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Largo y poderoso natural de Perera a Bienmesabe, el cuarto de El Parralejo. PLAZA 1
Perera ante la indiferencia

Perera ante la indiferencia

Derroche de autoridad ante dos toros mediocres de El Parralejo que lidió un encierro vulgar y deslucido. Tarde de silencios y estocadas defectuosas, ni una cayó en lo alto

Miércoles, 15 de mayo 2024, 22:58

LA FICHA

  • Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Miércoles, 15 de mayo de 2024. Lleno aparente (22.351 espectadores). Tarde nublada y fría.

  • GANADERÍA 6 toros de El Parralejo,. cinqueños todos, con más cuajo y seriedad de pitones los tres últimos. Noble y a menos el 1º; apagado el manejable 2º, inválido y descastado el 3º; encastado pero desinflado el 4º; noble pero sin entrega el 5º; y apagado el 6º. Encierro decepcionante.

  • DIESTROS

  • MIGUEL Á. PERERA. Verde hojay oro Estocada muy baja (palmas tras aviso); y metisaca en los bajos y estocada baja (silencio tras aviso).

  • PACO UREÑA. Caña y oro Pinchazo y pinchazo hondo (silencio); y estocada baja (silencio).

  • ALEJANDRO FERMÍN. Lila y oro Confirmación de alternativa Pinchazo, estocada baja y descabello (silencio tras aviso); y dos pinchazos y estocada baja (silencio tras aviso).

El encierro de El Parralejo fue una auténtica decepción. Un frenazo en seco a las buenas sensaciones del año pasado y a la gran corrida de toros de la Feria de Abril de Sevilla. La falta de fortaleza y casta se impuso a la nobleza descafeinada de alguno de los toros que no pasaron de la mediocridad. Todo ello en una función en la que ese apagado comportamiento hizo que la gente apenas prestara atención y no valorara el derroche de capacidad y solvencia de Perera, que firmó dos faenas de mérito, de más técnica que alma, que no fueron tenidas en cuenta por el insulso comportamiento de sus oponentes que, como el resto, arruinaron los esfuerzos y las buenas intenciones de la terna, que mató a los de El Parralejo rematadamente mal. Ni una sola espada cayó en todo lo alto.

El toro de la confirmación de Alejandro Fermín parecieron dos animales diferentes. El reticente y a la defensiva que apareció en los primeros tercios de la lidia, manseando en el caballo y esperando en banderillas; y el noble y bondadoso en el que se transformó tras la ceremonia. El de Cabezuela del Valle no acertó con la tecla: no se salió más allá de las rayas en la faena, se quedó al hilo y le protestaron los muletazos al principio de un trasteo en el que cortó rápido los terrenos metiéndose pronto encima del animal, que lo acusó y duró poco. Por todo eso no enganchó con el tendido. Le faltó mayor pujanza a Escultor, que no era toro para obra mayor. El sexto fue el animal más grande de lo que va de feria, con sus 628 kilos a cuestas, aparentó incluso unos cuantos más. Era inmenso y además portaba una pavorosa testa con una cornamenta cornidelantera y de casi un metro de pitón a pitón. Un pavo. No se comió nadie y Alejandro Fermín lo pasaportó con paciencia y ciencia con muy buen trato siempre. No se aburrió con él y le buscó las vueltas con el oficio que por su bisoñez aún no tiene.

La nobleza descafeinada del segundo se quedó en nada ante el temple y la poderosa muleta de Perera, que lo trató a placer sin encontrar la respuesta del tendido, en el que no caló por la falta de raza y transmisión del animal, pese al mimo y al buen trazo de unos naturales que fueron los protagonistas de una faena muy larga. En aquel y en el cuarto sonó un aviso mientras toreaba. Con «Bienmesabe», el cuarto, protagonizó un derroche de autoridad y mando. Inició el trasteo de rodillas en los medios en un alarde de valor, no solo por el cambiado por la espalda si no por cómo Perera aguantó de hinojos las dudas de un animal reticente que se rindió cuando sus miradas ni inmutaron al torero. Tuvo mérito, mando, capacidad y temple. El toro encastado fue a menos en la intensidad y el fondo. Perera le sacó más de lo que se esperaba a base entrega y apuesta, de pisar terrenos comprometidos, de un pulso exquisito y una autoridad bárbara.

La tarde de Ureña quedó reducida a un espléndido inicio de faena al tercero. Eso fue lo que le duró antes de que se desplomara. Se mantuvo el quinto dentro de su nobleza pero no transmitió nada. La brevedad de aquel tuvo en este una insistencia en la que la vulgaridad del toro no estuvo a la altura de la verdad del torero.

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