La verdad desnuda de un torero

Valor seco y sincero al servicio del toreo. Con apenas una veintena de corridas de toros a sus espaldas, ofreció un valor sin cuentos con una firmeza impropia de torero tan nuevo. Lo entregó todo. Así se ratificó de nuevo Víctor Hernández en San Isidro, donde ya llamó la atención en 2014. Pero esta mierda del sistema que manda, y se impone en la Fiesta, frena el lanzamiento y la proyección de nuevos valores a costa de quien ya lo tiene todo dicho y sigue taponando el futuro. Por eso no tuvo recompensa. Víctor Hernández fue capaz de tirar la moneda con un correoso toro de El Pilar y el arisco sobrero de Villamarta. Con verdad y con firmeza, para poder, y para imponerse a base de temple y suavidad. De pulso e incluso de mimo. Y, sobre todo, de pisar y ponerse en un lugar en el que el toro se rinde, pero donde no todos los diestros llegan y son capaces de ponerse. El mismo que pisaban antes los que querían hacerse ricos, cuando había recompensa. El cite suave, la firmeza absoluta, la verdad suprema, el pecho por delante, la colocación más pura, la muleta tomada por el medio del estaquillador y este acariciándolo con la yemas de los dedos... Un impacto para cazadores de talentos, a los que estos mismos mercaderes de la Fiesta, también, fulminaron hace ya demasiado tiempo. Aún así quédense con ese nombre: Víctor Hernández. Por si acaso le dejan torear...

LAS VENTAS, Madrid. Sábado, 10 de mayo de 2025. 2ª de abono de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada (20.586 espectadores). Toros de El Pilar, deslucidos 1º y 4º, de gran calidad el 2º; difícil el 3º; devueltos el 5º y 6º. Un sobrero de Castillejo de Huebra (5º), noble y apagado; y otro de Villamarta (6º), deslucido. Diego Urdiales (tabaco y oro), silencio y silencio; David Galván (lila y oro), vuelta al ruedo tras dos avisos y vuelta al ruedo; y Víctor Hernández (lirio y oro), oreja y silencio tras aviso.