Chicharro se ratifica sin espada
La suerte suprema le priva de la puerta grande que ganó con un toreo caro y de gran dimensión, por asiento, temple y despaciosidad. Hubiera cortado una oreja ante cada novillo que se inventó
Javier Lorenzo
Martes, 28 de mayo 2024, 22:01
La Ficha
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Martes 28 de mayo. 6ª de San Isidro. Tarde soleada y primaveral. 18.547 espectadores. Las Ventas
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GANADERÍA 5 novillos de Guadaira y 1 de Torrehandilla, además de 2 sobreros (2º y 4º). Noble y bueno el 1º; rajado el 2º; noble pero sin entrega el 3º;noble pero sin transmisión el 4º;parado y a la defensiva el 5º; noble y flojo el 6º.
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DIESTROS
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LALO DE MARÍA NAZARENO Y ORO Casi entera (silencio);y dos pinchazos y estocada (silencio).
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PEPE LUIS CIRUGEDA VERDE Y ORO Cuatro pinchazos y estocada casi entera (silencio tras aviso);y cinco pinchazos y estocada casi entera (silencio).
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ALEJANDRO CHICHARRO LILA Y ORO Pinchazo y estocada (vuelta al ruedo tras petición de oreja); y media estocada y cinco descabellos (ovación con saludos ).
Tuvo nobleza y nula entrega, embistiendo con la cara a media altura, el tercero. Y con él, el inicio de faena y la primera tanda le sirvieron a Chicharro —que volvía a Las Ventas tras la puerta grande de hace 27 días— para marcar las diferencias. Por asiento, trazo y cuajo. Por solvencia y capacidad. Suya fue la tarde en la que pudo gozar de otra salida a hombros si llega a manejar con mejor tino la espada. Lalo de María dejó demasiadas dudas y a Pepe Luis Cirugeda le vino muy grande el envite, más allá de su evidente problema con la espada.
Más allá del triunfo que se le escapó fue la buena dimensión que dejó, la impronta de buen toreo y la intención que tuvo siempre Chicharro para torear bien. No solo con una interpretación pura sino con la despaciosidad y el ritmo que no se aprende. Aprovechó el fondo de nobleza de sus novillos, pero tuvo el mérito de inventarse dos faenas. El tercero por su falta de humillación y el sexto, por su debilidad manifiesta. Les puso lo que les faltaba, que fue casi todo. Con, Pernocto, así de horrible se llamaba el tercero, buscó el pitón contrario, le dejó la muleta en la cara y ligó en cuanto pudo con perfecto pulso y compromiso. Le tapó defectos y consintió siempre para estructurar una faena medida, breve y meritoria. La quietud y el ajuste le dieron dimensión a un pase menor como las manoletinas con las que cerró la faena. Apenas se tenía en pie el sexto, Chicharro le vio y palpó su calidad y nobleza cogida con alfileres. Le administró con temple, asentado en una tremenda firmeza y asiento para buscar siempre el toreo despacioso. Eso mantuvo siempre el interés de la faena, sin explotar pero con alicientes en todo lo que hizo. Toreó al natural con categoría.
Templado y con largo trazo, dejó la impronta de interpretación amanerada y personal Lalo de María ante el primero, en el que le faltó imponerse y romperse para que no todo pareciera tan superficial. Sus mejores pasajes llegaron al final del trasteo cuando el público ya se había desentendido de casi todo. Nada reseñable, en realidad las dos apariciones de Chicharro fueron el oasis de una tarde plúmbea, ahogada entre la mediocridad de los novillos y las dudas dos novilleros perdidos entre la indiferencia .