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Unamuno, en la Plaza en la época republicana en una foto de Gombau FILMOTECA CYL
Unamuno no fue “fascista ni falangista, pese a la propaganda”, según un nuevo libro

Unamuno no fue “fascista ni falangista, pese a la propaganda”, según un nuevo libro

El volumen de Luis García Jambrina y Manuel Menchón prosigue con la investigación realizada para “Palabras para un fin del mundo”

Miércoles, 14 de abril 2021, 12:54

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El cineasta Manuel Menchón y el profesor de Literatura Luis García Jambrina publican “La doble muerte de Unamuno” (Capitán Swing), para desmontar la visión del rector de Salamanca como falangista o fascista, elaborada por el incipiente régimen franquista tras la muerte del intelectual el 31 de diciembre de 1936 durante la visita de Bartolomé Aragón.

“Hemos intentado ampliar y profundizar la documentación de la exhaustiva investigación llevada a cabo por Manuel Menchón para el documental “Palabras para un fin del mundo”. El libro no existiría sin la película”, apunta García Jambrina. Más allá de la muerte física de Unamuno, a los 72 años, en su casa de Bordadores de Salamanca, los dos autores quieren incidir en que el relato oficial tras la desaparición del rector fue una narración propagandística tejida en el inicio de la Guerra Civil que ha perdurado hasta hoy.

Más allá de la causa real de la muerte de Unamuno, que fue enterrado sin autopsia, —“yo nunca he dicho que fuera envenenado; eso es algo muy salmantino”, recalca Menchón—”, los autores del libro quieren desmontar las fake news que han envuelto al exrector.

¿Colaboró económicamente Unamuno con los sublevados en el golpe de Estado contra la República? “Toda Salamanca”, explican los autores del libro en un Zoom con LA GACETA, “dio donaciones al régimen porque todo el mundo recibió cartas de extorsión. Los trabajadores públicos, además, estaban obligados a ello. Si colaboró, dio obligado el dinero. Aunque tampoco hay pruebas físicas de que lo diera. Y se fue abultando esa cifra. La última persona que ve con vida a Unamuno era director del periódico de Huelva y jefe de Prensa y Propaganda en Huelva y él publica que Unamuno ha donado 50.000 pesetas. En un contexto de Guerra Civil una aportación económica, forzado por las circunstancias, tampoco significaría nada”.

¿Cómo transcurrían los últimos días de Unamuno en su casa de Bordadores? ¿Podía andar libremente por la calle tras el enfrentamiento con Millán-Astray en el Paraninfo el 12 de octubre? “Estaba en un limbo. Podía salir, pero había un policía que lo seguía a todas partes y al que él alude en alguna carta. Al principio también había unos militares en la puerta de la casa. Unamuno lo vivió, según escribe en sus cartas, como un “encarcelamiento disfrazado”. Salía bajo vigilancia y también se vigilaban a las personas que entraban y salían de la casa. Oficialmente no era encarcelamiento ni confinamiento, pero en la práctica sí lo era y así lo vivió Unamuno. Para los sublevados Unamuno era un problema porque se sabe que no se le podía callar ni debajo del agua, no había manera de silenciarlo... y tampoco se le podía fusilar porque se hubiera vuelto en su contra y tenían el caso reciente de Lorca. Pero tampoco se le podía tener confinado estrictamente y siempre podía haber un periodista al que le podía pasar un mensaje o hacer llegar una carta”, apostilla García Jambrina. “Tenemos pruebas”, indica Menchón, “de que Unamuno hacía llegar cartas incluso a través del jefe de Falange de Salamanca. Hizo enviar, supuestamente, una carta a un periodista francés que se publica en enero del 1937 y donde el exrector dice que van a ir a matarle. En diciembre de 1936, y no antes, escribe cinco cartas con el mensaje: van a venir a matarme a mi domicilio”.

Para Menchón fue Millán-Astray, jefe de la Oficina de Prensa y Propaganda, con sede en el Palacio de Anaya de Salamanca, el primer interesado en que se silenciara su choque con Unamuno del 12 de octubre en el Paraninfo de la Universidad, del que no quedó constancia en los periódicos de la época. Unamuno intervino, cuando no pensaba tomar la palabra, y su mención a José Rizal, un héroe de la independencia filipina ejecutado por los españoles en Manila, irritó a Millán-Astray. “Para los sublevados Rizal era un traidor a España mientras Unamuno lo admiraba. Había escrito mucho de él de manera entusiasta”, recuerda Luis García Jambrina.

“Rizal sería mucho peor que Puigdemont para alguien de VOX en la actualidad. Y la reacción de Millán-Astray se produce en un contexto de Guerra Civil, al lado del cuartel general donde estaba instalado Franco. En el acto del Paraninfo, Millán-Astray también amenazó de muerte al profesorado con teorías averiadas que no fuera adicto al régimen y a los catalanistas”, añade Menchón. “A Unamuno no le gustaría que se le recordara como un falangista ni un fascista. Ha sufrido una muerte simbólica en la que se tergiversó su figura y su legado. La tragedia de Unamuno fue morir como lo que no era. Se pasó la vida luchando contra el fascismo. En los años 20 escribe contra el fascismo y Mussolini en Italia y más adelante contra Hitler. La obra de Unamuno es como la Biblia, uno puede encontrar ahí lo que quiera, pero lo importante es el conjunto de todo y su trayectoria. También en 1933 Falange intentó aprovecharse de Unamuno cuando José Antonio Primo de Rivera vino a dar un mitin a Salamanca. Unamuno era tan atractivo, tan sugerente, que todo el mundo le quiso llevar a su causa, pero él se pasó toda la vida desetiquetándose”, subrayan Luis García Jambrina y Manuel Menchón con motivo de la publicación de su libro.

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