcón, Espronceda, Rojas Zorrilla, Cervantes, Larra, Hartzembusch, Quevedo o Lope de Vega.

Tan célebre se hizo la cueva que su existencia trascendió al mundo y hoy en numerosos países de América del Sur a las cuevas se las denomina genéricamente con el sinónimo de salamancas, atribuyendo a su interior caracteres y virtudes mágicas.

Las referencias al Cristo existente en la parroquia de san Cebrián proceden de una misma fuente que citan tanto Bernardo Dorado, como Manuel Villar y Macías y José Luis Yuste. Se trata de la relación que acerca de la Cueva comunica, al Padre Feijóo, don Juan de Dios, catedrático de prima de la Universidad de Salamanca y en la que dice: “...Don Enrique, luego que sintiò, que se havían ido, saliò de la Tinaja, y dexando dormidos al Sacristan y Monacillo subiò à la Iglesia llevandose las llaves de las alacenas y caxones, y con la luz de la lampara reparò en el Altar de un Santisimo Christo, que tenía cortinas, subiose à èl, donde estubo escondido hasta la mañana, que subiendo el Monacillo à abrir las puertas de la Iglesia, è buelto este à dentro ìba a bajar las escaleras, saltò de el Altar, y saliendose de la Iglesia se fue à casa de un amigo, à quien contò todo lo sucedido, le encargò el secreto, y que escudriñase, que se decía de su persona....”

Es una lástima no tener más datos sobre el citado Cristo pues no conocemos ninguno de sus caracteres artísticos, aunque siendo anterior a la fecha de los acontecimientos ocurridos en la Cueva, tenemos que suponer se tratara de un Cristo gótico o incluso románico por la antigüedad de la iglesia de san Cebrián.

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