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Helena Pimenta, directora salmantina de teatro en Almagro. ARCHIVO
«En Salamanca están mis recuerdos y mi vida, para mí lo es todo»

«En Salamanca están mis recuerdos y mi vida, para mí lo es todo»

Helena Pimienta acaba de estrenar en el Teatro Español de Madrid «Historia de una escalera», de Buero Vallejo

Lunes, 3 de febrero 2025, 13:16

Lleva el teatro en las venas. Aunque estudió Filología en su Salamanca natal, desde muy joven sintió una gran vocación por la escena. Hoy Helena Pimenta es una de las directoras más reconocidas en España y con mayor prestigio internacional. Tras su paso por la Compañía Nacional de Teatro Clásico no deja de trabajar. Eso sí, ahora se lo toma con más calma y solo elige aquellos proyectos que le gustan.

¿Cómo ha vivido el estreno de «Historia de una escalera»?

—De momento ha sido solo el preestreno, pero todo ha salido muy bien. Estoy encantada y sorprendida de la vigencia que tiene el texto. Muy encantada y muy satisfecha del trabajo que hemos hecho, pues he salido con la sensación de que comunica muy bien con el público y que este sale afectado por lo que Buero cuenta y por cómo lo hemos contado. ¡Qué más puede uno pedir!

¿Cómo le llegó el encargo?

—Eduardo Vasco, el nuevo director del Teatro Español, me propuso como directora invitada para poner en marcha este proyecto, que va en línea con el repertorio dramático español, y además se cumplen los 75 años de su estreno precisamente en el Teatro Español. Y me lo ofreció.

¿Se lo pensó mucho antes de aceptar?

—Lo reflexioné, pero no demasiado, pues me apetecía mucho. Y la verdad es que estoy encantada.

¿Qué tiene de especial Buero Vallejo para que se lanzara de cabeza a su puesta en escena?

—Nunca había hecho una lectura escénica de una obra de Buero. Conocía al autor bastante, pero no me había puesto con una obra suya y me parecía un tema pendiente que yo tenía. Cuando lo releí con la intención de montarlo, me gustó muchísimo y me pareció que nuestros grandes autores están ahí para que los visitemos y para que aprendamos de ellos, porque, al fin y al cabo, es el punto de partida de toda la dramaturgia contemporánea española.

El texto sigue siendo muy actual después de 75 años. ¿Tan poco hemos cambiado?

—(Risas). Por suerte, como sociedad hemos progresado y desde luego hemos superado esa situación tan terrible que vivían nuestros antepasados en los años 1919, 1929 y de una forma especial en 1949, una época con muchísima penuria, dolor y persecución. Sin embargo, en cuanto a temas universales, en cuanto a la dificultad de la sinceridad en las amistades o en el amor seguimos teniendo algo parecido: una torpeza innata en las relaciones entre padres e hijos, la diferencia entre los sueños y las frustraciones… y en esta obra se ve agudizado porque el contexto es muy adverso. Y aun así, es fascinante ver cómo los espectadores de distintas edades se van identificando. Y es que Buero consigue trascender y hacer algo que va mucho más allá del realismo.

¿Se podría definir como un teatro social o resulta que social es todo tipo de teatro?

—Creo que este tiene especialmente ese rasgo social. Tiene una compasión a la hora de mirar hacia sus semejantes y especialmente a los más humildes. Y es que me imagino un auténtico shock cuando en 1949 se representó esta obra porque esto no se veía en ninguna parte y en lugar de buscar solo el entretenimiento persigue también esa reflexión sobre lo que le rodeaba; eso me parece algo verdaderamente increíble. Y desde ahí la obra nos toca y nos concierne mucho.

¿Cómo afronta una directora tan implicada con los grandes clásicos un texto contemporáneo?

—Pues igual. Escuchando a fondo lo que la obra me quiere decir, pues yo nunca trato de poner mi imaginación por encima de lo que cuenta una obra. Trato de escucharla, de identificar todo lo que está contando y lo meto dentro de mí para ver cómo resuena. Me ha sorprendido mucho porque detrás de un lenguaje muy sencillo se encuentra una hondura verdaderamente impactante. Ha habido que trabajar muy en profundidad porque la obra tiene una estructura muy coral y son 33 partes pequeñas de un todo. Y 18 actores... menos mal que son grandísimos actores y lo saben resolver muy bien. Para realizarlo es complicadísimo. Pero a la vez es muy satisfactorio, hay que encontrar el equilibrio del equipo entero y saber que todos van a ser protagonistas.

¿Veremos pronto este montaje en Salamanca?

—Lo veo difícil, pues es una obra que no está planteada para salir de gira. Es una obra muy grande con un dispositivo escénico verdaderamente extraordinario y con mucho equipo técnico. Por ahora no lo sé, pero creo que será muy complicado.

¿Sigue viniendo con frecuencia a Salamanca?

—Sí, sí. Mi mamá está en Salamanca, también mi hermana y están mis recuerdos y mi vida. Por lo menos todos los meses voy unos días y aprovecho para pasear y descansar.

¿Qué significa Salamanca a nivel personal y profesional?

—Todo. No me imagino sin mi ciudad, sin mi querida Salamanca.

¿Está al día de la actividad cultural de la ciudad?

—No mucho. Cuando estoy haciendo un montaje, y llevo dos en 2024, me encierro como si estuviera haciendo oposiciones y no existe nada alrededor.

Durante su etapa al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico logró que muchos jóvenes se aficionaran al teatro. ¿Nota que sigue existiendo dicho interés?

—He notado que sí hay un interés de los jóvenes por el teatro. Sigo viendo en los teatros a un porcentaje de jóvenes altísimo. En esta obra tenemos a tres actores de 12 años, por lo que hacemos un homenaje a ese futuro, pues los ves ensayar y piensas que con estos actores tenemos garantizado el futuro del teatro. Es maravilloso. Son una delicia. Creo que el teatro siempre va a tener a los jóvenes ahí, lo que pasa es que hay que hacer políticas de gestión muy dirigidas a ellos, sobre todo para que lo conozcan, porque si no lo conocen no lo van a amar. Y quienes lo conocen ya no se apartan.

¿Echa de menos la vorágine de la Compañía Nacional o tal vez ahora trabaja aún más?

—(Risas). Trato de que no sea igual. El periodo de dirigir un teatro público es maravilloso, pero también extenuante y agotador. Para mí fue un momento extraordinario y mágico, increíble, un regalo de la vida. Pero no lo echo de menos, sigo trabajando, aunque ahora no tengo ese compromiso de todo a la vez. También trato de no aceptar todas las invitaciones que me hacen, porque quiero disfrutar mucho de los procesos. Ya no tengo 40 años ni me veo en la necesidad de correr para demostrar algunas cosas.

Pero siempre le ha gustado la marcha…

—(Risas). Eso está en la naturaleza.

¿Cómo ve a la nueva generación de actores y actrices?

—He tenido la suerte de trabajar esta vez con actores de varias generaciones. Los jóvenes, por fortuna, están muy preparados, realizan estudios muy sistemáticos. En los últimos 20 años el nivel de todos los profesionales del teatro ha subido mucho. Estamos consiguiendo entre todos un nivel muy importante.

¿Algún nuevo proyecto?

—Sí, estoy con algunas cosas pero no se puede hablar todavía de ello.

¿No le ha tentado la dirección de alguna serie para televisión o alguna plataforma?

—No es mi terreno. Creo que me he especializado en el teatro y algunas cosas de lírica y no es lo que me apetece, y es diferente a lo que yo hago; tiene cosas en común pero nunca he querido hacer series, ni me lo he planteado.

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