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El salmantino José Carlos Serna cumplió este viernes un sueño. Después de 43 años de vida entregados al Ejército, se graduó en la Universidad de Salamanca gracias al Programa Interuniversitario de la Experiencia. Hace tres años decidió que nunca era tarde para cumplir una promesa personal: ser universitario.
«Lo considero una asignatura pendiente», confesó. Con tan solo dieciocho años se matriculó en Psicología, su gran pasión. Sin embargo, unos meses después se decantó por formar parte del Ejército. La estabilidad de un sueldo fijo y la seguridad de un empleo estatal lo alejaron de las aulas. La vida siguió su curso: traslados, matrimonio y familia. «Siempre pensaba: el año que viene me matriculo. Pero el año que viene nunca llegaba», admitió. Así pasaron las décadas y con ellas, ese pequeño anhelo se transformó en una espina clavada.
Todo cambió tras su jubilación anticipada por un problema de salud —EPOC de tercer grado—. Serna ingresó en el programa. «Ha sido maravilloso. El entorno, los profesores, el saber... por fin puedo decir que soy universitario», reconoció. Ahora, tras tres años de clases, se gradúa con 67 años. Además, no piensa parar. Ya planea cursar el posgrado y elegir nuevas asignaturas. «Es un recreo escuchar a los profesores. Están cumpliendo con una obra de misericordia: enseñar al que no sabe».
Además, en el aula no solo ha encontrado conocimiento, también amistad. «Con algunos compañeros hemos pasado del compañerismo a la amistad. Todos con historias parecidas: gente que no pudo estudiar por motivos económicos, por trabajo, por familia», afirmó.
La salmantina Esmeralda Sánchez también recibió su beca este viernes tras toda una vida dedicada a la docencia. Tras su jubilación, a sus 66 años, la licenciada en Francés e Hispánicas decidió volver a las aulas, esta vez como alumna del programa. «Me jubilé y estaba cuidando a mis padres mayores. Necesitaba una salida», contó. Después de años enseñando en institutos de formación profesional y secundaria —la mayor parte del tiempo en Asturias—, Sánchez cambió de rol. De maestra pasó a ser alumna y lo hizo con el mismo entusiasmo que siempre llevó a sus clases. Además, regresar a su ciudad natal también lo ve como una forma de cerrar un círculo. «Estudié en Salamanca, trabajé en Asturias y este programa me ha permitido volver a conectar con la universidad y hacer nuevos amigos», explicó.
Uno de los aspectos que más valora del programa es su carácter inclusivo. «Me parece maravilloso que se dé esta oportunidad a personas que no han tenido antes la posibilidad de estudiar. Todo el mundo tiene derecho a elegir una opción que le llene, especialmente a esta edad». Y añade un matiz que revela el poder transformador de la educación. «Salamanca tiene mucha oferta cultural, pero poder sentirte alumno si antes no lo has sido me parece fantástico».
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