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HUBO dos calles paralelas flanqueando la actual de Bientocadas, con entrada por Arco y salida por José Jáuregui. Quisiera fijar las personas que habitaron las tres calles situándolas en los momentos de la Guerra Civil.

La esquina izquierda de la Lanza era la entrada al patio de matanzas de la carnicería, con despacho al público por la calle de Zamora, número 50, de Domiciano García, que vivía con su esposa Victoria Tardáguila y las hijas Angelines y Victoria. En el 3, un maestro nacional llamado Bienvenido. A continuación un joven domador y caballista; luego el joven Sixto, que con el tiempo fue practicante del Hospital de la Santísima Trinidad y en el número 11, Benigno Calvo Moronta. Existió una carpintería y luego la tienda de reparación rápida de calzado “El Toro”, trasladada desde la calle de Zamora, por Neftalí Sánchez, que había nacido en el número 6 de la vecina calle del Arco.

En el primer portalón de la derecha vivían una guapa joven, taquillera del cinema Taramona y su hermana. En el número siguiente el señor Agustín, chofer de camionetas de la Diputación, ocupando la vivienda de al lado una señora viuda y sus hijos, Plácido y dos hermanas, una de las cuales ya de niña comenzó a tocar el violín con aprovechamiento en la Escuela de san Eloy. El último tramo era el muro lateral de “las Cubas de Paco”, amplia tasca lugar de reunión.

La calle de la Estrella por su parte izquierda se iniciaba con el muro de la vivienda de Arco 11, que había sido de Juan Espeso López y Manuela Barbero Olivera y en las fechas que tratamos estaba ocupada por Juan Livianos Holgado, su esposa Carolina Gorrionero Hernández y su hijo Juan. Juan Espeso tuvo tienda de electricidad en el Corrillo y al fallecer en 1921 pasó a su viuda, siendo heredero a la muerte de ésta en 1925, Juan Livianos, que falleció en 1980 y siguió en la familia hasta la fecha con el nieto Vicente. En el número 1 vivía un lacero (perrero) del Ayuntamiento, su esposa Joaquina y los hijos Santiago y Jesús; luego una casa que siempre llamé del misterio pues jamás la vi abierta. Parece que fue vivienda del abogado, maestro y concejal del Ayuntamiento José Andrés y Manso, ejecutado en el monte de la Orbada. A continuación vivía Esmeralda Vicente, la guarnicionera, con su hermano, el popularísimo “Ángel, el Bobo” y Rosalía, hija paralítica de Esmeralda. En el interior del patio el albañil señor Eusebio, hermano de Esmeralda, con su esposa y dos hijos, Eusebio y Manolo. Luego la carbonería del señor Enrique, siempre vestido con el clásico blusón negro y la señora Flora, su mujer que le ayudaba en el despacho al menudeo con la clásica romana.

Por la derecha el número 2 desapareció en 1926 al prolongar la calle del Arco hasta Padilleros. El 4 estaba ocupado por dos fruteras del mercado, madre e hija. En el bajo del 6 vivía el tratante en granos Crisantos Corrionero, la señora Benilde y sus hijos Avelina y Sebastián, teniendo la vivienda unos grandes almacenes de trigo con acceso para los carros por Arco. El principal estaba ocupado por un matrimonio y su hija Purita, una de las primeras y principales “margaritas” de la Sección Femenina. El 8 era la casa más humilde con portalón de batipuerta y gatera. En el primer piso la anciana señora Anastasia con su hija, la solterona Quica y en el bajo mi familia: José María, guardia municipal y macero del Ayuntamiento y en los ratos libres carpintero y ebanista, Herminia su esposa y mis hermanos Inés, la mayor y Ángel, el pequeño, que nació en esta vivienda. En la siguiente, retranqueada, que era el 10, el bajo lo ocupaba Luis Ingelmo Herrero, con gestoría administrativa en José Jáuregui y en la vivienda un negocio de canarios. Su esposa, Agustina y los hijos Luis, Juan y Marina. En el primer piso la señora Paca, viuda del maquinista señor Tomás y sus hijos Julita, luego empleada en Moga, Tomás, Andrés y Eugenio.

Haciendo esquina, las ventanas y balcones de una vivienda con entrada por José Jáuregui donde vivía doña Laureana una simpática viejecita tan corta de vista que cuando tenía que firmar algún documento, el garabato quedaba impreso en el cristal o la madera que sirviera de soporte. También vivía la familia de Maruja, que casó con el catedrático Domínguez Berrueta, de la segunda generación. Otra familia era la de Guadalupe Vicente y Jesús García de la Mano, veterano dependiente de Jesús Rodríguez López, padres de otro Jesús, que se jubiló en “Casa Jesús” y que sigue tan enamorado de la Plaza Mayor que pasea por ella a cualquier hora.

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