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Cada mañana a las 9:30 horas, José Antonio Mariño sube la trapa del negocio del que lleva viviendo desde hace 34 años. Lo hace junto a su mujer, Aurora Rogado, con la mejor de las sonrisas y las mismas ganas que ha tenido siempre de seguir 'regalando' la confianza que tanto tiempo lleva ofreciendo detrás del mostrador a sus clientes más fieles y de conquistar a otros muchos nuevos a base de calidad y confianza. Y es que, en el número 10 de la calle Correhuela -antes estaba en la calle Pozo Amarillo-, ubicada en pleno casco histórico de Salamanca, conocen a la perfección la técnica con la que se puede conseguir sobrevivir en medio de la sacudida que ha sufrido el comercio de la ciudad por la fuerte irrupción en escena que ha protagonizado la compraventa de productos y servicios a través de internet.
Pero, afortunadamente, pese a los nuevos hábitos de consumo que se han impuesto en la sociedad, todavía siguen en pie algunas de las tiendas más míticas y tradicionales de la capital, siendo la Cuchillería Yáñez todo un ejemplo de resiliencia y conservadurismo. Y, precisamente eso, ha hecho que, recientemente, haya sido reconocido como el comercio favorito de los salmantinos en la II Gala de Comercio del Ayuntamiento de Salamanca al haberse ganado un hueco en los recuerdos de la infancia de muchos de ellos.
Para entender su gran evolución hasta ahora y que, todavía a día de hoy, siga ofreciendo el mejor de los servicios en Salamanca, hay que remontarse a su origen, el cual José Antonio Mariño rememora con mucha emoción. Fundada en el año 1930 por Severino Yáñez, que dejó su tierra natal, Orense, para comenzar una nueva andadura en la capital charra con sus conocimientos en afilado y reparación de paraguas como 'aliados'. Ese y no otro era su sueño y lo cumplió. Y de qué manera. Porque lo hizo iniciando una saga que dura hasta ahora, con sus actuales propietarios al frente, y que continuó, tras su fallecimiento, con su viuda, siendo una tarea tan ardua que llegó a requerir la ayuda de su sobrino, Luis Rodríguez Arias. Y, con él, empezó la historia de José Antonio Mariño, contratado cuando apenas tenía 16 años en el año 1990.
«Cada día que subimos la trapa, ofrecemos a salmantinos y turistas un trato exquisito, un trato 'de tú a tú' de los que, a día de hoy, apenas quedan. Intentamos asesorarles sobre los cuchillos que realmente se necesitan para cada cosa, los afilamos, hacemos llaves, arreglamos paraguas... En la actualidad, prestamos servicio a nivel nacional», asegura Mariño, que recalca que, en los 96 años de historia que tiene la Cuchillería Yáñez, tanto él como su mujer han notado cómo a la gente le gusta acercarse hasta el local para tocar el artículo, verlo y que se le explique qué función tiene, ya que «a veces se desconoce». «La confianza es nuestro plato fuerte», añade insistente.
Cuando, en el año 2001, Luis Rodríguez Arias se jubiló, José Antonio Mariño pasó a ser el único propietario de Cuchillería Yáñez, convertida hoy en una sólida empresa dedicada al afilado, vaciado y rectificación de todo tipo de herramientas de corte. Y esa profesionalidad, ilusión y vocación que lleva mostrando durante tantos años también le ha servido para trabajar 'codo con codo' con cortadores de jamón de toda España.
De entre las muchas anécdotas que José Antonio Mariño recuerda de todos estos años en los que ha estado tras el mostrador de la Cuchillería Yañez, tanto a él como a su esposa les es imposible no rememorar el paso de algunos personajes tan ilustres como el cantante Manolo García, el actor Sancho Gracia o el productor y modelo estadounidense Adrien Brody. «Cuando Manolo entró por la puerta, que encima lo hizo tarareando, ninguno de los dos le conocimos. Lo hicimos después de hablar un buen rato con él», asegura Aurora, la mujer de José Antonio.
«Cuando Adrien Brody vino a grabar la película de 'Manolete' a Salamanca, jamás pensamos que fuese a pasarse por aquí y lo hizo. Tenía en mente comprarse una navaja de abanico y se la llevó. Tampoco supimos a ciencia cierta quién era. De hecho, yo me enteré de quién era por LA GACETA», rememora el actual propietario de Cuchillería Yañez, añadiendo que, entre otros de los muchos rostros conocidos que han pasado por su negocio, el que más 'buen rollo' les produjo fue el paso de Juan Echanove, que «pidió explicaciones de casi todos los cuchillos que, por aquel entonces, teníamos».
A José Antonio Mariño tampoco se le olvidará el día en el que entró a trabajar en la cuchillería. De hecho, tras sus comienzos, figura una de las anécdotas que nunca olvidará. Y es que siendo apenas un crío, el 31 de mayo, estaba haciendo cola en las oficinas de la Seguridad Social ubicadas en el Paseo de Canalejas, donde se apuntó al paro. Tras hacerlo, volvió a Tordillos junto a su abuela empeñado en no querer trabajar y en dedicar todos sus esfuerzos a las tierras de su familia. Fue unos días después cuando, coincidiendo con la contratación de su hermana en la panificadora del pueblo, recibió una carta que debería sellar in situ, la cual contenía una oferta que iba a rechazar sí o sí. Y fue ahí cuando la Cuchillería Yáñez se cruzó por su camino.
«Cuando estaba haciendo la cola, la mujer de Luis se acercó a mí para decirme que le había caído muy bien y que parecía muy majo. Minutos después, me preguntó que si tenía trabajo, me ofreció formar parte de la ferretería y hasta hoy», rememora Mariño, que también hace alusión para LA GACETA al día en el que se casó con su mujer por la mucha implicación que su jefe, Severino, mostró en la preparación del enlace. «Me quería tanto que, el día que nos casamos, puso su coche, recién comprado, para llevar a mi mujer hasta el altar, ya que ella no tenía padre», asegura visiblemente emocionado.
El pasado 17 de octubre, el Teatro Liceo desplegaba su alfombra roja para rendirle tributo a los comercios de toda la vida. Lo hacía acogiendo la II Gala del Comercio organizada por el Ayuntamiento de Salamanca, que no dejaba indiferente a nadie. Allí, distintos representantes de algunos de los negocios más míticos de la capital se dieron cita para ser reconocidos por su trabajo y su dedicación, extensibles, en algunos casos, a varias generaciones. Y, en esta cita, se dio cuenta de lo difícil que es sacar adelante un negocio año tras año, haciendo frente a auténticos contratiempos.
En este acto, Aurora Rogado y su marido recogieron dos galardones: uno, por su trayectoria, y otro que le reconocía como el comercio favorito de los salmantinos. Y ese día permanecerá grabado a fuego en la memoria de José Antonio Mariño. «Es todo un orgullo que los salmantinos te muestren su respaldo de una forma como la que lo hicieron. Que la gente te vote y piense que tu comercio sigue estando al mismo nivel que siempre es una auténtica suerte. Y lo mejor es que esa gente que nos ha votado nunca nos ha defraudado porque, tras la pandemia, cuando peor lo pasamos, nos dio un gran empujón. Salamanca se implicó muchísimo con la cuchillería y nosotros, como propietarios que somos, siempre estaremos eternamente agradecidos. El mundo de la cuchillería se está muriendo poco a poco y que nosotros sigamos en pie es increíble porque cuchillero que se jubila, cuchillería que se cierra. El de cuchillero es un oficio que no se aprende. No hay una escuela determinada en la que aprenderlo», sentencia.
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