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Imagen de Pedro Pardo que apareció en los medios el día del asesinato y que está en la página de Covite.
El oscuro salmantino de las mil caras al que mató ETA

El oscuro salmantino de las mil caras al que mató ETA

Fue asesinado hace 40 años como Miguel Castellanos, identidad que tomó de una de las víctimas a las que robó, pero, realmente, él era Pedro Pardo, nacido en Cristóbal y criado en Ciudad Rodrigo

Marian Vicente

Salamanca

Domingo, 29 de diciembre 2024, 06:45

El pasado día 26, al día siguiente de Navidad, se cumplieron 40 años de la muerte de la víctima de ETA más desconocida, sobre todo en Salamanca, donde había nacido bajo el nombre de Pedro Pardo Romero.

Pedro Pardo era merchero y, por tanto, nómada. Había nacido en Cristóbal de la Sierra y se había criado en Ciudad Rodrigo, de donde, la única hija que aún vive, María Remedios García, asegura que era natural su madre.

A Pardo, le mataron un 26 de diciembre de 1984 en Bermeo, donde regentaba el bar Gurea Da. Para entonces, ya se había hecho con el negocio de la heroína y montaba timbas ilegales. Era la época en la que ETA perseguía a los «camellos». Dos individuos entraron en el bar y el padre de Remedios se encontraba detrás de la barra. En el local, estaban su mujer y, también, María, con su hijo mayor, que tenía entonces 4 o 5 años, según ha contado una y mil veces la hija de Pedro Pardo: «Mi padre les preguntó que qué querían tomar y, como respuesta, le pegaron dos tiros. Yo agaché la cabeza pensando que era un petardo y, cuando la levanté, vi que mi padre caía dentro de la barra, salté y le agarré, pero estaba ya agonizando mientras los dos individuos se largaban corriendo».

Le trasladaron al hospital de Cruces, en Bilbao, pero no le pudieron salvar y falleció de camino.

Las crónicas de entonces daban cuenta del atentado con la identidad falsa que la víctima había adoptado después de uno de los múltiples atracos que jalonaban su historial delictivo: 'Asesinado el propietario de un bar en Bermeo', titulaba LA GACETA del jueves, 27 de diciembre de 1984. Un recuadro en primera página narraba de forma escueta el atentado de Miguel Castellanos Escamillas, de 47 años y «natural de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona)», aparecía en la pequeña crónica.

«Por muy malo que fuera, ETA no tenía derecho a matar a mi padre», ha repetido muchas veces su hija Remedios, la única de los cuatro vástagos que vivían que no cayó en las drogas, aunque su vida tampoco ha sido fácil.

Hasta los 4 o 5 años, vivió en carro de pueblo en pueblo, comiendo lo que robaba su padre, con tres hermanos muertos como consecuencia de las drogas, en las que su padre los había metido y con una vida de prostitución, violencia y maltrato. Lo peor llegó cuando «aterrizaron» a las afueras de Barcelona, en un poblado de chabolas, donde tenían por vecino a 'El Vaquilla' y donde ni los médicos entraban por miedo, según narra Remedios. El padre entró pronto en la cárcel, en La Modelo de Barcelona, y allí, iban sus hermanos y ella con su madre dos veces al año a visitarlo.

Al salir de la prisión barcelonesa, el padre se dedicó a atracar joyerías, bancos, casas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado lo buscaban de nuevo e hizo lo que estaba acostumbrado a hacer: huir.

La familia se estableció en Bermeo en el invierno de 1976. El padre ya contaba con una documentación falsa, posiblemente la de un hombre al que había atracado y robado el DNI, Miguel Castellanos Escamilla, identidad con la que finalmente fue enterrado cuando ETA lo mató y con la que aparece en los registros del Ministerio del Interior.

Dos meses antes del atentado, había recibido una carta amenazándole, documento que leyó María Remedios porque se la dio su madre, que no sabía leer. Sus padres ya tenían pensado volver a Salamanca, pero no les dio tiempo. «Yo me liberé», reconoce su hija, que mantuvo una relación de amor-odio con su padre por su trayectoria delictiva y porque sus hermanos murieron debido a las drogas con las que su padre «negociaba».

Remedios, su única hija viva, ha escrito un libro, 'Ni una palabra más', en el que cuenta su historia y, con él, ha querido desmitificar la imagen de los mercheros, tradicionalmente vinculada a la delincuencia y a la marginalidad.

'El Peleas' estuvo involucrado en una reyerta en la localidad de El Payo

Nadie lo «reclama» en Salamanca como víctima de ETA. Ni siquiera está documentado que Pedro Pardo Romero naciera en Cristóbal de la Sierra, donde su nombre no aparece en los registros municipales. Y es que su vida nómada y los cambios continuos de nombres y apellidos lo hacen complicado. Pero su hija da fe de que, en los papeles de su padre, aparecía como nacido en la localidad salmantina y que tanto él como su madre, que aún conserva familia en Ciudad Rodrigo, tenían previsto volver a Salamanca, sabiendo que era objetivo de la banda terrorista ETA, que en esos años había iniciado una campaña contra los traficantes de drogas.

Pedro Pardo Romero era un peligroso delincuente conocido como 'El Peleas'. En enero de 1966, estuvo involucrado en una reyerta ocurrida en El Payo entre familias quinquis, en la que resultó muerto su cuñado y él acabó gravemente herido, hospitalizado en Ciudad Rodrigo bajo la identidad falsa de Pedro García Suárez, que, años después, figuraría en la sentencia por asesinato. De ahí el apellido de su hija, María Remedios García, la única viva, ya que dos fallecieron de pequeños y los otros tres, víctimas de las drogas.

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