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Óscar Alvariño Belinchón, en un burladero de la plaza de Béjar.

Óscar César Alvariño: “El medallón de Alfonso IX de León para la Plaza Mayor es el mejor de los que he hecho”

El escultor ha ganado el concurso para tallar el relieve del monarca leonés

Sábado, 31 de diciembre 2022, 19:45

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Óscar César Alvariño Belinchón tiene 60 años, es madrileño y vive en Manzanares el Real. Atesora una extensísima trayectoria artística, de variada actividad docente, con obra pública por todo el territorio español, así como en México y Estados Unidos. Ha dejado su sello en multitud de museos e instituciones del país, además de acumular hasta 80 premios y participar en otras tantas exposiciones. Una trayectoria solvente en la que su logro más reciente es haber resultado ganador del concurso de propuestas para ejecutar el medallón dedicado a Alfonso IX de León en la Plaza Mayor de Salamanca. El jurado consideró que “Séptimo”, el boceto que presentó, fue el mejor de los 13 que concurrieron, entre otras cuestiones, “por el profundo conocimiento” que demostró sobre el monumento, la integración y armonía de la pieza, así como por la incidencia de la luz para plantear la disposición del busto y potenciar el claroscuro en los rasgos del personaje. “Séptimo” precisamente hace alusión a su séptima obra en el ágora salmantina, después de haber ejecutado los medallones dedicados a Miguel de Unamuno (1986), Elio Antonio de Nebrija (1992), Fernando VII (2005), Alfonso XIII (2005), La Primera República (2005) y Don Juan de Borbón (2005). Estos últimos en el contexto de la celebración del título del ágora salmantina como Plaza Mayor de Europa.

No será su primer medallón en la Plaza Mayor. ¿Todos tienen el mismo hilo conductor?

—En todos intentas que tengan un sello diferente. Los dos más hermanados, en cuanto al planteamiento, pueden ser el de Miguel de Unamuno y el de Don Juan. Parten de un retrato de perfil, aunque el de Unamuno es menos preciosista que el de Don Juan, más del siglo XX. Los otros son más barrocos.

¿Investiga previamente antes al personaje para imprimir en la talla su personalidad?

—Indudablemente. Pero es cierto que en casos como el de Miguel de Unamuno hay documentación casi apabullante. Casi no puedes abarcar la ingente información que existe sobre él. En su medallón la personalidad se refleja en la figura, la mirada y la actitud del cuello con respecto a la cabeza y al cráneo. Pero otros casos, como en el de Alfonso IX de León, la documentación es muy escasa, casi inexistente. Prácticamente lo que se ha hecho sobre él, salvo alguna ilustración o imagen, es posterior y con menos credibilidad.

¿Qué percibiremos en el medallón del carácter del personaje?

—Fue el precursor del Centro de estudios Salmantinos, la primera imagen de la universidad española. Por eso creo que su figura no puede ser arrogante, debe ser sólido, más pensante, sesudo y desde la quietud, no desde lo barroco y lo movido como si fuera un guerrero porque él antecede a lo que es el intelectual, el estudio, el conocimiento. Así, será una figura pensativa, sobria, compacta, con la cabeza luminosa, de claroscuro, robusto y con quietud.

¿Tendrán rasgos en común con el restos de sus medallones?

—Es imposible que no sea así. La composición es la misma en todos los casos, beben de las mismas fuentes. Hay un planteamiento compositivo que tiene que ver con el resto de los medallones, dado que es la misma mano la que los ejecuta. El pensamiento, la forma de concebir volúmenes y la composición se entiende de una misma manera. Es cierto que quiero que cada uno sea único, pero no me esfuerzo en que el de Alfonso IX de León sea diferente. Quiero que sea único y muy bueno, aunque es verdad que no tendrá nada que ver la cabeza, el gesto y el retrato con el resto.

Con este serán siete los medallones que lleven su sello, ¿hay escultores que le superen?

—Hay gente que me conoce por eso, pero no es mi única faceta. Tras Alejandro Carnicero (talló 36 entre 1730 y 1734) seguro que el segundo con más medallones soy yo.

A este ritmo, ¿le veremos tallando el medallón de Felipe VI?

—Me haría ilusión. Al haber hecho ya a parte de su familia (a su abuelo, Don Juan de Borbón, y a su bisabuelo, Alfonso XIII), estaría bien hacer Felipe VI, si me pilla con ganas y salud, claro. El primer medallón lo gané en diciembre del 86, se inauguró el 31 de diciembre de ese año. Lo fui tallando en noviembre y diciembre y se inauguró momentos antes de la ofrenda floral a Unamuno. Entonces acababa de cumplir 24 años, era en aquel momento el escultor más joven de la Plaza Mayor, pero ya he cumplido 60 años. No obstante, tendré que ganar el medallón de Felipe VI. Ya he demostrado que hay calidad.

Atendiendo a su trayectoria, parece que tiene un idilio con el ágora salmantina.

—Con la Plaza Mayor y con los salmantinos (ríe).

Imagino que al pensar en incluir otra efigie en la Plaza, le tendrían en cuenta a usted.

—Es cierto que cuando se inició el concurso invitaron a muchos artistas de todo tipo, pero a mí no, y no lo digo dolido.

¿Aún así, esperaba ganar?

—Sí, fui al concurso a por todas. Quizás por mi idilio con la Plaza, me sentí obligado a presentarme.

Hemos conocido el boceto de su nueva creación, ¿cómo la describiría?

—Es uno de los mejores que he hecho, sin duda. Me encanta. Ya tengo en escayola, debido a que para presentarme al proceso de selección había que presentar un proyecto escrito y, además, una maqueta.

¿Le veremos pronto picando en la Plaza Mayor?

—No, todavía no. Me comunicaron que había ganado el viernes pasado por teléfono.

¿Cómo será la ejecución?

—Iré a Salamanca durante un par de meses para tallar el medallón en la propia piedra. Se talla in situ, subido a un andamio y con arreglo al proyecto premiado que se ha presentado. Lo cierto es que es un trabajo con una idiosincrasia muy particular y radicalmente diferente a cualquier concurso de escultura, ya que además quedará en un monumento Bien de Interés Cultural. Si te equivocas, no se puede rectificar. Por eso es una obra muy exigente y con cierto riesgo. Exige preparar bien el equipo, evaluar la temperatura, las horas de luz...

¿Qué plazo tiene de ejecución?

—Dispongo de tres meses como máximo. Lo cierto es que pasan volando. El hecho de desplazarme a Salamanca me obliga a tener una previsión de alojamiento y manutención. La verdad que estar fuera de casa me tira un poco para atrás, tengo que reorganizar mi vida para esta allí tanto tiempo. Cuando fui por primera vez hace 24 años era profesor en Ávila e incluso me venía bien. Ahora las circunstancias son otras.

¿Qué otros proyectos le gustaría abordar como artista en Salamanca?

—Una escultura encargada por el Ayuntamiento. Creo que me lo he merecido con estas siete puertas grandes en La Glorieta. Siguiendo el símil taurino, te mereces torear con el cartel de las figuras o torear algún día más. En concreto, me gustaría hacer una escultura de Julián Sánchez “El Charro”, me encantaría abordarla como figura ecuestre. Algo que fuera grande, apasionante, una figura ecuestre más para Salamanca, una provincia con mucha tradición con la figura del toro y del caballo. Me encantaría.

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