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Imagen de la plaza de Anaya a comienzos de los noventa. ARCHIVO

El origen francés de la majestuosa plaza de Anaya de Salamanca

Fue un general de Napoleón, gobernador de la ciudad durante la ocupación francesa a comienzos del XIX, el que quitó las casas del Cabildo en medio del ágora y dejó un espacio abierto para contemplar la Catedral

Viernes, 25 de diciembre 2020, 11:40

Junto a la Catedral late la vida universitaria en la plaza de Anaya. Es uno de los espacios urbanos más emblemáticos de la ciudad y uno de los lugares que explican gran parte de la historia de Salamanca. La plaza de Anaya no fue proyectada por alcaldes o particulares sino que surgió por el empeño del general Paul Thiébault, gobernador de la ciudad durante la ocupación francesa a comienzos del siglo XIX. Cuentan Martín Vaquero y González Blázquez que el napoleónico quitó del medio de la plaza las casas propiedad del Cabildo Catedralicio y dejó un espacio abierto que aún pudo ser mayor si se hubiera completado su propósito de despejar terreno hasta San Esteban.

Las calles Tostado y aledañas sobrevivieron a los derribos pero aún así se consiguió dejar un lugar amplio desde el que contemplar la Catedral Nueva erigida por idea del obispo Diego de Deza en 1490. La historia de Anaya, antes de 1811 conocida como la plaza del Colegio Viejo y de la Catedral, se completa con la historia que desvela la fachada posterior de las Escuelas Mayores de la Universidad, con su escudo del Papa Luna, que señala la importancia de los estatutos por él concedidos a la institución académica.

Otro de los edificios protagonistas de la plaza es el palacio de Anaya o Colegio Mayor de San Bartolomé, neoclásico pero fundado en 1401 por Diego de Anaya. Los dos personajes, Luna y Anaya, resultaron decisivos en la historia de la Iglesia, de la Universidad y de la ciudad en los albores del siglo XV.

La facultad de Filología acogió en su día el Archivo Provincial, Hacienda, el Museo Provincial o Radio Nacional

Lo que es ahora la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca fue un edificio dedicado al Gobierno Civil en 1852 y su hospedería a Escuela Normal de Maestros en 1842. En 1932 se estableció ahí el Archivo Histórico Provincial, acogiendo posteriormente la Delegación de Hacienda, el Museo Provincial, alojamiento del Regimiento de la Victoria y Radio Nacional.

La plaza de Anaya también sufrió cambios a partir de 1891 cuando se plantaron varias especies de árboles y en 1910 se colocó la escultura del obispo Padre Cámara, obra de Aniceto Marinas, sufragada por suscripción popular y retirada en 1974 por la urbanización de la plaza llevada a cabo por el alcalde Pablo Beltrán de Heredia. Fue entonces cuando se modificó el atrio de la Catedral y la plaza se convirtió en una amplia explanada que va salvando el desnivel mediante suaves escalinatas en medio de una rica vegetación.

A escasos metros de la plaza Anaya se sitúa la calle Libreros por donde pasaba la ruta de la Plata y que en la Edad Media continuó siendo el eje de la ciudad, con un albergue-hospital para judías enfermos y peregrinos. A partir del siglo XV Libreros, que por entonces se denominaba Rúa Nueva, se convirtió en calle universitaria por la ubicación de las Escuelas Mayores y Menores de la Universidad y el Hospital del Estudio. Fue cuando el Cabildo Catedralicio adquirió casi todas las casas de esta calle para alquilarlas a profesores como Antonio de Nebrija y a un centenar de libreros e impresores.

La Rúa comercial

La Rúa a finales de los 80, antes de su peatonalización. | ARCHIVO

La calle de la Rúa desde la baja Edad Media y a lo largo de la Edad Moderna es un eje comercial entre San Martín y las Catedrales. Los puestos de venta y comercios de productos nobles le dan prestancia y colorido. A lo largo de su recorrido se exponían las pañerías de Alfonso González, de los Ledesmas; las sastrerías de Marcos de León, Luis de Paz y Antón Martín; tiendas de gorras, calceta, jubones, sedas... sin olvidar los talleres de orfebres y boticas. La importancia de la Rúa no se se basaba sólo en la calidad de sus comercios sino en que soportaba un considerable tránsito de personas, animales y vehículos. El Cabildo catedralicio adquirió trece casas, como ya hiciera en Libreros o en Francisco de Vitoria, para después arrendarlas. En la segunda mitad del siglo XIX tras los efectos devastadores de la Guerra de la Independencia se ensanchan y alinean varias calles, entre ellas la Rúa. La transformación más reciente de la Rúa tuvo lugar hace casi tres décadas, con la peatonalización y supresión de vehículos. El barrio antiguo y entornos de la Catedral dejaron de ser una zona tenebrosa y fantasmal a ser una de las zonas más turísticas desde las Edades del Hombre en 1993 y sobre todo desde la Capitalidad en 2002.

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