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Con 49 años y tres hijos en la mochila, y unas manos con años de experiencia en la conservación de carreteras, Manuel Seco ha vuelto hace tan solo unos días al instituto. Empieza Secundaria a la vez que el menor de sus hijos. «Si tengo que pedirle ayuda, lo haré», comenta desde su pupitre. «Me he quedado en el paro. Siempre he trabajado. La FP no la termine y ahora me piden más estudios», comenta dispuesto a sacarse el título de la ESO. A su lado se sienta José Carlos. Llegó de Perú hace solo dos meses. «Estoy acompañando a mi esposa que es médico y se está preparando para el MIR. Y vengo para obtener también un titulo», explica este abogado de 34 años que continúa trabajando en remoto para una notaria peruana. Pese a tener estudios universitarios, necesita homologarlos en España. Ha empezado por sacar Secundaria. Desde una mesa cercana, Ilham, de 42 años, cuenta que llegó en 2007 a España desde Marruecos. «Quiero obtener algún certificado para acceder al mercado laboral, pero también para mejorar mi lenguaje», explica. Supo de la existencia del centro de educación para adultos Giner de los Ríos por su marido, que lo conoció cuando acudió a votar en las pasadas elecciones. Ahora, es ella la que cada mañana acude a él para formarse.
Las imágenes propias del inicio de curso escolar son las de pequeños que acuden al colegio de la mano de sus padres. Pero, junto a los casi 50.000 niños y adolescentes que empezaron las clases en septiembre, también han vuelto al 'insti' 3.313 mayores, algunos también «de la mano» de sus hijos. Y, en muchos casos, ha sido precisamente por dedicarles tiempo a ellos por lo que no han regresado antes. En el módulo III —el equivalente a tercero de la ESO—, una de las alumnas es madre y pronto lo será por segunda vez. Lleva años trabajando en el comercio, pero está cansada y busca un cambio. Su mayor impedimento es que cuando era una adolescente dejó el instituto. Ahora ha regresado a las aulas, pero prefiere que su entorno no lo sepa. En el mismo aula está Khadija, de 32 años. Es marroquí, pero lleva ya 28 años en España. Aunque en 2019 trató de recuperar los estudios que abandonó en sexto de Primaria, sus hijos eran muy pequeños y no pudo hacerlo. Ahora, vuelve a la carga. «Tengo muchas ganas de obtener el título de Auxiliar de Enfermería», asegura ilusionada. Son dos de las «novatas» del centro de educación para adultos Giner de los Ríos. Francisco Javier Blázquez es otro de sus compañero. «Vengo de la antigua EGB y cuando mi empresa ha decidido que todos tengamos un Grado Medio o Superior, que yo no tengo, pues me he encontrado con que no puedo convalidar mis 22 años de experiencia laboral y tengo que volver atrás», explica. Él dejó los estudios a los 14 años, en 1996, para empezar a trabajar de mecánico. «He intentado sacar un certificado a nivel europeo que hay para convalidar los años laborales y me lo expedirían pero tarda de uno a dos años, o a saber cuándo. Y, por esto, he venido a estudiar 3º y 4º», explica. Ha llegado a un acuerdo con la empresa y tiene un plazo de dos años y medio para obtener los títulos necesarios.
Un colegio sin niños
Por los pasillos del Giner de los Ríos, no se ve ni un solo niño, salvo que venga a buscar a su madre o padre a la salida del cole. En las aulas, nadie tiene menos de 18 años, muchos tienen hijos y algunos estudiantes tienen más experiencia laboral y más edad que sus profesores. Al igual que ocurre con los menores en la enseñanza obligatoria, los adultos pueden matricularse gratuitamente. Pero, ¿en qué? En el centro ubicado en la calle Gran Capitán, se ofrece la posibilidad de estudiar Secundaria de forma presencial, o a distancia. Puede cursarse como una enseñanza formal en dos años —dos módulos por curso— para obtener un título o solo para mejorar conocimientos. También se puede optar al examen por libre. «Es un título que piden ya casi todas las empresas. Hay quien lo tiene claro y viene a obtenerlo con mucho motivación. Otros, la mayoría de un tramo de edad superior, no tienen prisa y lo quieren conseguir porque en su día no estudiaron. Y, luego tenemos un alumnado extranjero que tiene dificultad para homologar sus estudios o bien tiene que empezar casi desde cero», explica el director del centro, Mariano Martín. De hecho, casi un tercio de los estudiantes de cada aula proceden de otros países, apunta. En muchos casos cuentan con formación superior o universitaria pero no tienen posibilidades de homologarla. «Quizás un tercio o una cuarta parte de casa clase está trabajando a la vez que viene a estudiar», explica incidiendo en la importancia que tiene ofrecer turnos de mañana y tarde, así como formación a distancia, para que los alumnos no tengan problemas para compatibilizar estas enseñanzas con un empleo.
Pero no es solo un centro educativo en el que un adulto puede sacarse la ESO. A quienes necesitan conocimientos más básicos se les ofrecen clases que podrían asimilarse a las del extinto graduado escolar, así como otros contenidos básicos. Especialmente los mayores, aunque no solo, asisten a las clases de Competencia Digital, para mejorar en el manejo de las tecnologías, y también a las de Competencia Social y Ciudadana y Cultural y Artística, una especie de universidad de la experiencia en la que no es necesario haber superado cierta edad para poder matricularse. Concha Llorente, una de las alumnas de estos estudios explica que es un curso que, además de aprender, les permite relacionarse socialmente, hacer grupo y realizar visitas culturales. Totalmente gratuitas son también las cualificaciones profesionales que ofrece el Gíner de los Ríos para el traslado y movilización de pacientes —muy demandado para los celadores—; para operaciones de grabación y tratamiento de datos y documentos, y para operaciones auxiliares de montaje y mantenimiento de sistema microinfomáticos.
Con una subsede en la cárcel
El centro de educación para adultos Giner de los Ríos no se limita a sus instalaciones en el barrio Vidal. Cuenta con una subsede en el centro penitenciario de Topas, en la que hay aproximadamente 200 alumnos matriculados. Por otra parte, en los barrios de El Rollo y San José realiza actuaciones en las que forman en contenidos básicos a grupos de unas 15 personas. Entre todas estas instalaciones que se encuentran en la ciudad y la prisión, tiene más de 900 alumnos. A ellos se sumarían los estudiantes matriculados en otros centros de educación para adultos ubicados en otros municipios.
El «aula de Babel»
«Llevamos un año y cinco meses en España», explica una de las mujeres ucranianas que asisten a la clase de español para extranjeros que imparte Javier Vicente. «Nosotras, nueve meses», añade una de sus compañeras de Siria. Junto a ellas, un hombre de Sudán también está matriculado desde hace un mes en este curso que se imparte en el centro Giner de los Ríos. Pero en los últimos años, a esta clase han asistido también inmigrantes llegados de Rusia, Nigeria o Afganistán, entre otros países. Muchos son refugiados que llegan derivados desde las asociaciones Cepaim e Ymca. Apoyándose de pictogramas, de una pizarra y una televisión, a veces incluso recurriendo al inglés, el profesor intenta en este «aula de Babel» de enseñar que personas de diferentes nacionalidades aprendan el español que necesitan para 'defenderse' en el supermercado o en las tareas del día a día. Se trata de una formación muy individualizada, explica el director, Mariano Martín, apuntando que algunos solo saben saludar y otros desconocen hasta el alfabeto.
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