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El pasado 26 de diciembre se estrenó la segunda temporada de 'El juego del calamar', una serie surcoreana que en su primer estreno consiguió convertirse en la serie más vista de Netflix a nivel mundial, un récord que espera repetir en esta ocasión.
Como bien saben los espectadores la serie trata sobre un numeroso grupo de personas que, agobiadas por dificultades económicas, aceptan una enigmática invitación para participar en una serie de competencias basadas en juegos infantiles a gran escala, como el 'Escondite inglés'. Lo que no saben es que quienes pierdan en estos juegos serán asesinados, y solo el último superviviente se llevará el premio.
Además, el objetivo de este juego, que se lleva a cabo en una isla secreta, consiste en entretener a un reducido grupo de multimillonarios que organizan estas sanguinarias competiciones al puro estilo 'reality show', disfrutando cada vez que alguno de estos vagabundos o deudores recibe un tiro en la cabeza tras fallar en una de las pruebas.
Por si fuera poco, en un segundo plano, los verdugos de este terrible juego aprovechan los cadáveres de estos competidores para traficar con sus órganos y sacar un provecho económico.
La supuesta libertad de elección de los participantes, la meritocracia y un exhacerbado clasismo forman el cóctel con el que los organizadores justifican y legitiman este reguero de cadávares.
Ahora bien, ¿qué hay de cierto en esta historia? Según el director de la serie, Hwang Dong-hyuk, unos hechos ocurridos en 2009 en Corea del Sur marcaron su vida y su visión del mundo.
La empresa SsangYong Motors, una de las principales fabricantes de automóviles del país, enfrentó una crisis económica que derivó en el despido masivo del 40% de su plantilla. Este evento desencadenó una huelga de 77 días, con enfrentamientos violentos y la intervención de los cuerpos de seguridad del Estado.
El impacto de esta crisis se extendió durante años, dejando un saldo devastador: 30 trabajadores se quitaron la vida, afectados por el estrés y la desesperación, mientras que muchos otros quedaron heridos o encarcelados.
Uno de los trabajadores inspiró a Hwang para dar vida al protagonista de la serie, Seong Gi-hun, que en la serie se enfrenta al desempleo y a las consecuencias de una crisis financiera personal tras perder su empleo en una empresa similar, Dragon Motors.
Además se ha hecho viral en redes un terrible caso real ocurrido en Corea entre las décadas de 1960 y 1980 cuando la dictadura buscaba eliminar de las calles a todos los vagabundos, abriendo para ello instalaciones de bienestar social con un terrible trasfondo.
'Brothers Home' (Casa de los Hermanos) fue uno de estos lugares en el que se destinaron a miles de personas, sobre todo indigentes y huérfanos, ya que así era más difícil que tuviesen familiares que los echasen de menos.
Allí, eran sometidos a trabajos forzosos junto con disidentes de la dictadura, incluyendo la tortura, la violencia e incluso la muerte como métodos de control, convirtiéndose así, prácticamente, en campos de concentración.
De hecho, las víctimas eran clasificadas con números tal y como pasa también en 'El juego del calamar'. Y aunque no traficaban con órganos como sí pasa en la serie, también se ha demostrado que parte de los niños eran liberados para darlos en adopción en el extranjero.
Estos terribles hechos fueron desvelados en 1987, cuando el centro se cerró y se arrestó a su director Park In-geun, que sólo fue condenado a dos años y medio de prisión.
Al igual que el protagonista de 'El juego del Calamar', las víctimas siguen luchando porque se haga justicia, ya que muchos de los implicados en este horrible caso han salido impunes.
Estas dos historias han inspirado al director para desarrollar esta ficción donde se reivindica la dignidad de las personas más vulnerables y víctimas de un sistema desigual e injusto donde las personas más ricas creen tener el derecho a jugar con las vidas de los más desfavorecidos.
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