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Jueves, 8 de agosto 2024, 18:55
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Dentro del cine comercial estadounidense, muy pocos autores igualan en personalidad y sentido del riesgo a M. Night Shyamalan. El realizador y guionista, nacido en 1970 en la India pero criado en Pensilvania desde muy pequeño, arrancó su carrera de la mejor forma posible: con el éxito consecutivo -tanto de taquilla como de crítica- de El sexto sentido (1999), El protegido (2000) y Señales (2002). Después, pese a haber sufrido más de un batacazo y de generar opiniones siempre polarizadas (tan pronto aspira al Oscar como al Razzie), ha firmado títulos tan atractivos como El bosque, Múltiple, La visita o Llaman a la puerta. Además, produce con su propia compañía y, al financiar de su bolsillo, se ajusta a presupuestos comedidos, con resultados siempre rentables. En su nuevo largometraje, La Trampa -que se estrena ya en Van Dyck y Van Dyck Tormes-, se interesa por la vida cotidiana de los asesinos en serie, «monstruos que viven entre nosotros», como ha declarado en una entrevista. Josh Hartnett encarna a un psicópata apodado El carnicero, que también es un padre «normal« y lleva a su hija adolescente a un concierto de pop multitudinario. Pero al ver allí un gran despliegue policial, descubre que todo se trata de una tapadera para capturarlo. ¿Será capaz de escapar?, ¿y, más importante aún, de hacerlo sin que ella no note nada raro?
Conocido por los giros de guión de sus desenlaces, Shyamalan revela muy pronto (ya se ve en el tráiler, de hecho) una de las sorpresas de La trampa: ese supuesto hombre de familia modélico es el villano de la función. Lo que nos mantiene en vilo son sus esfuerzos para conservar la calma -en medio de 20.000 personas- y la cuidar la fachada que se ha construido. Esta intriga de suspense acerca el filme al maestro del género, Alfred Hitchcock, y a su discípulo Brian de Palma. Aunque siempre con la personalidad innegociable del creador de La joven del agua: elegancia visual, ritmo endiablado, un humor negro muy particular, situaciones límite, atrevimiento en sus premisas y decisiones. Como alababa el productor Enrique Lavigne en una crítica: «su cine es desconcertante, a veces sonrojante, siempre vibrante». Para el papel del criminal más buscado, ha rescatado del olvido a Josh Hartnett, un actor que vivió su momento de gloria a principios de los 2000, con Pearl Harbor, La dalia negra o Black Hawk Derribado. Por cierto, la estrella de la música del concierto, una diva a lo Taylor Swift llamada en la ficción Lady Raven, no es otra que la hija del director, Saleka, cantante en la vida real.
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