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Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Jueves, 16 de mayo de 2024. Lleno de 'no hay billetes'.
GANADERÍA 6 toros de Victoriano del Río. Deslucido el 1º; bravo el 2º; de gran calidad el 3º pero flojo; bondadoso el 4º que terminó en nada; temperamental y apagado el 5º; y afligido el 6º.
DIESTROS
SEBASTIÁN CASTELLA. Marino y oro Pinchazo feo y media (silencio); y gran estocada (ovación tras aviso).
MANZANARES. Marino y oro Media recibiendo (saludos); y tres pinchazos y estocada (silencio).
TOMÁS RUFO. Marino y oro Media en lo alto (oreja); y dos pinchazos y estocada baja (silencio).
Dos toreros recuperados. Sorprendió el reencuentro que pocos esperaban con un Manzanares fresco suelto y arrogante; y gustó el buen poso y la ambición de Tomás Rufo, maduro dentro de su juventud. Uno llevaba perdido varias temporadas, o, al menos, sin esa fluidez, el otro necesitaba un nuevo golpe de autoridad tras levantar el pie del acelerador la pasada campaña. Manzanares atacó sin contemplaciones a un toro bravo como el segundo que se había quedado muy corto en todos los tercios y que, sin embargo, rompió a bueno ante la poderosa, y templada a la vez, muleta de Manzanares en esa primera aparición. Rufo toreó con ajuste y exigencia la dulcísima embestida del tercero, después de un explosivo inicio con las rodillas en tierra en el tercio en muletazos muy largos y de engaño muy bajo con los que exprimió a un toro que no se sabía entonces hasta donde iba a llegar. Se metió ahí Rufo el público en el bolsillo de manera incuestionable.
Por el arrebato, por el temple, por la largura y por la dimensión de los derechazos. El toro llegó hasta donde llegó, pero fue suficiente para ver una buena dimensión del torero de Pepino, que resultó volteado de manera espeluznante en pleno lanzamiento de la faena: de los múltiples gañafones libró la cornada de verdadero milagro. Cuando parecía herido se recompuso y volvió a la cara para pasárselo incluso más cerca aún, para torear más en curva todavía, para cruzar esa línea de fuego y para torear de manera fantástica por ambos pitones. Un giro de tuerca a su toreo que apareció mucho más redondeado. Fue la capacidad de sobreponerse al volteretón y la manera de administrar al toro, con todos los depósitos al límite, los que dieron dimensión a la faena. Brotaron los olés más rotundos y sinceros de la tarde. La espada, en todo lo alto, se quedó a la mitad, pero tiró al toro sin puntilla. La oreja fue de ley. De las que se agarran con fuerza y valen.
A punto estuvo de cortarla Manzanares del segundo. Un Manzanares sorprendente. Lejos del torero abúlico, técnico y envarado, mecánico y distante, que le tenía encorsetado y perdido en las últimas temporadas. Ni una sola duda esta vez, un sabroso inicio de faena, con doblones por abajo primero, un soberbio trincherazo, seguido de un derechazo recortado y ligado a otro muy largo de pecho. Y de ahí en adelante sin probaturas, lanzado y al ataque. Dos series cuajadas por la derecha, suelto de hombros y de mano baja, fabuloso el embroque, buen trazo y despacioso temple. La falta de intensidad por la izquierda en la tercera tanda afogonó el despegue. Otra más a derechas, y a por la espada. Faena breve. Media estocada en la suerte de recibir tiró al toro sin puntilla, e hizo aparecer de manera tímida los pañuelos, no el del presidente, que mantuvo la categoría de la plaza. La mejor noticia, más allá del no trofeo fue el reencuentro con un Manzanares que llevaba años desaparecido. No terminó de entenderse con el interesante quinto, que tuvo temperamento por el pitón derecho y calidad por el izquierdo, ni por uno pudo acoplarse ni por otro entenderse.
La faena de Tomás Rufo al sexto se fue desinflando y terminó en nada. Ninguna opción tuvo Castella con el que rompió plaza. No embistió ni una vez convencido. Si acaso por el tesón de Castella que libró las tarascadas antes de que plantara renunció definitivamente cuando acortó la distancia. Al cuarto le firmó un variado, inesperado y original inicio, con cambiados y pases de todas las marcas. Valor de hielo. Tuvo una calidad superlativa el toro de Victoriano, que embistió despacio y colocó la cara con clase y buen acomodo, pero le faltó intensidad y duración. Aquello apuntó pero no rompió. El toro no estuvo a la altura de la intensidad del ataque de Castella, que quiso más que pudo ante un oponente que terminó afligido y rendido. El largo metraje de la faena le puso en dificultad para entrar a matar. Se lo llevó a los medios. Y allí le recetó la estocada de la tarde.
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