“Estaría en un psiquiátrico si no es por ella”. El dramático testimonio de una señora que vivía encerrada en su habitación
Valle no salía de la cama. Con problemas de salud mental, es una persona nueva gracias al apoyo de una asistente personal
Martes, 15 de diciembre 2020, 12:14
Educada y correcta, elegante y estilosa, con un pañuelo rojo a juego con la chaqueta, maquillada y recién peinada, Valle García, de 60 años, sale de la pastelería con una caja de bombones para María Jesús. A la vista pueden parecer dos amigas que todas las semanas quedan para dar un paseo, tomar un café y ver tiendas pero María Jesús, asistente personal especializada en salud mental, se ha convertido no sólo en confidente sino en un auténtico “ángel de la guarda” para Valle, que padece un trastorno de personalidad. Viéndola, nadie diría que hace cinco años Valle pasaba sus días encerrada en una habitación, dormitando, sin ganas de salir a la calle ni hablar con nadie. Le obsesionaba que la gente le mirara por la calle “como si llevara un letrero en la frente que dijese: eres un enfermo mental”. Su diagnóstico en salud mental junto con otro por una enfermedad rara obligan a Valle a tomar más de una veintena de medicamentos que María Jesús le deja preparados en cada casillero del pastillero semanal. Un pastillero que llegaba listo a su buzón también durante el pasado confinamiento.
“María Jesús ha sido mi salvación. Sabe lo que me hace falta porque lo mismo te sonrío cuando te estoy hablando, como que me vengo abajo... No es un trastorno agresivo lo que tengo, sino contra mí misma. Con ella voy más segura por la calle y cuando acudo al médico, María Jesús me acompaña y se entera mejor de los informes. Sin las asistentes personales muchos de nosotros estaríamos en psiquiátricos o en la calle. Con ella no hago las tonterías que hacía antes, que o no me tomaba las pastillas o me las tomaba todas juntas y acababa en el Clínico”, confiesa Valle.
María Jesús es uno de los diez asistentes personales especializados del servicio que ofrece la asociación Salud Mental Salamanca y que atiende a 38 personas de la capital y la provincia. El trabajo del asistente personal va mucho más allá de un mero acompañamiento al médico, al banco o una atención domiciliaria. Son profesionales especializados en salud mental que trabajan a nivel psicológico, educativo y emocional. Su paciencia, escucha activa, empatía, respeto y confidencialidad son sus habilidades. Un trabajo nada fácil donde deben crear primero un vínculo de confianza con el usuario, interpretar sus necesidades en función de su trastorno y hacer que se sienta seguro, para después aconsejarle para que tomen el mejor camino y apoyarle para que sea lo más autónomo posible y pueda desarrollar un proyecto de vida pleno.
Sarah Hernández, asistente personal, inició su trabajo con María del Rosario Santos hace un año. “Me encontré a una mujer muy tímida, encerrada en sí misma, a la que le costaba relacionarse, sumida en una nube negra. No salía de casa y le costaba mucho caminar y hacer muchas cosas”, explica Sarah. A su lado escucha mientras asiente María del Rosario, que decora con mucha emoción por primera vez en su vida un árbol de Navidad en el piso tutelado donde reside.
Esta mujer de 47 años es una luchadora por partida doble que no sólo se tiene que enfrentar cada día a sus problemas de salud mental sino también a la esclerosis múltiple que apaga su vitalidad física y limita su autonomía. “Para mí Sarah ha sido una ayuda muy grande. Me escucha, me ayuda a tomar decisiones personales y despierta cualidades que tenía aletargadas. Antes estaba muy parada. Me abandoné y mi aislé. Me hundí por completo”, relata María del Rosario.
Cuando ella acudió a su psiquiatra y le recomendó ponerse en contacto con la asociación Salud Mental Salamanca para acceder a un recurso residencial tutelado, descubrió el servicio de asistente personal. Un año después, su asistente Sarah no puede estar más orgullosa de la evolución y los logros conseguidos gracias al trabajo y esfuerzo diario de María del Rosario. “Ahora va sola a la ciudad en el autobús, baja a por el pan, no le cuesta hablar con desconocidos, cocina en casa y acude a la asociación a numerosas actividades. Se relaciona estupendamente y ha recuperado muchísimo. Es un amor. Vamos haciendo juntas las cosas y cuando está bien, lo hace sola. Se le han quitado muchos miedos”, desvela la asistente personal que aconseja a la usuaria en alimentación, economía familiar, vestimenta o sentimientos, todo ello sin dejar de realizar trabajos de estimulación cognitiva para la mente y ejercicios físicos para mejorar la movilidad.