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Viernes, 31 de mayo de 2024. Décimo cartel de «no hay billetes» en San Isidro (22.964 espectadores). Sol y calor. Las Ventas
GANADERÍA 5 TOROS SANTIAGO DOMECQ Y UNO (4º) DE LUIS ALGARRA, noble pero flojo y sin transmisión el 1º; muy castigado el apagado 2º; encastado el 3º; noble y de buena condición el remiendo de Algarra; excelente el bravo y enclasado 5º; geniudo el 6º. Encierro de pobre presencia.
DIESTROS
UCEDA LEAL CELESTE Y ORO Estocada (ovación con saludos); y pinchazo y estocada (palmas).
TALAVANTE CATAFALCO Y PLATA Estocada (silencio); y estocada y tres descabellos (ovación).
BORJA JIMÉNEZ BERENJENA Y ORO Pinchazo y estocada (oreja); y estocada (ovación).
Un toque de muleta antes de tiempo le faltó en el embroque de su vida a Borja Jiménez cuando entró a matar a Experto, el tercero. Un toro escurrido pero cornalón, que sacó carácter, movilidad y entrega. Vibrante al que le plantó batalla de forma descarnada, entregada y valiente, con toda su sinceridad a cuestas. Y su verdad. Sin ninguna duda. Todo entrega. El toro, que fue protestado de salida, le salvó su descarada testa. Y el movimiento e intensidad de su condición. Tres muletazos rodilla en tierra fueron claves para cambiar el rumbo de la tarde que había empezado con la pobre corrida de Santiago Domecq a la contra. Le faltó volumen, musculatura y el cuajo que pide esta plaza. Sin embargo, dos toros fueron de categoría, incluso al 5º le pidieron la vuelta al ruedo.
Aquellos tres muletazos con una rodilla en tierra de Borja Jiménez voltearon la plaza y con la misma entrega le dio continuidad clavando las dos rodillas para reventar aquello toreando ajustado y largo. Luego, erguido ya, el pecho por delante, entregado, asentado y firme. Tres tandas a derechas fueron vibrantes. Sin embargo, bajó al tomar la izquierda. El único borrón llegó en ese pasaje clave de lanzarlo todo, al quedarse al hilo del pitón. Y el tribunal lo frenó. Lo corrigió en la siguiente, pero por ahí el toro no era igual. El fondo de casta brotaba por la derecha. Y por allí volvió en una larga faena que mantuvo el interés siempre. Dos trincheras arrogantes ganándole pasos de vuelta a tablas resultaron preciosas. Y con el toro cuadrado, ese toque antes de tiempo, que hizo que entre él y el embroque de la suerte suprema pareciera un mundo. Ahí se frenó todo. Lo recuperó de inmediato con una gran estocada que tumbó al toro sin puntilla. La oreja fue de ley. Como la verdad y el compromiso del torero en su vuelta al Madrid, que le recibió con una ovación al final del paseo, en recuerdo de su última tarde aquí, el 8 de octubre. La tercera de su vida: tres orejas a la de Victorino. Apenas una hora después paseaba, feliz, la cuarta.
El sexto apuntó cosas buenísimas. Antes y después de dos formidables puyazos de Alberto Sandoval. Y nadie esperaba que sacara el genio que brotó de repente en el tercer muletazo. Los dos anteriores fueron a destiempo y no le sentaron bien. De ahí en adelante fue un toma y daca, ante el que el torero no volvió la cara sorteando tarascadas y derrotes que no fueron fáciles de librar. Este toro bravucón que aparenta lo que no es es el que incomoda a las figuras para no apuntarse a esta gran divisa.
La virtud de Uceda en el primero fue la forma de administrarlo, por cómo lo consintió y convenció al principio sin exigencia, para sostener y embelesar a un toro al que acabó exigiendo y disfrutando. Le faltó la intensidad que no tuvo el toro. Defendió la muerte con bravura. El inicio de faena de Uceda al remiendo de Algarra fue exquisito. Y ahí se quedó todo, en detalles sueltos de una faena en la que no se atrevió a cruzar esa frontera que para él siempre pareció infranqueable. A su eterna torería casi nadie le alcanza. La sorpresa fue verle pinchar un toro.
El segundo tuvo un mortecino comportamiento tras ser muy castigado en el caballo. Talavante lo trasteó sin convencimiento y con desgana. El quinto, extraordinario, por su franqueza, por su nobleza, por el inmenso recorrido y también por la fabulosa manera de colocar la cara, fue de revolución y Talavante siguió hipotecando su toreo a los fuegos de artificio antes que a la pureza del toreo que en su día le hizo grande. A una parroquia entregada la encabronó por citar fuera de sitio, por no comprometerse, por torear en la periferia y sin ajuste y, sobre todo, por no estar a la altura de un toro de una categoría sublime. En apenas 48 horas enlotó dos astados de puerta grande. Rebeco el miércoles y Rabicano ayer. Dos nombres para salir de este San Isidro huérfano aún como la gran referencia de la temporada. Alejandro demostró que ya no quiere volver a ser aquel Talavante y seguirá siendo uno más. El descabello le impidió pasear una oreja que no mereció de otro toro de dos.
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