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El obispo José Luis Retana, ante la sede de LA GACETA. ALMEIDA
José Luis Retana, obispo de las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo: “Los padres dan permiso para una excursión, pero no para abortar”

José Luis Retana, obispo de las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo: “Los padres dan permiso para una excursión, pero no para abortar”

Casi seis meses después de la toma de posesión, el prelado abulense asume la “dificultad” y las “tensiones” de iniciar un camino pionero de llevar dos diócesis de forma conjunta, consciente de los problemas comunes que envuelven a ambos territorios: la falta de vocaciones, la despoblación y la elevada edad de los sacerdotes.

Martes, 31 de mayo 2022, 11:26

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José Luis Retana (Pedro Bernardo, (Ávila, 1953) asume a “pecho descubierto” las dificultades de la gestión compartida de las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo. Solo existe un precedente: la diócesis de Huesca y Jaca.

–A la hora de su elección se adoptó una solución salomónica en la que muchos habitantes de Ciudad Rodrigo piensan que llevará a la desaparición de la Diócesis ¿Tiene alguna explicación de por qué se tomó esta decisión? ¿Le pidieron opinión?

–A mí no me han pedido opinión. Pero sí se ha pedido opinión a mucha gente porque normalmente cuando una diócesis queda vacante, se le pregunta a una serie de personas sobre cómo es la zona o qué pastor necesitaría. Eso se hace con todas. Además de eso preguntarían por las diferentes alternativas sobre un obispo para dos diócesis, la desaparición u otras alternativas. Yo sobre la cuestión de la solución salomónica no he tenido nada que ver. Sí puede haber una lógica en mi elección, ya que yo he vivido veinte años en Salamanca contando los que estudié. También he tenido a los seminaristas de Ciudad Rodrigo. El porqué se ha tomado esta decisión no lo sé.

–Si ahora le preguntaran, ¿qué respondería?

–Que es una dificultad.

–¿Cree que tiene marcha atrás esta decisión?

–A mí si me preguntan, yo diré las dificultades que me encuentro. Pero no es fácil que se revierta esa decisión. Por lógica. El problema de una diócesis como la de Ciudad Rodrigo no es el tener obispo. La presencia del obispo es muy significativa porque puede acudir a cualquier acto de la Iglesia, del Ayuntamiento o de la sociedad civil, pero tiene que funcionar bien todo: cada sacerdote en su parroquia, el seminario, la Catedral. La Diócesis la sostenemos entre todos. La figura del obispo es significativa pero no el único criterio.

–¿Por qué se ha tomado la decisión que más perjudica a la diócesis más pequeña, a la España vaciada?

–El problema de Ciudad Rodrigo es el mismo que Salamanca, si quitas la capital y el alfoz. Yo no he tomado la decisión. A mí también me sorprendió y me costó, en el sentido de que yo llevaba poco tiempo en Plasencia y con la pandemia tenía muchos proyectos abiertos. Esas preguntas que se hacen, yo también me las he hecho desde mi punto de vista. Es difícil llevar dos diócesis. En España solo hay un caso, que es el de Jaca y Huesca. Y es un camino que recorro por primera vez, que no ha habido un obispo que lo haya recorrido previamente. También la dificultad de Ciudad Rodrigo con una sensibilidad tan grande ante esta situación. A esos problemas son a los que me he enfrentado a pecho descubierto desde el 8 de enero.

–¿Ha tenido que dedicar mucho tiempo a sanar las heridas abiertas en Ciudad Rodrigo?

–Cuanto más ha arriesgado uno en la defensa del obispo propio y exclusivo, ha quedado más herido. Yo personalmente esa dificultad no la he vivido más que con algunos sacerdotes, que además son amigos de mis tiempos del seminario. No he tenido problemas con la autoridad civil. Tengo una relación más que buena con los alcaldes de Ciudad Rodrigo y el de Salamanca. Yo creo que la gente de a pie no ha vivido esa dificultad. No se ha sentido herida, salvo la gente más consciente de las consecuencias de una decisión así.

–¿Es una fusión encubierta?

–Ahora estamos pensando en el inicio del curso: qué sacerdotes por edad o por enfermedad pasan a reserva; y tenemos dificultad para suplir a los sacerdotes. El problema es similar en las dos.

–¿Cómo se afronta este ‘invierno vocacional’?

–Una vocación al ministerio sacerdotal hoy en día es un milagro. En el mundo actual se organiza la vida al margen de Dios. En una sociedad así, el que surja una vocación es una dificultad muy grande. No solo sacerdotal, sino también para entrar en política. Sobre todo si es en serio y no va a servirse de la política, sino a dejarse la vida sirviendo a la gente. Los compromisos definitivos y de hondura son complicados y difíciles. También estamos acostumbrados a una sociedad muy clerical en la que todo tiene que hacerlo el cura. También está el diaconado permanente, las celebraciones en ausencia de presbítero que puede hacer un laico o un religioso, el acolitado o el lectorado. El problema es que estamos acostumbrados a que en cada pueblo de 200 habitantes haya un sacerdote cuando el cura tiene 6, 8, 10 o 12 pueblos. Los sacerdotes debemos cambiar la mentalidad, pero también la sociedad.

–¿La Iglesia no debería plantearse en este momento ampliar el sacerdocio a las mujeres?

–Es un tema cerrado en la Iglesia por la distinta posición de los papas. El Señor se lo encargó a unos hombres débiles. Nadie trató como Jesucristo a las mujeres con tanto afecto y ternura en un tiempo en el que las mujeres eran nada. Es una cuestión cerrada dentro de la Iglesia. Otros ministerios sí, pero no el sacerdotal.

–En muchos lugares la edad es muy avanzada para ese cambio de mentalidad.

–En una novena no tiene por qué ir el sacerdote. Es necesario para confesar y dar misa. Pero los diáconos pueden casar o hacer un entierro. No es un problema de Salamanca o Ciudad Rodrigo, sino de toda España.

–¿Es culpa de la Iglesia o la sociedad que los templos estén vacíos?

–Es un problema de todos. De la Iglesia y de los creyentes que no hemos sabido transmitir la fe a la gente más joven. La gente joven no está en la Iglesia. Eso es así. Luego hay casos... Por ejemplo, el otro día estuve cenando con un grupo de ocho chicos, de los que dos querían ir al seminario y habían estudiado Matemáticas.

–¿Está estudiando alguna fórmula para promover vocaciones?

–Estuve reunido con la Pastoral Juvenil que va de los 18 a los 33 años y lo que proponíamos era una Pastoral de Infancia desde 1º de Primaria. El problema de la Juvenil es que es difícil atraer a los de 18 años si ya se han desmarcado de la Iglesia y planteamos un proceso más largo a través de la metodología de los campamentos. Para el seminario es igual. En Ávila y Plasencia teníamos el Seminario Menor en Familia: el chico está en casa con sus estudios y una o dos veces al mes teníamos un fin de semana con ellos. Un Seminario como el de Ciudad Rodrigo es casi único. Es importante el discernimiento, una palabra fundamental en el Papa y los jesuitas.

–Ante las voces que plantean la eliminación del celibato, ¿piensa que ayudaría a fomentar más vocaciones o reducir los abusos?

–En Rumanía se pueden casar y el problema es el mismo. En los abusos sexuales solo el 0,2% son sacerdotes. Es un problema de toda la sociedad. En la Iglesia es un pecado atroz, más grave todavía que en cualquier otro caso porque las familias te dan el cuidado de sus hijos. Es un problema de toda la sociedad, de colegios, familias.

–¿Lo suprimiría?

–Yo creo que es un tema zanjado para la Iglesia. No vamos a bajar el nivel de exigencia para que la cosa se arregle. Vamos a subir el nivel de la calidad humana, espiritual y de fe. No es un dogma de fe porque los apóstoles estaban casados. Yo considero que el celibato es una gracia que uno la tiene o no la tiene y va unido a la vocación sacerdotal. Si el Señor te llama al ministerio sacerdotal eres célibe, y si no, no era tu camino. De hecho, mucha gente ha dejado el seminario por este motivo u otros. El seminario no es para ser cura, sino para discernir si verdaderamente ese es tu lugar.

¿Cómo está funcionando la Oficina de Abusos en ambas diócesis? ¿Han recibido casos?

–Están funcionando bien. Yo he puesto un especialista en Derecho Canónico, una psicóloga y un abogado. En Salamanca vino una persona que quería hacer una denuncia sobre un religioso ya fallecido, pero en este caso la propia orden tiene su protocolo. En Ciudad Rodrigo no ha habido ningún caso. Ahora mismo los obispos tenemos las manos atadas porque si te enteras de un caso tienes que denunciarlo automáticamente. ¡A cuántos obispos se les ha retirado por haber encubierto casos! Saldrán, sobre todo si se mira al pasado. Creo que en el momento actual se están poniendo los medios para evitarlo. Hemos preparado un protocolo que deben tener todos los sacerdotes y toda la gente de campamentos y catequistas. Tienen que saber qué hacer.

–Los últimos cambios legislativos van en contra de la doctrina de la Iglesia como son el aborto y la eutanasia. ¿Se está promoviendo una cultura de la muerte por parte del Gobierno?

–Nosotros no podemos estar a favor de estas leyes del aborto y de la eutanasia. Desde nuestra fe entendemos que la vida es sagrada. Habrá vidas muy difíciles y yo entiendo que hay gente que sufre, pero estoy convencido de que todas las vidas tienen un significado y un porqué. Nosotros no podemos decidir sobre la vida de otra persona, ni sobre la nuestra. Es sagrada porque está hecha a imagen y semejanza de Dios. Es nuestra fe y lo que predicamos. Defendemos la vida. No es de recibo ser capaces de eliminar una vida humana y que a un animalito haya que ponerle en la cuna. Vamos a trabajar con cabeza y sentido común.

–Uno de los puntos más polémicos ha sido que las menores de 16 años puedan abortar sin el consentimiento de sus padres.

–La gente que más les quiere y les puede ayudar, se facilita que no se enteren. Es verdad que a esa edad un embarazo no deseado es difícil, pero son las personas que más les quieren y que darían la vida por ellas las que tienen que estar ahí. Tienen que pedir permiso a sus padres para ir a una excursión pequeña. Sin embargo, no lo necesitan para abortar. Tremendo. En Plasencia pusimos en marcha el ‘Proyecto Raquel’ para ayudar a sanar a todas las personas que han participado en un aborto. En general, tenemos que hacer un esfuerzo de educación, no solo para la vida, sino para la vida buena. Hemos visto cinco muchachos violando a una niña. ¿Nos hemos vuelto locos? Ya no es un problema de religión o de fe... sino de humanidad. ¿Cómo educamos? El problema no es el sexo si hay un afecto, una ternura. Pero hay derroteros muy delicados que van en contra de la propia humanidad. Es una concepción de la libertad muy extraña para hacer lo que te salga del diafragma. Como humanos debemos trabajar con el corazón y la cabeza.

–Se encuentra dentro de la Comisión de Enseñanza, ¿qué le parece el nuevo proyecto educativo del Gobierno?

–El proyecto que hemos presentado al Gobierno desde la Conferencia Episcopal es un currículum bastante interesante y transversal que podía ser aceptable. Creo que intentamos educar sin abrir el paraguas del todo. ¿Cómo podemos educarnos en la Historia solo con los últimos años, sesgados, dependiendo de cada comunidad autónoma? La Historia está para saber lo que el hombre ha sido, lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Uno entiende la vida conociendo la Historia, pero no reduciendo la dimensión social y espiritual del hombre. El abanico hay que abrirlo al completo. Yo creo que estamos empobreciendo la grandeza del hombre. A mí al menos es lo que me parece.

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