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El corazón de Salamanca está perdiendo poco a poco nombres que han dejado su huella en la historia del comercio de la provincia. A lo largo de los últimos años, son muchos los escaparates que han cobrado vida propia por ser testigos del paso del tiempo y auténticas obras de arte. Los ha habido que colgaron el cartel de 'Cerrado' por la jubilación, otros han cerrado sus puertas por un traslado, otros por el elevado precio de los alquileres y otros, por haberse quedado sin relevo generacional. Pero, en medio de la extinción de lo mítico y de lo tradicional, todavía quedan algunos en pie como la mítica Joyería Cordón, ubicada bajo uno de los muchos soportales de la Plaza Mayor, la cual, además, puede presumir de ser centenaria.
Para entender su historia y, sobre todo, sus orígenes, es necesario recapitular hasta hace dos siglos. Y es que, el 16 de abril del año 1888, nació el precursor de toda una saga de plateros que, todavía a día de hoy, sigue satisfaciendo a todos los que atraviesan las puertas de su negocio con el trato de tú a tú que tanto se ha puesto en peligro de extinción a raíz de la fuerte irrupción que ha protagonizado la compraventa de productos y servicios a través de internet.
La 'vida' de la Joyería Cordón comenzó con José Cordón de Blas y prosiguió con su enlace con la hija y nieta de plateros Rafaela Elena Agúndez y el nacimiento de sus hijos Carmen, Amelia, José Manuel, Roberto y Manuela. Todos ellos se instalaron en Salamanca en el año 1912 abriendo un taller de joyería y platería en el número 10 de la calle de la Rúa, donde se construían y reformaban todo tipo de alhajas, se hacían todo tipo de grabados y se doraban y plateaban distintos productos.
«Tenemos constancia de que mi bisabuelo era joyero en Córdoba. Después, mi abuelo vino a Salamanca con mi abuela y siguió con este legado que ahora tengo yo», asegura José Ignacio Cordón Rodríguez, propietario ya jubilado de la Joyería Cordón, aunque en activo, ya que sigue entregándose en cuerpo y alma a la hora de despachar tanto a sus clientes más fieles como a los nuevos tras el mostrador. «Cuando mi abuelo llegó a Salamanca, se instaló primero en la Rúa y, después, el local se trasladó a la calle San Pablo porque mi abuela heredó un local de una tía suya que falleció. Tenía tres pisos. En la planta baja, estaba la joyería; al otro lado, había una tienda de regalos muy grande que se llamaba 'Regalos Carmen'; en el primer piso, vivía mi abuelo; en el segundo, vivían mi tío Roberto y Manolita, que era otra de sus hijas, y, en el tercero, vivíamos nosotros, que éramos 10, con mi padre. En el ático, instalamos los talleres de joyería y relojería», rememora Cordón, haciendo hincapié en la que siempre ha sido una de las especialidades de su familia: la reforma de joyas antiguas en modernas.
«Ahora mismo, estoy jubilado, pero estoy disfrutando de una jubilación activa. No osbtante, cuando me retire, espero que el legado continúe con mi hijo mayor, Pablo, al frente», asegura José Ignacio Cordón Rodríguez, haciendo alusión a que el hecho de que hayan permanecido tantos años con sus puertas abiertas se debe a la «fama» que tienen en la capital del Tormes y a las muchas veces que han trabajado con organismos oficiales. «Siempre hemos sido honrados. En el comercio, siempre se tiene que ser así. Eso y el hecho de que hayamos dado un buen servicio es lo que nos ha sostenido hasta ahora», resalta.
Sobre los organismos oficiales con los que la familia Cordón ha trabajado a lo largo de sus años de historia, José Ignacio Cordón Rodríguez recuerda con emoción los muchos pedidos en los que su abuelo puso todo su cariño y dedicación, entre los que destacó la elaboración de un trofeo de una oreja de toro de plata y filigrana, encargada en el año 1927 para una novillada que se realizaba el día de la Romería de la Virgen de la Salud de Tejares; el cofre de filigrana con el escudo de Salamanca que se le dio a la infanta Beatriz; la fabricación de la inicial B con la corona real esmaltada y entalladada que el Ayuntamiento le regaló a la misma o diversas coronas para vírgenes como la de la Soledad -encargada en el año 1923-, la de Nuestra Señora de las Angustias, la de Nuestro Padre Jesús Rescatado, la de Nuestra Señora Madre de la Sabiduría o la que resulta ser más especial para la familia y tiene un hueco importante en los anales de la historia de la Joyería Cordón, la de la Virgen de Argeme, de Coria, fabricada con oro y por suscripción popular.
Pero, en medio de la historia de la joyería, tallada entre sortijas, pulseras, broches, solitarios, tresillos, perlas finas, esmeraldas, zafiros y pedrería fina, también resulta imposible no resaltar las veces en las que, al local abierto en la Plaza Mayor sobre el año 1945, entraron personajes tan ilustres como el Papa Juan Pablo II, que visitó la localidad salmantina de Alba de Tormes en noviembre del año 1982 para celebrar diversos actos de conmemoración con motivo del IV centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús. También fueron atendidos detrás del mostrador la ya fallecida duquesa de Alba o algunas personalidades pertenecientes al mundo del corazón como Bárbara Rey, junto a su hijo, Ángel Cristo. «De todos los famosos que han podido pasar por la joyería, me quedaría con el momento en el que vino el Papa, a quien tuvimos la fortuna de hacerle la llave de la ciudad. También con la vez en la que vino la reina Sofía. Ese día, fui al Parador a llevarle cosas de filigrana para que las compraran tanto la reina como las primeras damas que vinieron a la capital», sentencia.
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