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Roman frente a sus botas de fútbol. LAYA
Roman, el niño ucraniano huido de la guerra que se refugia en el fútbol salmantino

Roman, el niño ucraniano huido de la guerra que se refugia en el fútbol salmantino

El joven ucraniano de 17 años llegó a Salamanca el pasado día 8 tras un viaje eterno por carretera de más de 3.000 kilómetros junto a su madre. En Salamanca le esperaban su abuela Artemisa y la sorpresa de un par de botas y un equipo (el RS Monterrey) donde volver a jugar tras dos años

Martes, 22 de marzo 2022, 18:12

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Luka Modric [Balón de Oro desde 2018] fue un niño de la guerra, la de Yugoslavia —en el caso de Croacia el conflicto armado se extendió desde 1991 a 1995—, que encontró en el fútbol en el refugio en el que (no solo) salir adelante en medio de los bombardeos. A Roman Helka [Ucrania; 17 años] le está pasando algo similar en 2022 en plena adolescencia: la salvaje invasión de Rusia sobre Ucrania que se extiende ya 27 días, le pilló en Chernivtsi (su ciudad de origen) con el fútbol olvidado sobre una de las cuatro paredes de su cuarto, donde desde hacía dos años no colgaba una sola medalla. Con 15 años decidió que su tiempo dándole patadas al balón había pasado y que con ver los partidos del Shakhtar [Donetsk] le bastaba. Sin embargo, el cataclismo provocado por el inicio de la ofensiva rusa le ha llevado a tener que reencontrarse (y refugiarse) con él.

La historia de este reencuentro arranca el pasado día 24 de febrero: la guerra declarada por Putin pilló en ‘fuera de juego’ a su familia, su madre Halyna se encuentra ya en Salamanca porque a su abuela Artemisa ha sido intervenida de un desprendimiento de retina. En medio de los primeros bombardeos (aún lejanos sobre la ciudad de Chernivtsi, que de momento no está siendo atosigada por la metralla rusa: “Tan solo se ven sobrevolar helicópteros enemigos”, explican) la pregunta que se hace toda la familia (aquí, en Salamanca, y allí, en Chernivtsi), como tantos miles de otras en Ucrania, fue “¿qué hacemos?”. Al mayor de los tres hermanos (Alexander, de 24 años) no le dio tiempo de trazar un plan: “¡Al frente!”, le reclamó el presidente Zelenski. Roman y el mediano de los tres hermanos, Andriy —un año mayor que él—, deciden junto a su padre que debían de abandonar el país por carretera: tan solo 41 kilómetros separan su ciudad —que tiene 240.000 habitantes y está ubicada en el suroeste del país, en la histórica región de Bucovina— de la frontera con Rumanía. Por ahí sería: el día elegido era el 2 de marzo para que le diera tiempo a Halyna a completar los más de 3.300 kilómetros por carretera (en un furgón de reparte) a llegar.

En el momento de dar el paso y dejar atrás todo —a Salamanca ha podido traer lo mínimo— a Andriy, “al que le encanta España”, explica la abuela Artemisa, le dan el alto: “Tienes 18 años, te tienes que quedar en la reserva”, le dicen. A Roman, que esconde la mirada tras unas gafas de lentes redondas, es al único que le dejan pasar “por la edad”; le esperan 3.300 kilómetros en compañía de su madre.

El final del trayecto más largo e infernal de su corta vida tenía como destino el paseo de Canalejas: nada más abrir la puerta de la casa de la Abuela Artemisa y Emi le esperaba una habitación en la hay una mesa traída desde Sotoserrano en la que poder colocar el ordenador con el que seguir conectado a los estudios y a su país; y un par de botas de fútbol que Laura, la hija de Emi, le había regalado con un único fin, que se las volviera a calzar tras más de dos años sin hacerlo. Lo hizo. Se las puso. Y con ellas puestas ya la espera un destino: el Reina Sofía y el cadete B del Real Salamanca Monterrey. “Nuestra idea era que pudiera estar cómodo, dentro de todo, lo más rápido posible”, explica su abuela —que lleva viviendo en España desde hace 23 años—. “Como mi hija y mi nieto Iker entrenan y juegan en ese club pues era la idea perfecta”, detalla Emi.

Cuando toda esta historia le llegó a Pepe Crespo (director deportivo del decano del fútbol local) en boca de Laura, ni lo dudó: “En cuanto la familia se puso en contacto le abrimos las puertas”. Y más: “Aunque por edad debería estar jugando en los juveniles decidimos que se uniera al cadete B porque allí conocía a Iker por su familia y la iba ser más fácil la adaptación”. “Ya tiene un amigo con el que ha ido a cenar y habla mucho en inglés, que de momento es el idioma en el que se defiende”, explica Artemisa antes de hacer de traductora castellano-ucraniano (y viceversa): “Has visto que es un poco tímido al principio, pero luego habla mucho: ¿qué le quieres preguntar?”. Roman corta a la abuela antes de abrir fuego a la conversación, que fluye sola: “Me gusta el fútbol dice en perfecto castellano”. “Desde los 6 años hasta los 15 estuve jugando al fútbol y también hice otros deportes, pero este siempre ha sido mi favorito; yo en Ucrania jugaba de central — “le decían que era un muro”, acota la abuela Artemisa— pero aquí como lo único, de momento, que puedo hacer es entrenar, pues hago de todo un poco, de lo que más me están utlizando es de delantero”, señala antes de desgranar cómo es un día a día después de que el mundo de un adolescente de 17 años se quebrara en mil añicos: “Me levanto temprano, desde hace dos semanas hemos vuelto a retomar las clases on line [estudia Informática] y te puedes imaginar lo que supone ver a los compañeros de clase repartidos por Europa, tengo amigos en Italia, Bulgaria, Polonia...”, hace una pausa antes de seguir detallando cómo sobrelleva la guerra en Salamanca: “De 7 a 1 estoy conectado, y por las tardes o bien entreno —martes, miércoles y jueves, son los días que lo hace su equipo— o bien voy a la academia para aprender español”. “Hola”, “adiós”, “patata” (en el momento de hacer las fotos) son algunas de las palabras que ya le brotan de carrerilla. “Plaza Mayor” no se atreve a decirlo en público, pero ya la tiene prendida en el corazón: “Ya ha salido un par de tardes a verla iluminada, le ha encantado, no la recordaba porque las otras veces que estuvo en Salamanca era muy pequeño”, rememora la abuela Artemisa que reza porque la estancia de su nieto sea corta: “Ojalá esto acabe pronto”.

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