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El voluntariado no entiende de barreras ni de kilómetros. De ahí que, pese a la alerta naranja y las restricciones de acceso, una marea solidaria ha partido estos días desde Salamanca para ayudar en la zona cero de la DANA. Todos coinciden en que la situación es «de película de miedo»: gritos de desesperación de los vecinos que han perdido prácticamente todo, sonidos de sirenas y ambulancias, miles de voluntarios retirando el barro y achicando el agua, personas caminando entre el lodo...
La ola de solidaridad es imparable. Y así lo confirma el salmantino Pablo Muriel que no dudó en unirse a una de las 12 furgonetas que partieron el sábado sobre las 22:00 horas hacia el epicentro de la catástrofe, por los alrededores de Alfafar, Torrent y Catarroja, pueblos arrasados por el temporal. Llevaron todo el material necesario: ropa, botas de agua, palas, cepillos de barrendero, leche, alimentos, agua, cubos, pañales, compresas…
Más de 600 kilómetros recorridos sin apenas descanso para distribuir lo recaudado en Salamanca por las naves indicadas con ayuda de un «guía» que conocía la zona: «Después de vaciar los furgones recorrimos a pie las calles y llevamos comida a vecinos que estaban limpiando su puerta, además de ayudarles con las palas», cuenta Pablo emocionado.
Da miedo ir por la calle, es todo desolador. Así define el joven la situación: «Ir por la calle, ver los coches volcados, los camiones, contenedores, muebles…, todo lo que nos podemos imaginar, impacta muchísimo…Los centros comerciales y supermercados…, increíble, llenos de coches con las puertas abiertas y los cristales bajados o rotos, tal y como quedaron al tener los ocupantes que salir corriendo».
No es capaz de explicarlo bien con palabras: «Todos sabemos que es algo exageradamente desolador porque lo estamos viendo en la televisión, en las redes sociales…, pero es que cuando vas allí y lo ves de cerca parece una película». «Estamos reventados, así que la gente de allí…», concluye el joven salmantino.
Por otro lado, Omar junto con un 'ejército' de nueve personas-Richy, Carlos, Sergio, Javi, Kiko, José, Iván, César y Pilar- partieron hacia Catarroja con cuatro furgonetas cargadas de apoyo: «Contactamos con el Ayuntamiento de Catarroja y con Protección Civil para que al llegar nos indicasen dónde dejar los alimentos y el material. Nos turnamos para conducir del tirón hasta llegar a un polideportivo en el que hicimos cadena humana para descargar los furgones».
Pese a todas las imágenes vistas previamente, no tenían ni idea de lo que se iban a encontrar: «Cuando entramos parecía el decorado de una película, un videojuego de zombis, no creía que fuera realidad: rotondas llenas de vehículos volcados y apilados, zonas sin agua y sin luz...La sensación que me dio es como si se hubiere parado el tiempo y se hubiese llenado todo de barro», cuenta Omar que declara que no se atrevía a mirar al interior de los coches ya que temía lo que se podía a encontrar. El salmantino asegura que hacen falta todas las manos posibles, y más: «Todos los voluntarios que vayan son pocos porque caminas por la calle y cualquiera necesita ayuda. Es increíble lo que se está volcando la gente de todas partes de España, se escucha una mezcla de acentos».
Otro salmantino, Samuel Huidobro lleva seis años viviendo en Valencia. Este fin de semana no dudó en trasladarse a los pueblos afectados con más voluntarios: «Cuando llegué a la zona cero entré en shock, parecía otro mundo. La situación es muy dura, la gente está triste, nerviosa, traumatizada...Calles llenas de barro, tiendas arruinadas, un caos», describe el salmantino que añade lo «increíble» que está siendo la colaboración: «Hasta los niños y niñas trabajan, es emocionante ver cómo el pueblo salva al pueblo».
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