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Viernes, 5 de febrero 2021
Para Sandra Martín, meterse en su pequeño taller, embarrar sus manos, modelar, esmaltar, crear piezas de vajilla, de joyería, esculturas... es su mejor terapia para relajar la mente. “Es como un mantra, mejor que ir al psicólogo”, confiesa. Jefa de sala y dueña junto con su marido y chef César Niño de uno de los restaurantes de cocina de autor de la ciudad, Sandra ha vivido en primera persona los daños colaterales de la pandemia en el sector de la hostelería. Amante del arte, antes de la llegada del COVID decidió dar rienda suelta a su afición por la cerámica formándose en la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca. Compaginaba las clases, los exámenes y el trabajo de fin de grado con sus intensas horas al frente del restaurante. Pero lo hacía con gusto, admite.
Con la pandemia y el fin de sus clases presenciales empezó a sentir ese “mono de barro”. En casa practicaba pero no era el lugar idóneo, cuenta. En noviembre, con el restaurante cerrado por las restricciones de la Junta, decidió dar un paso al frente, emprender y hacer de su pasión un oficio.
“La falta de medios económicos es el principal obstáculo que te encuentras a la hora de emprender algo. A través de un amigo conocí el ‘crowdfunding’ para recaudar fondos mediante micromecenazgo. Se utiliza mucho en el mundo del arte, la música, la danza... Para mí era perfecto porque podría conseguir financiación para montar el estudio sin tener que rendir cuentas al banco ni tener avales. Corro un riesgo pero no le debo nada al banco. Me dije: es el momento, aquí y ahora y voy para adelante. Vida sólo tenemos una y saldremos adelante”, reafirma. “Renovarse o morir”, es la filosofía positiva de esta valiente emprendedora.
En noviembre Sandra lanzó su campaña de recogida de fondos. Para ello presentó su primera colección de una vajilla completa, un juego de café, una taza y una escultura de un ave basada en su proyecto de fin de grado. Diseños únicos a los que aportó su toque artístico inspirado en la naturaleza. “Quería llevar la naturaleza a la mesa en momentos como los actuales en los que estamos encerrados. También tengo como lema disfrutar de la comida, no sólo con el estómago sino también con la vista con una mesa bonita”, explica la ceramista.
A través de los encargos anticipados de sus piezas, Sandra buscaba recaudar 6.000 euros para poder comprar el mobiliario de su estudio: el horno, el torno eléctrico, la máquina laminadora, tableros, herramientas, palillos para modelar... todo lo necesario para empezar de cero. “Hablé con ceramistas y me marqué un objetivo muy bajito”, relata.
La sorpresa llegó cuando concluyó la campaña y en poco más de un mes Sandra casi había doblado la recaudación solicitada, obteniendo cerca de 11.000 euros. “Fue asombroso. Estoy muy agradecida por el apoyo y porque haya gente por el mundo que decida impulsar aquellas cosas que tienen un sentido y que se hacen con amor”, valora.
Con la ayuda de una amiga diseñadora de interiores estrenó al inicio de enero su taller, donde trabaja estas semanas intensamente para producir los cerca de 70 encargos de sus mecenas, no sólo salmantinos, sino también de Galicia, Zaragoza, Santander, Barcelona o Andalucía. Calcula que esta producción le ocupará los días hasta abril. “Siempre pensé que esto sólo lo iban a comprar amigos y familiares y ves que hay gente que de manera altruista compra algo sin verlo físicamente y que aún no se ha producido”, agradece la ceramista, que ha guardado una parte del fondo recaudado para pagar el alquiler del taller unos meses más después de abril.
Sandra desvela que duerme menos horas pero está feliz haciendo lo que le gusta. Y es que, además de la cerámica, ella no ha dejado de lado su restaurante, donde estos días sigue trabajando parte de la jornada para los servicios de comida a domicilio al estar cerrados. Su plan futuro es aunar los dos mundos y sus pasiones, diseñando y fabricando vajillas para restauración. “Es mi intención pero si no puedo tirar por ahí, puedo seguir con los encargos. El tiempo dirá si este proyecto continúa adelante o llega hasta aquí. Y si se termina, no pasa nada, no se acaba el mundo”, concluye.
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