Los recuerdos de un bar que creció con el barrio: «Cuando llegamos ninguno de estos edificios estaba»
Cipriano Arroyo y su mujer, Pilar Martín, abrieron el bar Mármara en Prosperidad en 1997, cuando muchos de sus edificios no se habían construido aún. Desde entonces, han visto evolucionar al barrio y a su gente
En la calle Arias Pinel, en el corazón del barrio de Prosperidad, se encuentra el bar Mármara, un local que desde el año 1997 se ha convertido en punto de encuentro para vecinos y visitantes. Cipriano Arroyo, su dueño, recuerda perfectamente aquellos primeros días. «Aquí no había nada, ninguno de estos edificios estaba; se trataba de un barrio nuevo totalmente. Había algunas casas y negocios solamente», relata mientras alza la vista y rememora cómo ha ido cambiando la zona con el paso de los años. De hecho, señala también que «creo que fuimos los segundos que abrimos aquí».
La hostelería le viene de lejos. Tanto él como su mujer, Pilar Martín, que también trabaja en el Mármara, son de Gallegos de Argañán, un pequeño pueblo donde los padres de ella tenían un bar. «Yo he estado trabajando desde los 16 años en hostelería. Primero en la frontera, en Fuentes de Oñoro, luego nos vinimos a Salamanca y llevamos 30 años con bares. Aquí en Prosperidad 28 y otros dos en Garrido».
El futuro, sin embargo, no parece traer relevo generacional. Sus tres hijos colaboran en el negocio, pero sus planes van por otros caminos. «El mayor se está preparando para ser policía, mi hija está haciendo prácticas en una empresa y la otra es más pequeña y aún está estudiando, pero tampoco tiene intención de quedarse aquí». Entre risas, Cipriano lanza una idea: «No sé qué pasará cuando nos jubilemos, igual hacen apartamentos turísticos».
Y es que, aunque a los dueños les guste el oficio y lo 'lleven en la sangre' y reconozcan que económicamente es más rentable tener su propio negocio, implica mucho sacrificio: «Nadie quiere trabajar en la hostelería. Son muchas horas, la gente busca descansar sábados y domingos, que por otra parte es lógico, pero aquí tienes que atender a la gente. Nosotros comemos la mayoría de las veces pasadas las tres y media porque tienes que servir las comidas». Cuando es preguntado acerca de los descansos, responde: «No cerramos nunca, solo en vacaciones o algún puente; podríamos hacerlo, pero sientes que te debes a la gente del barrio», mostrando una entrega total por su negocio que es incompatible con la «actual concepción del tiempo, de la vida y del ocio», destaca.
Aunque ahora la idea de abrir un negocio de estas características resulte menos atractiva por todo lo que conlleva, tampoco es nada fácil encontrar mano de obra que se sume a los dos camareros que trabajan junto a los dueños en el Mármara. «Sobre todo cuesta encontrar personal cualificado. Buscamos a alguien para la cocina y de camarero y no encontramos. Es difícil dar con gente con experiencia y, a la larga, te sale más rentable hacerlo tú mismo», relata.
Creciendo junto al barrio
A pesar de que es complicado formar una plantilla, con la clientela es mucho más fácil. Son vecinos de toda la vida que, al igual que ellos, llegaron cuando Prosperidad se estaba aún erigiendo y fueron los encargados de darle vida y personalidad a ese barrio que han visto desarrollarse juntos: «Hemos llegado todos prácticamente al mismo tiempo, en torno a los 30 años, y claro, nuestros hijos son amigos entre ellos, les hemos visto crecer juntos..., una relación de toda la vida», explica el salmantino.
Muchos cambios se han ido produciendo desde entonces. La construcción del CAEM y de los edificios de la Policía Local y la Junta de Castilla y León ha dinamizado también la actividad del bar, trayendo nuevos rostros de consumidores que vienen a hacer algún trámite burocrático o a ver algún concierto o espectáculo.
Pero no solo los nuevos edificios han operado cambios en la vida del barrio, la pandemia ha supuesto un antes y un después en el modo de consumo tradicional de los clientes. En años anteriores a la covid, la terraza solo se montaba en temporada. Ahora, la licencia es para todo el año, aunque en invierno reducen el número de mesas: «La gente cambió de preferencias, ahora le apetece mucho más salir a la calle, estar fuera. En invierno pasamos de unas nueve mesas a cuatro para toda esa gente que quiere fumar, que viene con el perro o se quiere quedar fuera».
Si bien puede parecer que en los meses más fríos del año la terraza es más prescindible, en verano se convierte en el motor del local, que cada noche llena sus mesas de gente y platos hechos a la plancha.
Las antiguas hogueras de San Juan
En los próximos meses, la imagen de Prosperidad también cambiará con la llegada del nuevo centro de salud, concretamente, en la avenida de la Aldehuela con la calle Lucio Marineo, cuya construcción puede observarse perfectamente desde la terraza del bar.
Cipriano recuerda cómo en ese solar «en el que se han llevado años planeando qué construir» se celebraban hace tiempo las hogueras de San Juan.
«Ahora se hacen en el Zurguén, pero antiguamente se hacían varias en distintos puntos de Salamanca. De hecho, aquí se formaba una hoguera grandísima, se traía madera de una fábrica cercana y se asaban sardinas», rememora el hostelero con nostalgia. La hoguera era tan grande que Arroyo recuerda cómo un año se derritieron las persianas del edificio que está delante del actual aparcamiento donde tenía lugar antaño la cita debido a las altas temperaturas que se alcanzaban.
El calor de las llamas de junio ha quedado en el recuerdo, pero la calidez en el trato entre los dueños y sus clientes sigue vigente.
El Mármara es, en definitiva, testigo y parte del desarrollo del barrio de Prosperidad. Ambos han ido tejiendo su historia al unísono y el bar ha terminado por convertirse en un punto de referencia para los vecinos, un lugar en el que se respira cercanía y entrega.